La Verdad en la creación musical
***
El mundo del arte está vinculado a términos como la Verdad, la Universalidad y la Libertad. Palabras utilizadas desde una perspectiva filosófica, que reflejan la trascendencia del ser humano a través de la vivencia del arte.
Como músico, desde mi experiencia como compositora y directora de orquesta, convivo diariamente con la reflexión al respecto. Hoy mis pensamientos entrópicos se centran en la Verdad de la Creación musical. Esa utopía que he adoptado como al aire que respiro.
Cuando mis ojos se posan sobre un cuadro, me hallo ante la obra terminada de su autor, que me la ofrece directamente a los ojos. Es mi percepción de ella la que la hace distinta respecto a la mirada de los demás.
Cuando mis ojos se posan sobre una partitura, me hallo ante la obra de un autor que al escribir la última anotación, expresa: “ya está terminada”. Me la ofrece directamente a los ojos, mas, aún, como espectadora, no la percibo en su plenitud.
Surge la necesidad del intérprete: mediador entre la obra escrita y el público, quien pone voz a las intenciones del compositor, quien puede hacer brillar u oscurecer la obra. Es aquí donde el concepto VERDAD aparece con fuerza. Pues, dos interpretaciones distintas de la misma obra, puede colocar en los oídos dos mundos diferentes, a pesar de que el compositor es Uno. La Universalidad de la música ¿Da permiso al intérprete para dar voz al libre albedrío? ¿Es una merma de Libertad atribuir a la obra musical una Verdad?
Quisiera reflejar mi pensamiento al respecto, el cual está ligado directamente con mi actividad como músico profesional.
Cuando compongo una obra lo hago a partir de una imagen sonora que se halla dentro de mí, tengo una idea perfectamente clara de la sonoridad de esa criatura que es como un hijo musical. Plasmar el cien por cien de esa imagen es una de las batallas a las que se enfrenta un compositor. La imprecisión de los elementos subjetivos en la grafía musical. En mi experiencia, tras hablar con intérpretes respecto a las intenciones expresivas de mi obra, tras varias sesiones asistiendo a ensayos, finalmente, en el concierto, jamás suena exactamente igual que en mi mente. ¿Es eso positivo o negativo? ¿Cómo es eso posible estando en vida y colaborando con los músicos? Para mí, es positivo cuando la iniciativa del músico está en un marco que abraza tu idea y es negativa cuando no reconoces a tu propio “hijo”.
Al dirigir una obra, la responsabilidad acude a mi persona. Frente a una orquesta existe una dificultad mayor, pues el mediador se duplica. El director de orquesta es el primer mediador, que traduce la partitura en una imagen sonora en su mente. Tras esto, lo transmite a la orquesta, segundo mediador, y ésta convierte la imagen sonora del director en sonido vivo. Ahora sí estaríamos ante el cuadro musical, que ha traspasado previamente dos filtros. ¿Cuánto permanece de lo objetivo y subjetivo del compositor y cuánto influye de la subjetividad de los mediadores?
Tomemos como punto de partida la Verdad, la idea del compositor, su imagen sonora de la obra, LA COSA EN SÍ, nouménico. Y como punto de llegada, el público, receptor de las vibraciones sonoras vivas que proyectan la imagen sonora a través del intérprete, fenoménico.
La partitura contiene la información objetiva de la obra, no siempre de una manera inmediata, como el saber si es un do o un re; contiene infinita información que, con el conocimiento adecuado y profundo, hace que los ojos expertos vean más allá de la superficie del negro sobre blanco y extraigan las conclusiones que acerquen la percepción del intérprete a la del compositor.
Posteriormente hay que valorar al ser humano en su infinita variabilidad. Sigamos con este enfoque Idealista. La cosa en sí pasa por los filtros de percepción en el ser humano, ente otros, el filtro sensorial, el filtro del conocimiento, el filtro de los valores, el filtro cultural… Cuando los elementos objetivos de la partitura cobran forma en la mente del intérprete, teniendo en cuenta la Gestalt “el todo es más que la suma de las partes”, aumenta la distancia entre la cosa en sí y el individuo, de ahí que se convierta en utopía querer recorrer el camino que nos lleve al cien por cien a la Verdad.
El intérprete es un mediador subjetivo, fenoménico. Personalmente aspiro a conocer la Verdad, la cosa en sí, convivo con la utopía en busca de un marco en el que, a pesar de saber que no alcanzaré ese cien por cien, cada día esté más cerca y mi imagen sonora de la obra a dirigir, a pesar de la subjetividad a la que está sujeta, respete al máximo al compositor sin perder la libertad necesaria para expresarme a través de la música.
Jamás podremos sentir como una persona del siglo XVIII, pues nuestro mundo es absolutamente diferente, el sentido del tiempo, la cultura, el aire que se respira… Iluso es no comprender la utopía en la interpretación, mas absolutamente necesario es aspirar a ello, si el concepto interpretativo pretende respetar al compositor.
La verdad y la libertad pertenecen a la universalidad del arte.
***
Silvia Olivero Anarte
***
[Danza de fuego de Benamor – Pablo Luna – Filarmonica Brasov – Dirección a cargo de Silvia Olivero Anarte]
***
Related Articles
