«Manuales, teorías y otros problemas», de Rafael Herrera Ángel – Una reseña crítica de Sebastián Gámez Millán

«Manuales, teorías y otros problemas», de Rafael Herrera Ángel – Una reseña crítica de Sebastián Gámez Millán

Manuales, teorías y otros problemas, de Rafael Herrera Ángel

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A pesar de su juventud, estamos ante el segundo poemario de Rafael Herrera Ángel (Teba, Málaga, 1988), al que conocemos por Calendario de un extraño (Cáceres, Letras Cascabeleras, 2017), que obtuvo al Primer Accésit del II Concurso Literario de Relatos y Poesía “Letras Cascabeleras”. Tras licenciarse en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga (2010) y ejercer de profesor adjunto durante un semestre en la universidad estadounidense de Salisbury (Maryland), actualmente es profesor de Lengua y Literatura en un instituto público de enseñanza de secundaria y bachillerato en la provincia de Málaga. Ha publicado artículos y reseñas en diferentes medios y obtenido tres premios de poesía.


El título, que me recuerda a otros del que empleó de forma más magistral la ironía dentro de la llamada generación del 50, Ángel González (Lecciones de cosas y otros poemas (1997) o Muestra, corregida y aumentada, de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan (1977)), está en consonancia con la estructura interior, compuesta de cuatro partes: Ciencias exactas, Ciencias naturales, Ciencias sociales y humanas y Educación emocional.

Exceptuando la bella dedicatoria-homenaje a Antonio Machado, y el primer y último poema del conjunto, “Salutación” y “Último día de clase” respectivamente, todos los demás poemas van precedidos en su título por el término “Lección”: así tenemos “Lección de ingeniería”, “Lección de gravitación universal”, “Lección de antropofagia”, “Lección de marketing”, “Lección de irracionalidad”, “Lección de teología”… lo que, por una parte, le confiere unidad al conjunto de poemas y, por otra, una distancia irónica. Y más aún cuando no pocos de estos poemas versan sobre el amor, el deseo, el sexo… Por ejemplo, veamos esta muestra

Lección de lo cuantitativo/cualitativo

Tantas palabras, tantos números,
tanta partitura, tantos matices…
Y eras un lenguaje indescifrable,
un signo infinito, una tautología,
un anagrama donde nos leemos.
¿Qué de cierto hay entre dos
cuerpos que no se dicen nada?
¿Cómo medir el tiempo sin ti,
cómo se divide el espacio
si me invades en cada rincón?
Cuantificables fuimos tú y yo
y hasta la duda me incendia,
porque es error matemático
sumar dos cuerpos que fluyen,
porque, ya pronombres diluidos,
yo era más tú y tú eras más yo.

Confrontando la naturaleza de la vida con las ciencias, Rafael Herrera pone de manifiesto los límites del conocimiento, las desmedidas pretensiones, no de la ciencia, que reconoce a cada paso su ignorancia, sino del cientifismo, que aspira a medir o pesar lo que al menos de momento carece de medida. ¿Puede medirse el amor? “El verdadero amor es el amor sin medida”, decía San Agustín. Si un poeta es alguien que renueva y multiplica el significado de las palabras, estamos ante un poeta, un poeta al que resulta muy difícil parafrasear.

Posee la sabiduría de la inocencia. Quizá a más de uno esta afirmación le parecerá un oxímoron o una antítesis. Basta con observar la naturaleza para comprobar que no es así. Poeta intuitivo antes que racional: salvando las diferencias, más a la manera de Pablo Neruda que de Jorge Luis Borges, de César Vallejo que de Octavio Paz, de Claudio Rodríguez que de Caballero Bonald. Sin embargo, sabe cómo se construye un poema: con imágenes, con ritmo, con emoción, con juego y expresiones que golpean al lector y piden refugiarse en la memoria.

