Juan Muñoz: teatro de esculturas – Sebastián Gámez Millán

Juan Muñoz: teatro de esculturas – Sebastián Gámez Millán

Juan Muñoz: teatro de esculturas

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Juan Muñoz – Conversation [Fuente: http://www.guggenheim.org/]

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Juan Muñoz: teatro de esculturas

Murió antes de cumplir 50 años, cuando el reconocimiento internacional lo alcanzaba con la instalación Double Bind (2001), en el impresionante espacio de la Sala de las Turbinas de la Tate Modern. La consideremos o no prematura, la muerte casi siempre nos sorprende en algún lugar de lo inacabado. ¿Qué hubiera sido si su trayectoria se hubiera prolongado algunas décadas más? Tres imágenes o cuatro, la exposición de Juan Muñoz en el Museo del Patio Herreriano dos décadas después de su desaparición ha sido elegida por los críticos de Babelia como una de las 10 mejores de 2021.

A Juan Muñoz le gustaba colocar sus esculturas en lugares donde pudiera sorprendernos. Creador de escenas que el libre juego de la imaginación y el entendimiento de cada espectador debe interpretar, pocas veces la escultura se aproximó tanto al teatro, hasta el punto de que algunos de sus dispositivos artísticos se han denominado “teatralizaciones escultóricas”. Con ellas, a juicio de Antoni Muntadas, redefinió el realismo de la escultura.

Poseía un dominio magistral de la retórica de la sorpresa y de la extrañeza, arte de provocar determinados efectos cognitivos, afectivos y comunicativos por medio de sus puestas en escena, que no son sino espejos que nos permiten percibir y demorarnos en aspectos existenciales de la condición humana en los que a menudo no reparamos suficientemente. Cualquier espejo nos devuelve nuestra imagen física, pero el espejo del arte nos revela algo más esencial: aquello invisible que nos constituye y nos hace ser lo que somos.

Sus esculturas son decididamente ambiguas, inquietantes y perturbadoras. La extrañeza que nos suscitan es un modo de incomodarnos e interrogarnos. Si en el pasado el arte procuraba producir sensaciones de armonía, ideal imperecedero, a partir del siglo XX tiende cada vez más a generar extrañeza, que es una forma de despertarnos del letargo en el que nos sumerge la vida laboral alienante y los medios de intoxicación de masas. Figuras del desasosiego moderno que aparecen como si estuvieran conversando: ¿se comunican? Cien chinos sonriendo, que tal vez aborde el tema del individuo absorbido por la masa, nos lleva a preguntarnos: ¿qué entienden para estar sonriendo o quizá sólo es apariencia, fingimiento social? 

“Debajo de todo el arte –declaraba Juan Muñoz– hay una sospecha sobre la realidad. De todo cuanto vemos, ¿qué es real y qué no lo es? Distinguir entre la realidad y la apariencia, la verdad y la mentira, incluso en estos tiempos de fake news y posverdad, son cuestiones que no dejarán de interpelarnos. Además de la escultura y sus aproximaciones al teatro, Juan Muñoz cultivó el dibujo, la música y la escritura. Asimismo, dialogaba con los espacios y la arquitectura desde una estratégica disposición de las piezas con el fin de provocar efectos de sorpresa y extrañeza. Si tuviera que resaltar algunos de sus principales temas me decantaría por la soledad y la incomunicación, la soledad de la incomunicación. Aunque es un tema universal, son asuntos que se manifiestan recurrentemente en el teatro de Samuel Beckett, uno de los dramaturgos decisivos del siglo pasado. Juan Muñoz era partidario de dejar la obra abierta, bajo la sospecha de que si se comprende por completo, pierde interés. Las ciencias pueden desvelar problemas, pero el arte nos recuerda que el misterio es inagotable. 

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Sebastián Gámez Millán

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