Fenomenología del acoso moral – I – María José Edreira Vázquez

Fenomenología del acoso moral – I – María José Edreira Vázquez

Fenomenología del acoso moral – I

 

 

 

 

1. Introducción

Se dice que la enfermedad mental es la enfermedad del s. XXI. Médicos, psiquiatras y psicólogos sospechan que detrás de los casos de ansiedad severa y detrás de cada caso de depresión exógena en la que no está presente el duelo por un familiar directo, hay un caso de hostigamiento psicológico prolongado o acoso moral1. Los casos de depresión y suicidio han aumentando de forma espectacular en los últimos años en España. En el s. XXI la esclavitud adopta forma de psicoterror, el acosador moral es el amo.

El proceso por el que se genera violencia es igual en las relaciones personales de pareja y familia que en las relaciones laborales o en cualquier otro ámbito social. Para que exista violencia son necesarios al menos dos individuos, ninguna violencia es estrictamente individual, el suicidio tampoco lo es. La violencia surge siempre de la alteridad. Concretamente surge de la negación de esa alteridad, de una diferencia que no se tolera. En el caso de violencia simétrica ambos contendientes aceptan la confrontación. En el acoso moral la violencia es asimétrica, el que pone en práctica la violencia se define a sí mismo como superior al otro que sufre su violencia, el otro no tiene derecho a quejarse, es la “violencia castigo”. Las etapas por las que se pretende aplastar a una persona para luego destruirla son iguales en todos los ambientes. El psicoterror es una tortura psicológica en la que se suministra la violencia en dosis pequeñas a la vez que se paraliza a la víctima con diversos procedimientos –similares a los que se utilizan en un lavado de cerebro– para que no pueda defenderse. De esta manera un individuo o grupo de individuos ejercen su poder sobre otro individuo sin que pueda defenderse. Es una violencia “limpia”, no hay huellas, los testigos no ven nada. El fin de esta violencia no es destruir al otro inmediatamente, sino someterlo poco a poco manteniéndolo a su disposición para poder utilizarlo. La destrucción del otro debe ser lenta para conseguir un crimen perfecto: no es el agresor el que mata, es el otro quien se mata. El suicidio del otro es el mayor triunfo del acosador moral, es exactamente lo que quiere.
Dar una definición de acoso moral es difícil, podríamos decir que se considera acoso moral a toda conducta abusiva consciente y premeditada que atenta, por su repetición o sistematización, contra la dignidad o la integridad psíquica o física de una persona.

No en todos los trabajos de investigación sobre este problema se utiliza el término “acoso moral”, hay autores que prefieren hablar de acoso o maltrato psicológico, y en los trabajos de investigación de habla inglesa se suelen usar los términos “mobbing” y “bullying”. Se suele usar el término “mobbing” para referirse a los hostigamientos o persecuciones que tienen lugar en el trabajo, es una violencia que se desprende o encubre por una organización o institución y se realiza contra uno o varios individuos. El término “mobbing” incluye la violencia física en su definición. En 1986, el psicólogo Heinz Leymann fue el primero en usar este el término refiriéndose al ambiente laboral. Anteriormente, el etnólogo Konrad Lorenz en Consideraciones sobre la conducta animal y humana, había descrito conductas similares al mobbing en los animales. En 1972 lo usaría el médico Peter-Paul Heinemann para describir la conducta hostil de algunos niños con respecto a otros en las escuelas.

En Inglaterra se usa el término “bullying”, más amplio que el mobbing, incluye conductas que van desde las bromas y la marginación hasta conductas de abuso con connotaciones sexuales y agresiones físicas. El “bullying” más que a violencia de organización, hace referencia a la violencia ejercida por un individuo contra otros. El término “acoso moral” fue utilizado por primera vez por Marie-France Hirigoyen en Francia en 1998 – El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana – y se refiere a agresiones más sutiles y difíciles de advertir y probar sea cual sea su procedencia (individuo, grupo o institución) y en cualquier ámbito humano (pareja, familia, trabajo). En principio se excluyó de este término la violencia física y la conducta discriminatoria, no porque el acoso moral no contenga ambas conductas, sino porque en Francia ya había leyes contra dichas conductas. Lo que pretendía conseguir Hirigoyen era una ley contra la violencia psicológica. En la actualidad existe en Francia una ley de acoso moral que usa el término en este último sentido.