Lección de márketing

Es simple cuestión de etiquetas:
izquierda/derecha arriba/abajo
libertad/igualdad (y poca fraternidad)
delante/detrás café/té amor/sexo
terminardevivir/empezaramorir
la preverdad/la posverdad
yo/el otro yo (y algunos más)
Hablan de dicotomía y dualidad,
prefiero –raro de mí– los dobles:
dos pies para ir y regresar
dos ojos para reconocer
dos manos para tantear
dos cuerpos para una noche
dos corazones para continuar
con esta selección antinatural
de los que quedamos,
entre trincheras, sin etiquetar.

Sabe rebelarse con la palabra y renovar con la sabiduría de la inocencia lugares comunes. Mientras la crítica clasifica, la poesía desclasifica. De acuerdo con el imperativo de Rimbaud (“Hay que ser absolutamente moderno”), en otros poemas se aprecia más claramente su voluntad de ruptura con la tradición, su deseo de arremeter contra los límites del lenguaje, como diría Wittgenstein, su gusto por la poesía más experimental e innovadora, más cercano a mi parecer a las tendencias de la poesía hispanoamericana que de la española.

Lección de melancolía

En serio, quiero ser vanguardista:
quiero, por ejemplo, donar la retención de
mis impuestos
no a los gurús ni a los oradores,
sino destinarlo a los rupturistas,
a los que taladran el diccionario y la pared
para reventar los significados y las tuberías.
En realidad, quiero ser uno de ellos
y solo me acerco al tibio calor de la
revolución
cuando tomo café sin azúcar después de
explicar
a Góngora o aclarar cómo copulan los
verbos.
A veces quiero quemar toda la literatura
Y empezarla otra vez como hacer el amor,
como sujetos dos sujetos a nada sujetado,
siempre en el abismo donde vuelan los gallos
que me empujan a la carretera al amanecer.
De veras, quiero ser vanguardista con los
niños
para irme corriendo a donde iban los niños
antes;
pagaría mil sueldos para tener algo de
vanguardia
y al fin zarandear los años de la redención,
de la burocracia, de la buena educación
y tantear versos sin leerlos, solo en la
memoria,
y olvidarme de quien fui o soy o seré:
alguien con el primer impulso de una
vanguardia:
cansancio de todo.

Con una certera imagen sostenía Lázaro Carreter que “los poetas juegan al ajedrez sin tablero”. Y eso es lo que consigue Rafael Herrera por momentos, pero estirando y ensanchando los límites del lenguaje para decir lo que permanecía sin haber sido formulado. Si hay un tema que atraviesa todo el conjunto de poemas es la dialéctica entre la naturaleza y la cultura. Ortega y Gasset sintetizó esa aparente contraposición entre la vida y la razón fundiéndolas en su filosofía racio-vitalista.

A lo largo del poemario abunda el tono vitalista antes que el racionalista, si bien no podemos eludir la razón. Es una aporía: para criticar a la razón necesitamos la razón, no podemos desprendernos de ella. De todos los poemas vitalistas ninguno me ha alcanzado tanto como “Lección de efebolatría”, que por momentos me recuerda a Walt Whitman y al Lorca de Poeta en Nueva York, otros sabios de la inocencia, otros que sólo tenían ojos para la imperecedera maravilla de la naturaleza.

(…) Hay que perseguir sin más la bondad
y, si en la jungla de fuera sentís miedo,
sea vuestro espíritu el mejor refugio.
Ni hombres ni mujeres, sino jóvenes
sois, llenos de libertad y esperanza.
Ni pobres ni ricos sois si tenéis el mar,
la lluvia, parques para besar, miradas
cruzadas, atardeceres, y el viento.
Ni mejores ni peores, sino un mundo
sois, mundos que hacen el Mundo.
Amad, sin amparo de sombras y llanto.
Amad, porque el tiempo contará la vida,
pero el amor no se mide, se difumina.
Reventad vuestras almas, rebosadlas,
con todas las armas de ser humanos.
¿Por qué no celebrar la vida?
Si ahora empieza uno a entender
el pan, el agua, la amistad y el amor.
¿Cuál es el miedo? ¿La pérdida?
Si yo soy tú y él y ella y nosotros
y el pasado y el presente y el futuro.
Sois jóvenes y el vivir se os amontona.
Si basta un cuerpo para ser un mundo.

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Sebastián Gámez Millán

Categories: Crítica Literaria

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