La máquina onírica – Para que no te confundas con el suelo [Escrituras automáticas IX] – Soledad Arcos
![La máquina onírica – Para que no te confundas con el suelo [Escrituras automáticas IX] – Soledad Arcos](https://cafemontaigne.com/wp-content/uploads/3-3-800x500_c.png)
La máquina onírica – Para que no te confundas con el suelo [Escrituras automáticas IX]
***

***
“¡pero no puedo atravesar muros!” dijo el niño
“solo porque crees en ellos” respondió el fantasma
Mentimos.
Porque ocultamos la soledad vaciante de no poder abrirnos con quién desearíamos. No por desconfianza o introversión, sino por la certeza de que a ese lado no existe la fuerza para responder de la forma correcta.
Hablamos de la verdad como si no fuera un arma peligrosa, como si fuéramos dioses capaces de reconocerla siempre y manejarla sin que nos rasgue. Como si acaso el protegerse no fuera un legítimo derecho.
Otra cosa es
que nos guste la intemperie.
De los adultos de mi niñez yo aprendí a mentir y a ser ilógica para mantener la coherencia y la cordura.
En los mejores casos, la infancia finaliza cuando empiezas a poner en duda a los mayores de tu alrededor. Y la adolescencia, cuando empiezas a valorar a los mayores que pusiste en duda.
En los peores, a veces no se tiene infancia ni adolescencia. Simplemente te haces adulto cuando aceptas que nadie va a venir a salvarte y entonces
aprendes a salvarte tú.
Y las mentiras pueden ser refugios, salvavidas, puertas laterales…
Pero en realidad no se puede mentir nunca, cualquier camino falseado conduce a una certeza.
Solo hay que entrecerrar los ojos y hacer un nido hueco con las manos
la verdad siempre se posa
en cualquier vacío.
…
*

*
Algunas veces parece que estoy, pero me he ido ya hace tiempo.
La diferencia entre estar de verdad y esta aparente permanencia, solo radica en lo que comparto.
Dicen que es buena costumbre no perder la curiosidad. Pero aquí no hay misterio, solo alguien con demasiadas cosas que decir para tan poco rostro que mostrar.
Tú necesitabas un ángel de la guarda y yo solo podía
protegerte como diablo.
Ninguna maldad triunfa con conocimiento de serlo.
Ni tú eras el escorpión ni yo la rana, ni había agua por ninguna parte.
No queríamos poseernos. Solo congraciarnos con el dolor.
Dos realidades sangrantes sin paisaje definido.
Este veneno que hueles no nos pertenece, pero estuvo todo el tiempo entre ambos, varado en el aire.
No hay peor juicio que el propio.
A veces nuestro mayor temor se mezcla con nuestro mayor deseo y lo llamamos amor porque simplemente es otro algo que nos sobrepasa.
No puedo enfrentar por ti a tus monstruos
pero puedo ayudarte a forjar tus armas.
Tampoco puedo evitar que caigas,
pero te llamaré por tu nombre
para que no te confundas con el suelo.
***
Soledad Arcos