El acoso moral en el trabajo tiene como objetivo intimidar, reducir, amedrentar y consumir emocional e intelectualmente a la víctima para eliminarla de la organización sin costes económicos. La decisión de acosar a la víctima puede partir de la organización o puede derivarse de la necesidad de agredir, controlar y destruir de un individuo con tendencias psicopáticas. En el caso de organizaciones o empresas que promueven y recompensan el mobbing se suele hablar de “bossing”. El acoso suele comenzar con una actitud consciente de ir a por la víctima y con la intención de utilizar contra ella violencia psicológica, rara vez violencia física o sexual. Se busca premeditadamente una violencia sin huella, lo único que se ve en el proceso es el progresivo deterioro físico y psíquico de la víctima, que es maliciosamente atribuido a su mal carácter, su incompetencia, su mala salud, etc. En ocasiones, sobre todo si el acosador moral es un superior jerárquico, durante el proceso de acoso se suelen agregar colaboradores al linchamiento moral de la víctima, ya sea por corrupción –seducción– o por coacción directa del acosador moral. “Mob” (mobbing) significa mafia, en estos casos se suele hablar de “gang” o banda de acosadores.

No en todos los casos de acoso moral hay colaboradores, si el acoso es en la pareja los colaboradores se dan en raras ocasiones y suelen ser familiares de cualquiera de los dos cónyuges seducidos por el acosador moral. En el trabajo suele haberlos, y entonces el proceso es mas duro y puede terminar en violencia física menor con facilidad, la violencia física llega a mayores si, en momentos de calor, alguien pierde los nervios. El acoso moral se distingue en el trabajo de otro tipo de violencias esporádicas no sólo por su frecuencia y continuidad, sino porque la brutalidad del hostigamiento aumenta en función de la resistencia y el aguante de la víctima. El objetivo es que el trabajador abandone su puesto de trabajo y esto se consigue aumentando el hostigamiento hasta límites insoportables para la víctima. El trato vejatorio y humillante tiene como objetivo acabar con el equilibrio y resistencia psicológica del otro, provocando su desgaste físico y emocional. El 90% de los casos de acoso moral en el trabajo terminan con el abandono de la víctima de su puesto de trabajo, y en muchos casos con un intento de suicidio, o suicidio consumado.

El acoso moral se produce en todos los ámbitos humanos: la pareja, la familia, la escuela, la universidad, la empresa. En el trabajo se práctica en todas las empresas donde el modo de organización lo permite, pero varía según el nivel sociocultural y los sectores profesionales. Los sectores profesionales donde más incidencia tiene es el terciario, el medicosocial y la enseñanza. El sector más afectado es el medicosocial: hospitales, centros de asistencia que se ocupan de gente vulnerable como ancianos, minusválidos físicos o psíquicos, organizaciones no gubernamentales, etc. Son centros de trabajo donde abunda el tipo de víctima que el acosador moral prefiere: personas con una elevada capacidad de empatía, sensibles y atentas a las necesidades de los demás y al sufrimiento ajeno. Es esta característica de la personalidad de las víctimas lo que explica la preferencia del acosador moral por estos lugares de trabajo. Son psicópatas incapaces de ponerse en la perspectiva del otro, en consecuencia vampirizan al que posee esa característica en un intento de recuperar su identidad. El acosador moral carece de las habilidades emocionales que sus víctimas tienen, piensa que al destruir a su víctima puede asimilar de alguna forma sus competencias interpersonales. Esto es lo que explica también la existencia de maltrato institucionalizado en algunos establecimientos de este tipo: al eliminar a las personas dotadas de empatía, se elimina esa habilidad del entorno y el psicópata se hace con el poder. El sector en el hay menos acoso moral es el de producción, sobre todo si es producción técnica. Sin embargo, en este sector cuando aparece el acoso la violencia es más directa ya sea verbal o física. Cuanto más se sube en la escala sociocultural y en la jerarquía de una empresa, más sofisticada y perversa es la violencia.

