Estigia – [El habitante del Otoño – Cuarta antología de cuentos y relatos breves – I] – Josefina Martos Peregrín

Estigia – [El habitante del Otoño – Cuarta antología de cuentos y relatos breves – I] – Josefina Martos Peregrín

Estigia – [El habitante del Otoño – Cuarta antología de cuentos y relatos breves – I]

***

***

Estigia

Le gustó el parque precisamente por su aislamiento, su soledad e incluso cierto descuido, visible en el espeso manto de hojas caídas o en el amasijo de tierra y pelusas que cubría los bancos de forja. Siguió el Camino de los Tejos, anunciado pomposamente por un cartel de letras barrocas y oxidadas; húmedo y sombrío la llevó hasta una alta alambrada que circundaba el solar de una fábrica ya en desuso, probablemente una de tantas azucareras que antaño funcionaron en la provincia.

Se alegró al encontrar por puro azar una abertura en la valla, casi invisible, oculta entre tiras andrajosas que colgaban de las varillas metálicas. Tal cantidad de harapos enganchados… Como si una multitud hubiera destrozado allí sus ropas al esforzarse en traspasar la barrera.

Una senda entre malezas, un portón medio abierto en el edificio principal y, a su alrededor, barracones, tinglados… ¡Perfecto! Justo lo que adoraba fotografiar: la degradación del tiempo, la transformación que media entre el y el no ser. Feliz, a pesar del riachuelo fangoso probablemente nacido de las lluvias de la víspera, un cauce turbio que no tuvo más remedio que saltar, con la mala fortuna de perder algunas monedas, caídas de su bolsillo en el resbalón con que tomó tierra. No era gran saltadora, pero no le importaba mojarse con tal de que su Nikon no se mojara.

De una fotografía a otra, se acercó a la nave principal; bajo la cornisa aún se adivinaba el nombre, a pesar de las dos letras perdidas que mostraban tan solo su silueta claveteada: (PR)ESTIGIA. Antes de entrar, continuó con los cobertizos, detalles, tomas generales… El día era perfecto, nublado, luz homogénea, sombras difusas y silencio total.

No era la primera vez que se topaba, en el interior de antiguas fábricas, con vigas de hierro y elementos diversos producidos por “Ajuria”, una añeja siderurgia vasca, pero sí la primera que vio un cambio tan extraño en la marca: en todas las piezas se leía “Furias”, borrada la “A” inicial a conciencia y rasguñado el hierro para tornar la “J” en “F”, más el añadido de una “S” final. “Furias”… “Por aquí ha pasado algún maniático. O sigue dentro”, se dijo, y sintió miedo; aunque quizá solo se tratase de un “ocupa”, como tantos otros encontrados… Bueno, a pleno día no suelen molestarse ni molestar. ¡Mientras no hubiera perros! Eran lo que más temía, los perros sin amo, desesperados; con ellos no hay diálogo posible.

Un gruñido. Otro. Sonaba allá, detrás de la serie de arcos de ladrillo. Con la cámara lista y en modo ráfaga, cualquier cosa que asomara, saldría en la foto.

Ni siquiera llegó a verlo, le bastaron dos ladridos espeluznantes para salir corriendo y temblar incluso cuando se encontraba lejos. Había pasado el riachuelo a toda velocidad, sin pararse a pensar si se mojaba. Con los zapatos y los bajos de los pantalones embarrados, comenzó a buscar la abertura. Y no daba con ella. ¡Pero si no hacía ni una hora que entró! Había una brecha en la alambrada, tenía que haberla. La recorrió, mirando de cerca, de lejos, pegándose al entramado metálico para buscarla al tacto, con las manos, con el cuerpo, sin importarle desgarrarse el anorak, que iba dejando jirones enganchados en los alambres…

Decidió hacer una pausa, respirar, tranquilizarse. Por primera vez miró hacia atrás, nada ni nadie la había seguido. Nadie a la vista, salvo sombras tenues, como llevadas por el viento, solo que no había viento. Tenía que tranquilizarse. ¿Y si viera las fotos? Muy buenas. Había valido la pena el susto, la mayoría eran excelentes y la última, la del perro, genial, porque se veía claramente que sí, que era un perro, pero había movido la cabeza tan rápidamente que parecían tres: ¡lo que no le pasara a ella! ¡Un perro con tres cabezas!

*

Josefina Martos Peregrín – Estigia

*

***

Josefina Martos Peregrín

About Author