Soledad silente
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La silente soledad silabea
incongruentes enigmas a mi oído ,
su sigiloso silbo me envuelve y rodea
con sus sierpes, que me amarran a la nada,
que me inmovilizan frente a la enervante
quietud, frente a la taciturna nimiedad.
Con sinuosos tentáculos dentellados
secciona mis ilusiones, absorbe
mi voluntad, mi ánimo, mis fuerzas
quebradizas, sumamente vacilantes.
Ante mis vidriosos ojos, el espejo
se fragmenta en pedazos punzantes,
que como dagas, caen clavándose
en el suelo, que se resquebraja
haciendo aflorar un vórtice fiero,
que ineludiblemente, sin más, quiere
arrastrar recuerdos, sentires, anhelos,
para sumirlos en el inane olvido .
La silente soledad silabea
incongruentes enigmas a mi oído,
su sigiloso silbo me envuelve y rodea,
sus sordos secretos se me revelan,
serpeando por vericuetos sinuosos
de mi mente y alma dormida.
Las palabras ahogadas, acalladas
por la soledad sonora, al exterior
se precipitan, por nacer pugnan,
por ser pronunciadas a porfía luchan,
se arremolinan a mi alrededor provocadoras.
Van perfilando complejas siluetas
léxicas, inconexas frases esclarecedoras,
que buscan incitarme a algo,
rescatarme sin más de algo.
Una mordaza de carmesí terciopelo
reprime y asfixia mis vocablos,
mis lágrimas sin quererlo los anega,
los amalgama y funde con lo íntimo
e impronunciable, con no confesados
sentires irrenunciables y únicos.
La silente soledad silabea
incongruentes enigmas a mi oído,
su sigiloso silbo me envuelve y rodea ,
me seduce con su susurro ensordecedor,
que eclosiona en mis tímpanos, entapona
mis oídos, anula mis abotargados sentidos.
Entre ese indescifrable torbellino,
una olvidada sombra surge de improviso,
se acerca, y con un cálido abrazo
arranca mordaza, ataduras y clavos
punzantes. Reconstruye a su paso
el biselado espejo, que de nuevo me refleja,
y mis manos liga con cadenas
de fragantes rosas y claveles.
El helador frío cede ante el cálido
y reconfortante abrazo del ayer
procedente , de la memoria rescatado.
Como Brunilda, del sueño despierto,
a la luz entrego los ojos entreabiertos,
ante la acción y la rutina cedo,
y, una vez más, me dejó por la vida llevar.
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Gloria Jimeno Castro