El acoso moral es un problema complejo, todas las relaciones humanas lo son. Las interacciones entre acosador moral y víctima pueden variar notablemente de unas personas a otras. Es una vivencia subjetiva donde cada persona tiene un límite diferente de lo permisible. No todos nos sentimos humillados y ofendidos por las mismas cosas. El acosador es un depredador moral que plantea su relación con los demás como un juego mortal, una partida de ajedrez en la que él mueve las piezas de los dos jugadores, lo primero que hace es atar las manos del otro jugador. Es una batalla desigual y asimétrica desde su inicio porque el otro no sabe que le han declarado la guerra. El acosador moral juega con ventaja, él si que sabe que está en guerra, le ha declarado la guerra secretamente al otro. Si la víctima supiera identificar que se le esta declarando la guerra desde el principio, la batalla no sería tan desigual, no se plantearía en los mismos términos. Una de las cosas que caracteriza al psicópata es su cobardía. Las variaciones del proceso dependerán de la magnitud de la asimetría moral del acosador y del acosado y de sus respectivas experiencias previas. El acosador suele ir perfeccionando su técnica con cada una de sus víctimas (acosa en serie y de forma múltiple), un acosador experimentado no comete errores, usa colaboradores para el trabajo sucio, no deja pruebas, es brutal y seguro en sus actuaciones, no duda. Un acosado con experiencias previas desarrolla armas claras de defensa que pueden conseguir o bien disuadir al acosador en su inicio (si la relación no es laboral) o bien disminuir en lo posible las consecuencias para su salud y para su vida en general. Lo difícil para las víctimas es salir vivas y enteras psíquica y físicamente la primera vez que pasan por este proceso. Los psicópatas huyen de los psicópatas, las víctimas no siempre aprenden a identificar a un psicópata, y aunque lo hagan suelen ser perseguidas por él.

Tanto hombres como mujeres acosan y son acosados moralmente. En este articulo se usan los términos acosador moral y víctima sin que ello suponga ninguna referencia al género.
El objetivo de este artículo es describir el proceso por el que alguien cosifica, aliena y ningunea a otro hasta destruirlo. Para entender el proceso hay que conocer la naturaleza de las dos partes implicadas en esta batalla desigual, la asimetría de los contrincantes: el acosador moral y su víctima.

2. Perfil del acosador

La mayoría de los expertos en personalidad hablan de personalidad psicopática o antisocial (Adams y Crawford), personalidad narcisista (Hirigoyen, Wyatt y Hare), mediocridad inoperante activa (González de Rivera), psicópata organizacional (Piñuel y Zabala). Se habla de rasgos paranoides, en realidad el perverso narcisista se aproxima mucho al paranoico, son parientes cercanos y se llevan bien, pero tiene sólo parte de sus características de personalidad. Su perfil psicológico tiene las siguientes características:

Falta de empatía: son incapaces de ponerse en el lugar del otro, se centran ensí mismos pero buscan el apoyo de los demás. Son insensibles, incapaces de deprimirse y de experimentar auténticos sentimientos de duelo o tristeza. En sus relaciones interpersonales ven al otro como a una amenaza, les falta humildad para enriquecerse y aprender de los demás. Viven atemorizados por las capacidades de las personas que los rodean.

Irresponsables y carentes de sentimiento de culpa: tienen dificultades para tomar decisiones en su vida diaria y necesitan que otras personas asuman esa responsabilidad. Se defienden mediante mecanismos de proyección y de negación de la realidad, le adjudican la culpa al otro. Es consciente de que no tiene sentimientos y los simula para enmascararse ante los demás. No tiene sentimiento de culpa pero es un maestro manipulando este sentimiento en los demás.

Mentira compulsiva y sistemática: en su máxima competencia. Suelen llevar una doble vida y rehacen su vida privada con facilidad porque se hacen pasar por víctimas. Fingen la apropiación de las características que les franquean la confianza de los demás tanto en su vida privada, como en la profesional y social. Son impostores que fingen para dar imagen de buena persona. Se nota con claridad que mienten, pero sus mentiras son tan gordas y tan descaradas en público que las víctimas se suelen quedar anonadadas, paralizadas e incapaces de responder.

Megalomanía y discurso mesiánico: se colocan en posición de referencia del bien y del mal, tienen discurso moralizante, exhiben valores morales irreprochables, se presentan como personas religiosas o cívicas. Consiguen así dar una buena imagen de sí mismos, a la vez que denuncian la perversión humana. Suelen tener habilidad retórica pero su discurso es muy abstracto, no son capaces de ser concretos y cuando lo intentan pasan al extremo de los detalles insignificantes.

Encanto personal: entran en relación con los demás para seducirlos. Se les suele describir como encantadores, de ahí la reacción de asombro de su entorno cuando son descubiertos en su crimen. Esta capacidad de seducción está muy relacionada con su forma de mentir, suelen utilizar las historias de otros en las que se ponen a sí mismos como protagonistas sin la menor vergüenza.

