Homenaje a Iñaki Añua, «inventor» del Festival de Jazz de Vitoria / Gasteizko Jazzaldia / Vitoria – Gazteiz Jazz Festival – I – Recuerdos con «swing»-Jasone Añua

Homenaje a Iñaki Añua, «inventor» del Festival de Jazz de Vitoria / Gasteizko Jazzaldia / Vitoria – Gazteiz Jazz Festival – I – Recuerdos con «swing»-Jasone Añua

Homenaje a Iñaki Añua, inventor del FestivHomenaje a Iñaki Añúa, “inventor” del Festival de Jazz de Vitoria / Jazzaldia Gazteiz / Vitoria – Gazteiz Jazz Festival – I – Recuerdos con “swing”-Jasone Añúaal de Jazz de Vitoria / Gasteizko Jazzaldia / Vitoria – Gazteiz Jazz Festival – I

 

Mi vida, mi padre y el jazz en Vitoria: Recuerdos con «swing»

 

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Yo, cuando era un «mico», con el enorme «Dizzy» Gillespie

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En mi casa, siempre ha habido música de jazz. Mi padre es Iñaki Añua,​ gran amante de esta música y, durante los últimos 40 años, Director del Festival de Jazz de Vitoria. Una persona noble, y con una intuición increíble.

Nunca olvidaré los vermús que tomábamos en casa a ritmo de jazz, cuando yo era un mico y bailábamos Nueva Orleans con mis pies sobre los suyos. Un momento bellísimo que siempre estará en mi mente. carpeta sin título

Pero el Festival de Jazz de Vitoria no siempre me ha dado satisfacciones, he visto sufrir a mi padre y a mi madre, y me ha hecho tenerle lejos en momentos en los que hubiese preferido que él estuviese conmigo. La gente me ha preguntado muchas veces…»¿un año entero para organizar una semana?» ¡Pues sí! Hay que estar atento a muchas cosas, viajar, ver conciertos, hablar y negociar con mucha gente y todo eso son muchas horas y muchos días sin él.

También es cierto que eso me ha permitido conocer a gente impresionante como Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Oscar Peterson y podría seguir nombrando durante mucho tiempo, porque en 40 años imaginad la gente que ha pasado por Vitoria. Algunos, no obstante, no han venido, como, por ejemplo, George Wein, promotor y productor americano llamado “The most famous jazz impresario”. Sin embargo, estuve comiendo en su casa, que es impresionante, en la que nos sirvieron unas deliciosas alubias agridulces, plato del que, tras años de preguntar e insistir, logré conseguir la receta, que guardo a muy buen recaudo.

No creo que exista hija más orgullosa de su padre, porque a pesar de lo que he contado anteriormente, veo que ha puesto el nombre de Vitoria en el mapa internacional del Jazz, que ha conseguido a base de trabajo, constancia y pasión entrar en una asociación como la IJFO, International Jazz Festival Organization, con cuyos responsables tenemos una relación casi familiar. Con el tiempo, he podido comprobar el cariño que le tiene la gente y lo que cuenta su opinión en el gran mundo del Jazz, en Vitoria y en el extranjero.

Yo, desde chiquitina, he estado involucrada en el «negocio». Como me dijeron una vez, «al principio escondías las entradas y luego decidiste venderlas», puesto que mi primer trabajo era estar en la tienda del Festival. He trabajado en la oficina, ayudando a Blanca, la secretaria, haciendo montones con las fotos de los músicos del año para dar a los periodistas (suena antiguo, desde luego, pero es que así como empezamos; ahora ya es más «moderno») y atendiendo el teléfono. Uno de esos días, recuerdo, llamó un señor, educadísimo, con una voz que me encantó y decidí que, en la medida de mis posibilidades, le ayudaría a conseguir los mejores asientos. Más tarde le conocí y no me decepcionó. Era un hombre encantador, y ahora siempre bromeo con él diciéndole que le adopté.

También fui a buscar músicos y he llevado la página de Facebook del Festival durante mucho tiempo; de hecho, la puse en marcha y me he encargado de él hasta el pasado 26 de Octubre. En los últimos años he estado también encargándome del merchandising del Festival, por lo que en el fondo soy un poco «chica para todo». Siempre he estado ahí; incluso cuando vivía fuera, pedía vacaciones para poder venir al Festival a ayudar a mi padre.

La verdad es que he vivido cosas impresionantes, que sólo podemos experimentar los miembros del grupo de catering; por eso me encanta estar ahí, como cuando Alan Paul, de Manhattan Transfer, necesitaba un contrincante porque quería jugar al tenis y conseguí que mi prima Laura, que es buenísima, nos hiciera el favor de jugar con él. O cuando, un domingo, de pronto, hay que buscar un taburete para un músico. O una plancha para Paco de Lucía…

Me gusta, por ejemplo, cuando viene Pat Metheny, del que me he hecho muy amiga. Él ya sabe donde me suelo sentar, sabe que estaré esperándole en Mendizorroza y él, llegando sigilosamente, se agacha un poco, se asoma y trata de asustarme para fundirnos luego en un abrazo. Me encanta estar en el catering porque es donde se conoce de verdad a los músicos. Los ves antes del concierto y, después, cuando salen encantados de cómo les ha salido y lo que ha disfrutado con ellos el público.

 

Yo, al lado de mi padre, junto a Clint Eastwood y Wynton Marsalis.

 

Nunca olvidaré el tono de voz de Sonny Rollins cuando pedía agua para hacerse su té, y cuando llamabas a la puerta se escuchaba desde dentro, “Yes, Comin`”. Recuerdo aquella ocasión en que Wynton Marsalis, una de las veces que ha venido, no recuerdo cuál, antes de salir a tocar, estuvo bailando en el backstage un tema entero de Nueva Orleans que estaba tocando el grupo anterior. O cuando Compay Segundo, sentado en una silla dentro del camerino, nos contaba historias como si fuese nuestro abuelo. Más recientemente, en 2017, pudimos disfrutar de la presencia de Kenny Barron, Cyrus Chestnut , Benny Green y Eric Reed, los cuatro en un solo concierto.

Mientras tocaba Cyrus, me acuerdo de verle a éste hacer un gesto a Benny Green y Kenny Barron, que estaban abajo, preguntando «¿quien tiene que subir ahora?» Benny Green cogió el cartel grande que teníamos para que luego nos firmasen y puso en grande «Kenny», paseándolo de un lado al otro del pasillo como si fuera una azafata de boxeo.

Esas cosas solo las vemos nosotros.

 

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Jasone Añua

Categories: Música