Las primeras apariciones literarias de los dos detectives más célebres y populares desde Sherlock Holmes: Poirot y Maigret – Fuensanta Niñirola

Las primeras apariciones literarias de los dos detectives más célebres y populares desde Sherlock Holmes: Poirot y Maigret – Fuensanta Niñirola

Las primeras apariciones literarias de los dos detectives más célebres y populares desde Sherlock Holmes: Poirot y Maigret

 

***

 

Peter Ustinov como «Hércules Poirot» y Jean Gabin como «Maigret»

 

***

Creado por la escritora británica Agatha Christie, Hércules Poirot es un detective de ficción que protagoniza 33 novelas, una obra teatral y más de 50 cuentos publicados por Agatha Christie entre 1920 y 1975. Poirot apareció por primera vez en The Mysterious Affair at Styles (escrito en 1916 y publicado 1920) De origen (curiosamente) belga, Poirot tiene como partenaire al Capitán Hastings, siguiendo el modelo ya clásico del héroe creado por Conan-Doyle. El capitán le describe así en la ficción:

“Apenas medía cinco pies y cuatro pulgadas, pero se portaba con gran dignidad. Su cabeza tenía exactamente la forma de un huevo, y siempre se posaba un poco en un lado. Su bigote era muy rígido y militar. Incluso si todo su rostro estuviera cubierto, las puntas del bigote y la nariz con la punta rosada serían visibles. La pulcritud de su atuendo era casi increíble”

Cuando la escritora británica concibe a Poirot como belga, es un momento (1916) en que Bélgica ha sido ocupada por el ejército alemán, por lo que puede entenderse que un importante detective esté en Inglaterra y no trabajando en Bélgica.

Por su parte, el escritor belga Georges Simenon creó al detective/comisario (curiosamente) francés Jules Maigret, que participó en 76 novelas y 28 cuentos publicados entre 1931 y 1972, sin contar la numerosas películas que adaptaron muchas de esas novelas. La primera obra en la que aparece es en Pietr-le-Letton (1931). Maigret es descrito como “ un hombre grande y de hombros anchos; es brusco, pero paciente y justo.” Los personajes recurrentes de la serie incluyen a la esposa de Maigret, y, en particular, un grupo formado por sus cuatro leales colegas de policía (Lucas, Janvier , Lapointe y Torrence) .
A continuación reseñaremos aquí las dos novelas en la que aparece cada uno por primera vez.

 

*

El misterioso asunto de Styles

Este es el primer libro que Agatha Christie publicó, en 1920. Lo concibió y escribió mientras colaboraba con la Cruz Roja durante la I Guerra Mundial, colaboración consistente en trabajos en la sección de farmacia. Esto le produjo una gran cantidad de conocimientos sobre química y sobre todo, venenos. También es el primer libro en el que actúa como personaje central su detective Hercules Poirot, así como su amigo y compañero de investigaciones, el capitán Hastings. El comisario Japp también hace su primera aparición en esta obra.

El mundo de la alta sociedad –que es el mundo que la autora conoce muy bien- es mostrado tanto en la fachada como en su interinidad, y lo que vemos a veces no resulta lo más favorecedor.
El capitán Hastings, como en otras narraciones, es el que cuenta la historia, y el que presentará a su amigo Poirot. La acción tiene lugar en Inglaterra durante la primera guerra mundial. Una mansión campestre, Styles Court, de la familia Cavendish-Inglethorp es el marco principal de la trama. Esto es muy habitual en las novelas de Christie: un grupo diverso de personajes encerrados o al menos posicionados en un espacio limitado, concreto (generalmente una mansión, a veces un vagón de tren, o un barco…), crean una maraña de relaciones alrededor de un hecho luctuoso: un cadáver. Aparentemente, cualquiera puede ser el culpable, por lo que el lector no conseguirá saber hasta el final la verdadera explicación de los hechos. Todos o casi todos parecen tener motivos para que la anciana dama Mrs. Inglethorp desaparezca de entre los vivos.

Hastings conoce a John Cavendish desde los tiempos escolares. Su casual encuentro, estando Hastings convaleciente de una herida de guerra, genera una invitación a pasar una temporada en la mansión de los Cavendish, donde ahora confluyen un grupo de personajes, unidos por un relativo parentesco o amistad. John y su esposa Mary; su hermano Lawrence; la madrastra de ambos, Emily, ahora casada con Alfred Inglethorp, su prima Evelyn Howard y una joven huérfana y protegida de Emily, Cynthia Murdoch.

Cuando Hastings llega, encuentra que el ambiente de la casa está algo enrarecido. Si alguien es odiado por todos, es el segundo marido de la señora Inglethorp, antiguo secretario de su anterior marido que ha subido de escalafón. Así que, cuando su esposa aparece muerta por envenenamiento, todas las sospechas van en su contra. Un tal doctor Bauerstein, toxicólogo, que frecuenta la casa, es otro que cae bajo sospecha. Cada uno de los personajes que pueblan ese pequeño mundo tiene algo que ganar o que perder con esa muerte.

La señora Inglethorp estaba «rodeada de una manada de tiburones que únicamente quieren su dinero.» dice Evie Howard, que es la primera que abandona la casa antes de los hechos.

Casualmente Hastings se encuentra en el pueblo a su antiguo amigo Poirot, famoso detective belga, y le propone que se interese por el caso. Junto al inspector Japp de Scotland Yard se empieza una larga investigación. Uno por uno se van descartando sospechosos, porque tienen coartada o porque otros parecen más plausibles.

