«Fuga de muerte»: en el centenario de Paul Celan [Con motivo del centenario del nacimiento de Paul Pésaj Antschel / Ancel, Paul Celan – 23 de Noviembre de 1920] – Sebastián Gámez Millán
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Fuga de muerte: en el centenario de Paul Celan [Con motivo del centenario del nacimiento de Paul Pésaj Antschel / Ancel, Paul Celan – 23 de Noviembre de 1920]
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Fuga de muerte: en el centenario de Paul Celan [Con motivo del centenario del nacimiento de Paul Pésaj Antschel / Ancel, Paul Celan – 23 de Noviembre de 1920]
A juicio de no pocos críticos, entre los que se encuentra el poco complaciente John. M. Coetzee, Fuga de muerte es uno de los poemas fundamentales del siglo XX. Incluido en los programas educativos de Alemania, posiblemente sea el testimonio poético más representativo de los campos de concentración y exterminio, y del Holocausto, uno de los momentos de mayor infra-humanidad no sólo del pasado siglo. Pocas veces, quizá ninguna a lo largo de la historia, el ser humano se ha alejado hasta tales extremos, en este caso por medio de la sanguinaria ideología nazi, para acabar siendo incapaz de reconocer a los otros como humanos.
No sin albergar dudas, bajo la sospecha de que cuando con palabras no se consigue expresar lo que no alcanzan estas se corre el riesgo de degradarlas y banalizar el fenómeno que se procura esclarecer, durante años he leído con mis alumnos este poema después de ver con ellos el primer documental que se filmó sobre Auschwitz, Nuit et Brouillard (1956), de Alain Resnais, con el que mantiene inquietantes aires de familia en su mensaje, y en el que se muestran algunas de las prácticas que se expresan en el poema.
Fuga de muerte
Leche negra del alba la bebemos de tarde
la bebemos al mediodía y a la mañana la bebemos de noche
bebemos y bebemos
cavamos una fosa en los aires allí no se yace allí estrecho
Vive un hombre en la casa que juega con las serpientes que escribe
que escribe al oscurecer a Alemania tu pelo de oro Margarete
lo escribe y sale a la puerta de la casa y brillan las estrellas silba a sus mastines
silba a sus judíos hace cavar una fosa en la tierra
nos ordena tocad a danzar.
Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana a mediodía te bebemos de tarde
bebemos y bebemos
Vive un hombre en la casa que juega con las serpientes que escribe
que escribe al oscurecer a Alemania tu pelo de oro Margarete
tu pelo de ceniza Sulamit cavamos una fosa en los aires allí no se yace allí estrecho.
Gritad cavad más hondo en la tierra los otros cantad y tocad
agarra el hierro del cinto lo blande son sus ojos azules
hincad lo unos más hondo las palas los otros seguid tocando a danzar.
Negra leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana a mediodía te bebemos de tarde
bebemos y bebemos
Vive un hombre en la casa tu pelo de oro Margarete
Tu pelo de ceniza Sulamit juega con serpientes
Grita que suene más dulce la muerte la muerte es un Maestro Alemán
Grita más oscuro el tañido de los violines así subiréis como humo en el aire
así tendréis una fosa en las nubes no se yace allí estrecho
Negra leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un Maestro Alemán
te bebemos de tarde y mañana y bebemos y bebemos
la muerte es un Maestro Alemán su ojo es azul
él te alcanza con bala de plomo su blanco eres tú
vive un hombre en la casa tu pelo de oro Margarete
azuza sus mastines a nosotros nos regala una fosa en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un Maestro Alemán
tu pelo de oro Margarete
tu pelo de ceniza Sulamit.
“Negra leche del alba” es una metáfora del humo de los hornos crematorios. Aunque también es un signo de la literatura de vanguardia, la ausencia de signos de puntuación puede revelar la más absoluta arbitrariedad de conducta; el ritmo entrecortado e indeterminado recrea el absurdo de la experiencia, y la atmósfera alucinada, los contrasentidos en tales campos: por un lado les ordenan tocar música, motivo propio de fiesta y celebración, y al mismo tiempo les piden cavar fosas. Como es sabido, los introducían en hornos crematorios hasta hacerlos desaparecer en el aire… El paso del pelo de oro de Margarete a ceniza Sulamit no es más que un símbolo de la transformación de la vida en la muerte.