Vampirismo y estilo de vida parasitario: siente una envidia muy intensa hacia los que parecen poseer cosas que ellos no poseen, sobre todo hacia los que gozan de la vida. Son muy pesimistas y la vitalidad de los demás le señala sus propias carencias. Para afirmarse tiene que destruir. Compensa su déficit de autoestima con el rebajamiento de sus víctimas y la exaltación de sus supuestas cualidades. En la vida privada sus parejas suelen ser muy optimistas y se casan con personas de las que puedan vivir. Intentan siempre buscar un alto estatus social aunque no lo consigan. Cuando hablan a menudo se refieren a personas de alto rango social con las que tienen relaciones, casi siempre estas personas sólo existen en su imaginación. En el trabajo consiguen que los demás les hagan el trabajo. Son incapaces de realizar tareas que otros harían sin la menor dificultad.

Paranoia: el perverso narcisista toma el poder mediante seducción, el paranoico por la fuerza. Los perversos narcisistas recurren a la fuerza física sólo cuando la seducción deja de ser eficaz. La fase de violencia física del proceso de acoso moral es en sí misma un desequilibrio paranoico. Cuando atacan los perversos pretenden protegerse, atacan antes de ser atacados. También tiene el tipo de mecanismo proyectivo propio del paranoico: se sitúa y se hace percibir por los demás como víctima de las personas a las que agrede, que supuestamente le han traicionado.

Manipulación premeditada: no manipula de forma aleatoria como haría un psicópata criminal. El psicópata organizacional tiene un objetivo meditado y deliberado: el poder. La táctica del psicópata suele seguir siempre el mismo patrón: fase de estudio y evaluación, fase de manipulación y fase de confrontación.

Los sentimientos de inadecuación son los que llevan al acosador a eliminar de su entorno lo que considera una amenaza, la víctima. Los especialistas suelen hablar de los “cadáveres en el armario” del acosador moral, suelen tener un pasado “criminal” en el que han eliminado a sucesivas víctimas tanto en el trabajo como en la pareja. La experiencia que adquiere en sus años de acoso le hace perfeccionar su técnica hasta convertirlo en un maestro de la inducción al suicidio. Se les considera asesinos psíquicos en serie. El acosador moral es un muerto en vida que necesita la imagen de buena persona que los demás tienen de él para sobrevivir, en su obsesión por mantener esta imagen se enmascara, se lava las manos, evita manchar sus manos de sangre y echa su responsabilidad a otros. Necesita colaboradores, una banda, la mafia.

3. Perfil de la víctima

No existe un perfil psicológico de víctima. Cualquier persona puede ser víctima de acoso moral. En el trabajo el acoso moral puede proceder del interés de la empresa por eliminar costes de personal, en estos casos se usa a alguien con “antecedentes” para conseguir que el trabajador abandone su puesto de trabajo sin costes para la empresa. También se puede acosar a un empleado para impedir que se marche de la empresa porque es indispensable o muy útil y su marcha supondría un cambio de estructura costoso, en este caso lo que se pretende en que se sienta incapacitado para trabajar en otra parte, se le paraliza y se impide que piense con métodos de acoso hasta que llega a sentirse un inútil. Otras veces el acoso moral es iniciativa del acosador moral, que va escalando puestos cada vez más altos en el nivel jerárquico de la empresa eliminando a sus posibles competidores. Cuanto más poder tiene mayor número de víctimas tiene a su alcance. En estos casos y en sus relaciones privadas el acosador moral suele ser muy selectivo. Cuantas más víctimas tiene a su espalda más selectivo es, la víctima tiene que “estar a la altura”, la batalla debe merecer la pena. El acosador moral evita cuidadosamente a víctimas que podrían ponerlo en peligro: no se enfrenta nunca ni con otros perversos narcisistas ni con paranoicos. El acosador tiene preferencias, busca preferentemente aquello de lo que él carece, elige a sus víctimas por algo que tienen de más, por algo de lo que quiere apropiarse. Entre sus preferencias se suelen citar las siguientes:

Capacidad de empatía.

Responsables, con escrúpulos y sentimiento de culpa.

Transparentes, auténticas: a la víctima se le nota que se mueve por convicciones internas, no por sumisión a una norma, la opinión de los demás o intereses materiales.

Parecen ingenuas y crédulas. Simplemente a quien no es perverso le resulta imposible imaginar de entrada tanta maldad concentrada en un solo individuo.