Conforme va desentrañando la madeja, Poirot y Hastings van encontrando que a veces las cosas no son lo que se piensa y que las apariencias pueden ser engañosas. Sin embargo, las deducciones de Hastings no coinciden con las de su amigo detective, que, generalmente, se reserva su opinión hasta el final. Hay un testamento perdido, una herencia que todos desean, unas relaciones incómodas entre todos, pero finalmente el caso se resolverá.

Poirot es un amante del orden y de la pulcritud, que aplica a su alrededor y a sí mismo, a veces con excesiva largueza, acabando con la paciencia de su amigo Hastings, más vehemente y más impulsivo. Muy observador, es también racional en sus deducciones a partir de los hechos. El lector, en suma, pasará un buen rato con esta narración, que atrapa e intriga desde el principio.

 

*

Pietr, el Letón

Simenon navegaba durante el verano de 1929 por el Mar del Norte y hubo de estar un tiempo carenando su barco por averías; se alojó mientras tanto en un viejo pontón y fue allí cuando concibió esta novela y sobre todo, a este personaje que continuaría apareciendo en muchas más obras de intriga:

“Esa gabarra, -cuenta el escritor belga- en la que coloqué un gran cajón para mi máquina de escribir y una caja algo más pequeña para mi trastero, iba a convertirse en la cuna de Maigret. Una hora después, vi que empezaba a perfilarse la mole poderosa e impasible de un tipo que me pareció que sería un comisario aceptable. A lo largo de ese día fui añadiendo algunos accesorios: una pipa, un sombrero hongo y un grueso abrigo de cuello de terciopelo. Y le concedí, para su despacho, una vieja estufa de hierro colado.”

Maigret, cuarenta y cinco años, unido a su eterna pipa como el escritor belga, es descrito como un hombre grande y huesudo, musculoso, que, aunque cuidaba su apariencia y vestía con pulcritud, su aspecto no era precisamente aristocrático. Esta casado y en buena relación matrimonial, su esposa es un ama de casa convencional, y ellos una pareja que se lleva bien, a pesar de los horarios del comisario, que, como todos los policías, nunca se sabe si va a comer o a dormir a casa. El comisario es un personaje muy cercano al público, porque ni es una mente privilegiada estilo Holmes, ni un elegante atildado como Poirot, ni tiene inmunidad física; come bocadillos con cerveza cuando no puede atacarle a una choucroute con un buen vino, pasa frío mientras hace su turno de vigilancia bajo la lluvia, y aunque es lo suficientemente duro, agradece que lo mimen. Es, como si dijésemos, un héroe cotidiano.

La narración comienza con un asesinato: en un tren que llega a París desde Bruselas aparece un cadáver embutido en uno de los lavabos del tren. El aviso de que un conocido pero escurridizo delincuente, Pietr al que apodan “el Letón” se dirige a París tras un sinuoso recorrido desde Cracovia, hace recaer las sospechas en el cadáver, que tiene rasgos parecidos. Maigret comienza su investigación.

El seguimiento de pistas le lleva al hotel Majestic de París, en los Campos Elíseos, donde un grupo de potentados, elegantes y orgullosos, ocupan sus lujosas habitaciones con gran boato. Uno de estos potentados, a pesar del esmoquin y su aspecto elegante, tiene un gran parecido con el Letón, por lo que es sometido a vigilancia. El Letón es conocido y buscado por ser un estafador de altura, dirigente de una banda internacional cuyos secuaces le hacen el trabajo sucio y a él no se le ha podido demostrar aun su participación. Maigret lo sabe y se dispone a esperar con paciencia. De pronto, ambos desaparecen. Maigret le sigue la pista a un posible retrato femenino que podría haber estado en la chaqueta del hombre muerto en el tren. Esto le lleva a una pequeña población en la costa normanda, Fécamp, entre Dieppe y Le Havre. Un hombre de aspecto rudo y malcarado se dirige a una taberna seguido por Maigret, a pesar de la inclemente lluvia. Y lo seguirá de vuelta a París, pero no a los Campos Elíseos sino a los bajos fondos parisinos, un hotelucho de mala muerte donde convive con otra mujer, Anna Gorskine.

El acecho continuo y deliberadamente ostensible con el que Maigret tiene sometido al sospechoso y sus posibles compinches, crea una ligazón entre ambos, como el propio narrador comenta:

“Quizá sería exagerado pretender que, en muchas investigaciones, nacen unas relaciones cordiales entre el policía y aquel a quien debe hacer confesar. Sin embargo, casi siempre y a menos de tratarse de un bruto, se establece cierta intimidad. Sin duda, esto se debe al hecho de que, durante semanas y a veces meses, policía y malhechor viven pendientes el uno del otro. El investigador trabaja encarnizadamente para penetrar hasta el fondo del pasado del culpable, intenta reconstruir sus pensamientos y prever sus mínimos reflejos. En la partida, ambos se juegan la piel. Y cuando se encuentran, las circunstancias son suficientemente dramáticas como para hacer desaparecer la indiferencia cortés que suele presidir diariamente las relaciones entre los hombres.”

Habrá más asesinatos más antes de que se resuelva el caso. Maigret queda algo contusionado, pero bajo los cuidados de su esposa. Los detalles habrá de averiguarlos el lector.

 

***

Fuensanta Niñirola