José Manuel Mouriño, una semblanza – Virginia Fernández Collado

José Manuel Mouriño, una semblanza – Virginia Fernández Collado

José Manuel Mouriño, una semblanza

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Imagen del documental José Ángel Valente, escribir lugar, en la que figura una hoja de contactos de Manuel Falces.

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José Manuel Mouriño, una semblanza

I

José Manuel Mouriño (Puebla, México, 1978) es investigador, ensayista y cineasta. Es doctor en Bellas Artes por la Universidad de Vigo. Dedicó su Tesis al realizador y maestro de cine ruso Mikhail Romm. Es el autor de diversos ensayos sobre cineastas y escritores como Norman McLaren, Pier Paolo Pasolini, Michelangelo Antonioni o Georges Perec. Sobre estos creadores ha dirigido, también, distintas exposiciones. Colabora con el Instituto Internacional Andréi Tarkovski en calidad de representante de dicha institución en España e Hispanoamérica. Entre sus últimas publicaciones se encuentra Andréi Tarkovski y El Espejo. Estudio de un sueño. Esta obra dio origen a la exposición que, bajo el mismo título, comisarió para el Círculo de Bellas Artes de Madrid a finales de 2018. Como director cinematográfico, es el autor de los documentales: 36 vistas de la Torre de Hércules (2009); Luís Seoane. Visualidad, recuerdo y síntesis (2010); Los días blancos, apuntes sobre el rodaje de Nostalghia, de Andréi Tarkovski (2012); Manuel Vilariño. Ser Luz (2016), Pessoa / Lisboa (2017) o María Zambrano y el método de los claros (2020). Estos dos últimos proyectos documentales fueron adaptados a sendas propuestas expositivas, a través del diseño de instalaciones audiovisuales en muestras que han itinerado por distintas ciudades como Madrid, Málaga o Segovia. Una de sus últimas obras lleva por título: José Ángel Valente, escribir lugar (2021).

II

Ayer vi el documental sobre María Zambrano de José Manuel Mouriño, que tiene como título: María Zambrano y el método de los claros (2020). Se trata de una muestra del pensamiento de la filósofa María Zambrano a través de los lugares que habitó a lo largo de su exilio, especialmente en La Pièce (Francia). El exilio cruza todo el documental. De hecho, comienza con una entrevista hecha a José Ángel Valente, en la que éste habla de la condición humana como condición de exiliado. Valente cita a Yehudi Halevi y a Isaac Abravanel como fuentes que han hecho del exilio, una condición fundamental de la existencia.

Ismael Diadié, filósofo, poeta e historiador, me escribió lo siguiente acerca de las fuentes que cita Valente: “Según la carta del pintor Leonid Pasternak, padre de Boris Pasternak, al poeta Jaim Najman Biálik, escrita en 1923, los Pasternak descendían de este Isaac Abravanel o Abarbanel quien fue un teólogo, comentarista bíblico y empresario judío al servicio de los reyes de Portugal, Castilla y Nápoles, y también de la República de Venecia”. De entrada, la reflexión del exilio como destino acerca desde la voz de Valente y María Zambrano a los grandes pensadores judíos. 

Escribe María Claros del bosque, desde La Pièce. Estaba rodeada de bosque y todo en ella se volvía magia y noche, todo le hablaba y la tormenta, el bosque, el claro de luna, y estos elementos la elevaban al sentir de la tierra. Es a partir de aquí que inicia la búsqueda de lo sobrenatural a través de la palabra, pero escuchando primero el decir del bosque.

“El claro del bosque es un centro en el que no siempre es posible entrar; desde la linde se le mira y el aparecer de algunas huellas de animales no ayuda a dar ese paso. Es otro reino que un alma habita y guarda. Algún pájaro avisa y llama a ir hasta donde vaya marcando su voz. Y se la obedece; luego no se encuentra nada, nada que no sea un lugar intacto que parece haberse abierto en ese solo instante y que nunca más se dará así”

Las aguas abisales que dan comienzo al documental José Ángel Valente, escribir lugar (2021), el detalle de su mano, su voz al recitar “Serán Ceniza” “Cruzo un desierto y su secreta/desolación sin nombre/El corazón/tiene la sequedad de la piedra/ y los estallidos nocturnos/de su materia o de su nada” nos guía magistralmente, en este documental, como hilo conductor a través de su vida y de su obra. 