Estilo no conflictivo.

Vitales y optimistas, transmiten su alegría de vivir.

En el trabajo suelen tener buenas relaciones con sus subordinados y despertar envidias entre sus compañeros y jefes.

Comunicación directa.

Sensibilidad, dones musicales o literarios.

Creatividad: suele arriesgar en sus ideas, no tiene miedo al fracaso porque sabe manejarlo emocionalmente.

Valora las ideas y los comportamientos, no el nivel jerárquico de la persona que lo manifiesta. Algún autor habla de “incapacidad para hacer la pelota”.

4. El proceso

El proceso es siempre el mismo, suele llamar la atención de los especialistas por su repetición, por las coincidencias de situaciones, frases y técnicas de manipulación en los relatos de todas las víctimas. Todos los autores hablan de fases. Hirigoyen habla de dos fases: fase de dominio (seducción perversa y manipulación) y fase de acoso (destrucción y violencia manifiesta). Garrido habla de tres fases: estudio y evaluación, manipulación y confrontación. Nora Rodríguez habla de fase sutil de control, fase explícita de control y fase violenta de control.

Aquí vamos a dividir el proceso en cuatro fases para ganar claridad en la exposición. Estas fases se solapan unas a otras porque el acosador necesita público, necesita a los demás para conseguir su objetivo: mientras maltrata a una víctima seduce o corrompe a sus colaboradores, cuando tiene a una víctima en las dos últimas fases, ya tiene a otra en las dos primeras fases. El proceso suele durar años tanto en la vida privada como en la empresa pública. En la empresa privada su duración media es de un año.

1.– Falsa seducción: fase de tanteo, el depredador olfatea a su presa. En esta fase el acosador moral estudia y evalúa las cualidades de su futura víctima y localiza sus puntos débiles, suele averiguar todo lo que puede de la vida personal de la víctima. El acosador suele comprobar en esta fase el estilo no confrontativo de la víctima, suele provocarla en público mintiendo descaradamente relatando como suya alguna experiencia que la víctima le ha relatado, la víctima se suele quedar paralizada, no sabe que hacer, no entiende que se pueda mentir con tanto descaro. Si la víctima pide detalles en público al acosador de la experiencia, dando a entender que se ha dado cuenta, el acosador cambiará de tema con facilidad. Si la víctima lo hubiese acusado en público de mentir la reacción del acosador hubiese sido muy agresiva y ese es el tipo de situaciones que suelen evitar las víctimas. La seducción es unilateral, es una seducción en una sola dirección.

El perverso narcisista busca en la víctima la imagen amable, apacible y bondadosa que ésta tiene del seductor. Falsea la realidad y manipula las apariencias. No ataca nunca frontalmente, sino de un modo indirecto y por sorpresa para captar el deseo del otro. Capta a la víctima y la confunde intentando que siempre haya espectadores, de este modo crea un área de influencia en torno a su objetivo. Todo el mundo habla bien del acosador a la víctima y se presupone una relación especial, no necesariamente sentimental, o de adhesión moral de la víctima a su acosador que todavía no existe. En realidad la víctima no llega nunca a consentir libremente, está siendo manipulada, se le hace creer lo que no es, la relación está siendo distorsionada por el acosador. El acosador todavía no sabe si puede manipularla y eso es lo que intenta averiguar en la segunda fase: comprueba hasta donde puede llegar su influencia y poder sobre la víctima.

2.– Fase de manipulación o maltrato psicológico sutil. El depredador sigue tanteando el terreno, hace intentos de agresión leve a su presa y luego retrocede. En esta fase se desestabiliza a la víctima, el acosador moral trata de desestabilizar para transferir mejor sus ideas y conseguir sumisión, usa técnicas de adoctrinamiento y lavado de cerebro. Su objetivo es anular las capacidades defensivas y el sentido crítico de la víctima. El acosador utiliza la comunicación perversa: actitudes paradójicas, mentiras, sarcasmo, burla, desprecio. No utiliza estas armas como lo haría una persona normal, sino de manera sistemática y sin disculpas posteriores. Las víctimas suelen esperar una disculpa que nunca llega. La víctima no es consciente de que está siendo forzada, de que hay violencia, hay víctimas que durante esta fase piensan que son ellas las que conducen el juego. La guerra todavía no ha sido declarada y es eso lo que hace posible la violencia subterránea. No hay abuso de poder claro y la mayoría de las víctimas si son advertidas por terceros piensan que es imposible que algo así pueda sucederles. “Yo no soy víctima de nadie” es la respuesta que suelen dar a quien intenta avisarles.

