De los marcos mentales y un paseo por Recoletos
El tema de los marcos mentales y modelos cognitivos nace, principalmente, con el pensamiento moderno, ese que surge allá por el siglo XV anudado a la Revolución Científica y a un nuevo paradigma antropocéntrico que intentaba desembarazarse de anquilosadas estructuras medievales.
Hablar de ello, por tanto, en ámbitos eruditos y entre los intelectuales d´élite no es nuevo, seguramente a algunos les resultará hasta aburrido. Claro, lo novedoso o, al menos, lo audaz es intentar conseguir que eso que se denominan estructuras conformantes de pensar, de sentir, de vivir en definitiva, no sean el instrumento Hanniballecteriano que sirva a determinados poderes, estrategias e intereses.
Bruce Springsteen, en sus conciertos y con marcado cañí de Nueva Yersey, solía señalar aquello de: -“En mi país sucede que lo que es verdad parece mentira y lo que es mentira parece verdad”. Normal, típico pensamiento neocon que se practica seguramente en la era Trump. Confiamos en que en el futuro todo cambie allí pero, por lo que aparenta, aquí estamos en ese punto de incertidumbre en el que uno ya duda de todo y no te llegas a creer nada, léase la corrupción y sus tentáculos inmisericordes.
En el campo de la educación, una película “La ola”, hace referencia a esa manipulación que comienza con un reclamo fácil, instintivo, primario y emocional para ir creciendo cual oleaje imparable en formas de comportamiento, sentimientos, ideas y, lo que resulta más peligroso, ideología. Ideología sobre todo alienante, “tapabocas” (¿no fue acaso la estrategia que se siguió en los años 30 para alzar a los movimientos fascistas a lo más alto?) y que concluye, en el caso de la película, en un intento de asesinato por parte de un alumno fanático y, en la vida real, en una falta de comunicación desoladora.
Si nos vamos al tema de las desigualdades (de género, económicas, sociales, etc.) la cosa puede llegar a alcanzar tintes dramáticos por lo que respecta a la libertad que una persona (sea del género que sea) pueda tener para moverse (caminar simplemente), expresarse y tomar las riendas de su vida sin amenazas, coacciones o trampas del tipo que sean. Al final, cuando pretendes cambiar las reglas que te imponen, cuando pretendes deconstruir para ir creciendo, una se dice para sus adentros: “Me van a acabar dando una guantada, me van a llamar “furcia” y he terminado comprándome unos zapatos que no me hacían falta”.
En fin, creo en la palabra porque es inmensa, porque en ella caben todos los significados, todas las empatías y todas las denuncias. Alguien me dijo en cierta ocasión: -“El gran problema del ser humano es la comunicación”. Yo ya lo sabía pero había que andar, detenerse, mirar y darse un paseo por Recoletos para constatar que las semánticas de los poderes más ramplones pueden estrangularte en cualquier esquina.
Estrella del Mar Carrillo Blanco