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Yo digo que era el sentir esto, ese pequeño quiebro. La noche, un relámpago en una vida. Tengo en la memoria cierta vuelta a lo natural, al claro del bosque, que nunca debe ser algo buscado.

Hay una herida quizás, una vuelta al origen de uno mismo, un cierto sentimiento de desasosiego en la claridad del ser, y desde su claridad me espera un ascenso, “de la cripta hacia la luz” como diría Valente. ¿Dónde queda la memoria? ¿Dónde están las miradas? Tan solo queda la palabra, la estética de lo que fue. Hay algo fundamental, denominador común en lo que conozco de los trabajos de Mouriño, que es su manera de hilar sentimientos a través de cada una de las secuencias; hay un nexo de unión invisible que hace de la obra un todo, pero para nada evidente. Tiene Mouriño la capacidad de despertar en mí una cierta sensibilidad, dejándola a flor de piel, como a una niña perdida en un bosque, en busca del claro zambraniano. Se me atraganta algo, un nudo, como diría el poeta sirio al Magut: “Vengo a ti/pidiendo auxilio con filas de remos atravesados en la garganta”. Esto es lo que me ha acompañado a lo largo de sus trabajos.

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Hay un algo innato en el ser artista, algo de hermandad con todo lo que significa esta palabra, y que, por ende, en pocos se da. Se teje la obra, como una tela de araña, siempre desde lo natural; brota de la tierra, un aullido, un ser mundano, nace el hombre, y el libro. Pasa ante mis ojos el caballito de mar que baila, las copas de los árboles movidas por el viento en ese misticismo de lo sobrenatural. Me atrapan esas escenas calladas, llenas de símbolos que no han querido serlo. Solo se muestra a unos pocos elegidos, como diría Ibn Arabí, el ojo no siempre ve lo mismo. Mouriño sigue una lógica nacida de lo más profundo. En sus documentales va en la búsqueda del hombre, o quizás, de todos los hombres. Hay un cierto estado que llamo “estado poético” en el que todo se me aparece como una segunda dimensión, una abstracción de la realidad a la que se está acostumbrado. Lo que se aprecia a simple vista, por contra, una silla o un pájaro que cruza el cielo se transforma desde esta otra perspectiva, deja un hueco en mí para recibir lo extraordinario que hay ahí afuera y que no siempre es percibido, la belleza. Esto, a veces, lo he comparado con lo que se conoce en el sufismo como entrar en otra fase de entendimiento y es en este estado en el que puedo comprender lo que yo misma escribo o lo que hacen otros artistas que, entiendo, trabajan en ese “estado poético”. De todo esto fundamentalmente, parte mi identificación con el trabajo de Mouriño. Tarkovsky lo llama “mostrar la verdad”.

III

Quisiera decir que no ha sido mi intención en ningún momento hacer un análisis cinematográfico de los trabajos de José Manuel, pues carezco de conocimientos para ello. Todo lo contrario, después de asistir al estreno de José Ángel Valente, escribir lugar, organizado por el Ayuntamiento de Almería y al cual fui invitada, tuve la suerte de conocer a José Manuel, de mano del arquitecto Ramón de Torres, que rehabilitó la casa en Almería del poeta José Ángel Valente y, con quien le uniría a partir de ahí una profunda amistad. Posteriormente, José Manuel me hizo llegar el documental María Zambrano y el método de los claros que vi con un interés creciente hacia su obra. He querido dejar aquí una semblanza, tal vez una línea sobre el sentir que sus films dejaron en mí, como trazos, fragmentos de la memoria de aquello que no he vivido, un ensueño que lleva a verme desde la profundidad de los bosques, que me lleva, diría, a un renacer a la luz entre-velada por la rama del árbol o por el claro de luna.

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Virginia Fernández Collado

Almería, 27 de junio de 2021.

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