La víctima simplemente piensa que tiene un pequeño problema de comunicación con su agresor que se aclara hablando, hace intentos de hablar del tema pero su agresor no habla, elude la comunicación o niega el conflicto. Sin embargo, con su conducta no verbal está dando a entender que hay un problema: conducta esquiva, cuerpo tenso, etc. Niega la comunicación a su víctima para impedir que piense y reaccione, para que no comprenda nada porque no ha pasado nada. La víctima no recibe explicaciones y se ve obligada a interpretar, llega incluso a escribir a su agresor – especialmente si es su pareja– para pedir excusas por lo que inconscientemente hubiese podido hacer. El acosador no dice nada, insinúa, consigue deformar el lenguaje simplemente modulando el tono de voz. Dice una frase normal y su tono de voz hace que la víctima y cualquier observador imparcial lo interprete como una insinuación, un reproche o una amenaza. No levantan el tono de voz, no gritan, su voz es fría y monocorde. La víctima no sabe realmente que pasa, pero se nota muy sensible a todo lo que dice el acosador. Los mensajes del acosador son incompletos o paradójicos (en el nivel verbal dicen una cosa y en el no verbal expresan lo contrario), transmite así dos mensajes contradictorios, pero sólo reconoce el mensaje explícito, no el que sobreentiende la víctima. Este decir sin decir, más la mentira, el sarcasmo, la burla y el desprecio logra que la víctima no entienda su propia situación e impide que pueda reaccionar dando las repuestas adecuadas a su acosador.

Mientras la víctima está ocupada en comprender los motivos de su hostigamiento, no cae en la cuenta de que en realidad no ha hecho nada y se la está desestabilizando. El acosador manipula el sentimiento de culpa de su víctima a la vez que la bloquea psíquicamente. Transmite instrucciones imprecisas y confusas a su víctima y la induce a cometer errores de los que la hace responsable. Si la víctima no comete errores, entonces la hace responsable de los errores de todo el departamento y de los suyos propios. La situación se agrava para la víctima si su agresor encuentra audiencia, su público colaborador y seducido, que es insensible a la humillación que padece la víctima. En realidad el acosador se comporta en público como un bromista o un irónico gracioso, todo el mundo ríe e incluso participan. En este tipo de comentarios en público el acosador introduce con naturalidad en su discurso alusiones a conversaciones privadas que ha mantenido con la víctima. Los demás no lo notan, sólo él y la víctima conocen realmente el alcance de sus palabras.

Mientras tanto el acosador prepara en secreto su siguiente paso. Maneja la envidia, los celos y las rivalidades entre compañeros de trabajo. Seduce mediante corrupción a parte de los compañeros de trabajo de la víctima. Detecta con facilidad a los más susceptibles de ser corrompidos, les ofrece lo que quieren. Hace promesas pero no termina de dar nada, dice que hay un obstáculo en el camino que se lo impide: tendría que hacer una reestructuración y no sabe en que puesto colocar a la víctima. Habla mal de la víctima a los superiores e inferiores jerárquicos: le atribuye errores, ineptitud, difunde calumnias sobre la víctima, la difama. Hace circular rumores – verdaderos o falsos– sobre su vida privada, su conducta dudosa, su estabilidad mental, su salud.

A estas alturas la víctima ya se ha dado cuenta de lo que pasa, lo ve con claridad e intenta nombrarlo. Lo comenta con amigos, familiares y compañeros neutrales en el trabajo, todos le dicen que se lo está imaginando, no puede ser, la víctima tiene manía persecutoria. Nadie ve el problema. La víctima duda y suele tener dos tipos de conducta posible: a) se muestra sumisa para evitar a su agresor, b) se rebela. Ninguna de las dos reacciones calma a su agresor, al contrario, las dos aumentan la agresividad de los ataques. Si la víctima es sumisa no está “a la altura”, el agresor incrementa la violencia psíquica para provocarla. Si la víctima se rebela se le llama la atención por su agresividad y malignidad. Esto es lo que instaura el proceso de dominación: la víctima debe actuar y pensar según las normas del perverso. En este proceso basado en el miedo el espíritu crítico de la víctima está bloqueado. La víctima existe en la medida en que se mantiene en la posición de doble del agresor que éste le asigna. Se trata de eliminar cualquier diferencia entre ambos. “¡Todos igual¡” es el grito de guerra de la banda contra la víctima.