Todesfuge fue el primer poema publicado en Bucarest y rumano antes que en alemán con el nombre de Celan, anagrama que eligió en 1947. Su nombre originario es Paul Antschel, nacido el 23 de Noviembre de 1920. No sólo padeció en sus carnes y en su espíritu el inefable horror de los campos de exterminio; también perdió a sus padres en uno de ellos. Ahora bien, sus padres prefirieron darse una muerte voluntaria antes que morir siendo maltratados. Como no pocos de los supervivientes, Celan terminó suicidándose. Se arrojó al río Sena la noche del 19 al 20 de Abril de 1970.
Según José Ángel Valente, uno de los traductores de Celan y de los primores introductores suyos en nuestra lengua: “La estructura paralelística del texto está señalada desde el mismo comienzo con las palabras iniciales “Schwarze Milch” –“Negra leche” – que abren las cuatros unidades estróficas salmodiadas constitutivas del poema. Cuenta esa estructura reiterativa, martilleante –“wir trinken…wir trinken…wir trinken und trinken”– entre los elementos principales que hacen de este poema alucinante uno de los textos que con más terrible luminosidad y belleza da testimonio de la historia de su tiempo, de un tiempo que fue el nuestro”.
Hay quienes son partidarios de la claridad y rechazan la poesía de Celan por ser muy hermética (¡y eso que él renegaba de “Todesfuge” por ser demasiado explícito!). Pero no creo que se trate de claridad u oscuridad. Gran poesía encontramos tanto en una línea como en otra. Todo depende de cómo se escriba y por qué razones. La poesía de Góngora es muy hermética; en cambio, la de Antonio Machado bastante clara. Y hay poetas, como Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca, que contienen claridad y oscuridad.
El motivo principal de la oscuridad de la poesía de Celan, como él mismo indicó en su hermoso discurso de Bremen (1958), es un contexto histórico y social donde la lengua alemana fue retorcida hasta límites inimaginables para justificar el Holocausto: “Sí, la lengua no se perdió a pesar de todo. Pero tuvo que pasar entonces a través de la propia falta de respuesta, a través de un terrible enmudecimiento, pasar a través de las múltiples tinieblas del discurso mortífero”.
De modo que Celan tuvo que reconstruir en cierta manera la lengua, devolverle poderes que había perdido en las brutales manos del nazismo. Es un fenómeno que han estudiado desde diversas perspectivas distintos autores: desde el filólogo Victor Klemperer al pensador George Steiner. Cees Nooteboom lo ha resumido certeramente: “La lengua en la que Celan quiso escribir sus poemas se vio corrompida como instrumento, fue sumida en la confusión por la mendacidad criminal hasta tal extremo que en su poesía se presenta como una mezcla de silencio y tiniebla, cifrada, en fragmentos que poseen la belleza de las ruinas, como un himno de duelo y despedida”.
Primo Levi, el hombre que dejó los testimonios en prosa más esclarecedores acerca de aquellos campos de horror inefable, y que acabó como Paul Celan, suicidándose, anotó la siguiente reflexión sobre este poema: “Escribir poesía roza la utopía, pero siento cierta desconfianza ante quien es poeta para pocos o sólo para sí mismo. Escribir supone transmitir: ¿qué podemos decir si el mensaje es cifrado y nadie conoce a clave? Se podría responder que transmitir ese mensaje determinado, de ese modo específico, era necesario para el autor, por más que le resulte inútil al resto del mundo.
Pienso que es éste el caso de Paul Celan, poeta judío alemán, sobre cuyas espaldas se acumuló un peso tras otro, un dolor tras otro, hasta su suicidio a los 50 años en 1970. He logrado penetrar el sentido de pocos de sus poemas, y entre tales excepciones se encuentra esta Fuga de muerte que, según leo, Celan repudió como ajena a su poesía más propia. No me importa, la llevo dentro de mí como un injerto”.
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Sebastián Gámez Millán
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