3.– Psicoterror o fase de confrontación. El depredador acorrala a su presa y la ataca con ferocidad, algunas presas mueren de terror durante el ataque. El objetivo es destruir al otro y provocar sentimientos, actos y reacciones para que la víctima parezca responsable de lo que le pasa. La envidia se transforma en odio y se manifiesta cuando la víctima reacciona, bien sea por apoyo de terceros o por iniciativa propia, e intenta actuar como sujeto libre. Cuando el acosador moral nota que la víctima se le está escapando, desata su furor. La violencia es fría y verbal, puede haber violencia física menor y se incrementa en función de la fortaleza psíquica de la víctima. El acosador provoca a su víctima para poder acusarla ante los demás. Si la víctima reacciona con ira ante un desprecio, se hace ver a todo el mundo lo agresivo de su comportamiento. El acosador pretende presentarse ante los demás como víctima de un/a enfermo/a mental. Quien responde a la provocación aparece ante los demás como responsable de lo ocurre. El acosador mantiene a su víctima lo más aislada posible de los demás. Se traslada a la víctima a espacios de castigo similares a jaulas, “peceras” de mamparas de cristal o “armarios empotrados” en los que sitúan su mesa de trabajo mirando a una pared. Se prohibe a sus compañeros que hablen con ella, se amenaza a los que apoyan a la víctima. Recibe ataques físicos leves como advertencia. Nadie habla a la víctima, con los objetos no se habla. Los demás la miran con reproche, algo grave habrá hecho para que la traten así. Si la víctima se basta a si misma y no le importa la opinión de los demás se incrementa la violencia. El acosador moral usa para la violencia a sus colaboradores, si los tiene. La violencia adopta las siguientes formas: gritos e insultos, control y seguimiento de todos los movimientos de la víctima, amenazas telefónicas, siguen a la víctima hasta su casa, llaman de madrugada a la puerta de su casa, amenazan a su familia con agresiones físicas, la banda la acorrala físicamente en actitud agresiva, zancadillas y empujones, hacen amenazas de agresión física, ocasionan daños en su coche o en su casa, amenazas por escrito con anónimos, insinuaciones sexuales o comentarios obscenos, amenazas de agresión sexual, etc.

En esta situación la víctima hace tiempo que somatiza el problema y su salud está muy mermada. Su sistema inmunológico no responde, tiene infecciones frecuentes, problemas de piel, cansancio generalizado, insomnio, crisis de ansiedad, fiebre de origen desconocido, etc. Cuando el cerebro no aguanta tanta presión, tanto estrés, la hormona de la depresión se activa para dar la alerta, funciona como un mecanismo de supervivencia, si no se activase se produciría un fallo generalizado en el organismo con conclusión de muerte en pocos días. Si el médico de familia no reacciona a tiempo, medica a la víctima y la saca del entorno hostil con una baja laboral, el desenlace puede ser fatal. El acosador moral se sienta con frecuencia frente a su víctima y la mira fijamente y en silencio, espera su suicidio. En esta fase hay víctimas que se ponen deliberadamente en situaciones de peligro físico: accidentes de coche, operaciones quirúrgicas innecesarias, etc. Otras intentan suicidarse o se suicidan.

4.– Violencia física mayor. El depredador degolla a su presa. Su objetivo es aniquilar al otro. Es una continuación de la fase anterior y se suele solapar con ella. Las agresiones físicas pasan a mayores en el caso de víctimas “resistentes”. Son víctimas que entienden de repente el alcance real de la situación por ayuda de terceros o por sí mismos. Estas víctimas se sientan frente a su agresor y mediante conducta verbal o no verbal le dan a entender las siguientes cosas: “sé quién eres”, “sé que el problema está en ti y no en mi”, “¡se acabó¡”.

Las víctimas comprenden pero, al mismo tiempo “ven”. Poseen una gran lucidez que les permite nombrar la fragilidad y las debilidades de su agresor… Las víctimas perciben los comportamientos patológicos: “¡ yo no me merezco semejante odio, ni por mi grandeza, ni por mi vileza ¡”. Cuando las víctimas empiezan a nombrar lo que han comprendido, se vuelven peligrosas. Hay que usar el terror para hacerlas callar… 

 

María José Edreira Vázquez

Categories: Filosofía