Tres miradas a través de la cámara – I / Michelangelo Antonioni. La poética de lo inefable – Pedro García Cueto

Tres miradas a través de la cámara – I / Michelangelo Antonioni. La poética de lo inefable – Pedro García Cueto

Tres miradas a través de la cámara – I / Michelangelo Antonioni. La poética de lo inefable

 

 

 

La obra de Michelangelo Antonioni sigue siendo, para muchos cinéfilos, una de las más valoradas que el cine italiano ha producido, por el hecho de hallarnos ante un cineasta que ha ahondado en la incomunicación del ser humano, a través de imágenes de singular belleza.

Obra de culto, sin duda, la de Antonioni, porque su cine es moroso, con escenas lentas, que exigen del espectador una especial paciencia, para conseguir ese milagro de la imagen creadora, la que nos lleve a considerar sus películas como esenciales en nuestro universo cinematográfico.

El director italiano nació en 1912, en Ferrara, un 29 de septiembre, creció en un ambiente intelectual donde triunfaba el fascismo italiano, pero el director se aleja de la simplicidad del fascismo, interesado por el cine, gracias a amigos que le acompañan en esa singladura que comenzó en los años treinta, con la sólida amistad de Giorgio Bassani y el filólogo Gianfranco Caretti, ambos del círculo literario de Ferrara, hombres que ya van abriendo la senda de la cultura en la ciudad italiana en un período tan difícil como el anterior a la Segunda Guerra Mundial.

Antonioni va a ser también un crítico cinematográfico de prestigio, en revistas como Corriere Padano, Cinema, Italia Libera y Bianco e Nero. En estas críticas el futuro director ya establece sus preferencias por un cine donde la estética, el estilo, sean los protagonistas esenciales. Por ello, Antonioni inició su carrera de director con esa idea, creyendo que el cine debe ser un lenguaje que recorre los sentidos, no un mero entretenimiento para la masa, su cine es ya un esfuerzo cultural, donde la intelectualidad está presente, para alumbrar la senda de un lenguaje que debemos descifrar (ya sabemos el poco diálogo que hay en sus películas), lenguaje que debemos traducir en los gestos (muy hieráticos, a veces) de sus personajes.

 

 

 

 

Un cineasta de la incomunicación

Antonioni se nutre del mundo viscontiniano, no en vano dirige el documental Gente del Po en el mismo lugar donde Visconti había realizado La terra trema, el mundo de los pescadores también está presente, para Antonioni hay un deseo, afín al neorrealismo, de filmar la realidad, tal como es, de dar vida a personajes anónimos, en su tristeza y en sus alegrías. La cotidianeidad de los personajes creados por Visconti en La terra trema, son también los que crea Antonioni en Gente del Po, son hombres de la ribera Emiliana, frente a los que dirigió Visconti en el pueblo siciliano de Aci Trezza.

La etnografía presente en ambos directores para crear un discurso antropológico del hombre, visto como un ser en sus costumbres, va perfilando ya dos carreras muy distintas, pero que encuentran cierta convergencia en la mirada al ser humano, una mirada atenta, escrutadora, minuciosa, de entomólogo.

No en vano, Antonioni ya había escrito un artículo sobre La terra trema en la revista Bianco e Nero, donde colaboraba.

 

 

Le Amiche

 

 

Le Amiche

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Le Amiche

 

 

 

 

Le Amiche

 

El cine de la incomunicación de Antonioni llega con una serie de películas donde el realizador plantea ya la dificultad del ser humano de encontrar una simbiosis en otros seres, como si cada uno de nosotros escondiese un universo intransferible, cuyo hermetismo imposibilita el descubrimiento del otro, naufragando ambos, el uno y el otro, en un mutismo, esencial en su cine.

L`Avventura (1959), La Notte (1961) y L`Eclisse (1962), son la cima de ese cine donde podemos ver la falta de comunicación de los seres, en un continuo ejercicio de miradas, que desvelan las inmensas soledades en que transitan sus vidas.

En estas tres películas, vemos a personajes que vuelven, inmersos en su vida gris y cotidiana, Claudia y Sandro, casados después de la escena de la pietà del final de La aventura, son el matrimonio Pontano que, tras la última escena de La noche, se separan en la primera secuencia de El eclipse. En definitiva, vivimos con seres que siempre son los mismos, vidas calcadas, donde la unión matrimonial va surcando la mediocridad, va generando un espacio de rutina y de aburrimiento, todo, por falta de comunicación.

Todo es un desencanto, parece decirnos Antonioni, porque sus personajes hilvanan sus vidas grises poco a poco, en un progreso inevitable a la muerte. En La aventura (rodaje muy complicado, donde ocurrieron multitud de problemas que sería muy extenso citar), Sandro y Claudia (Gabriele Ferzetti y Monica Vitti) viven la rutina sentimental de sus vidas, vemos el mar, la isla, el lugar donde pasan una temporada, vemos el paseo juntos, pero sin diálogo posible, donde Sandro escenifica el hombre que desea a la mujer, como cuerpo, pero ya no la ama, mientras que Claudia es la mujer que ya ha perdido el amor, como si el sexo solo fuese un eco antiguo que apenas fuese perceptible, por Sandro. La diferencia es clara, el hombre sigue sintiendo el deseo sexual, aunque ya no exista el amor, pero la mujer, perdido el vínculo afectivo, ya no siente nada, pasea con un desconocido, por un bello paraje, donde no hay palabras, solo los ruidos de las olas al chocar con el mar.

 

 

L`Avventura

 

 

L`Avventura

 

 

 

 

 

 

 

L`Avventura

 

 

 

 

 

 

 

 

L`Avventura

 

 

L`Avventura

 

En La noche, volvemos a ver a un matrimonio, los Pontano, Giovanni (Mastroianni) y Lidia (Jeanne Moreau), ambos envueltos en la falsa relación, una incomunicación latente que va pesando a lo largo de la cinta y que nos recuerda a Sandro y Claudia. Si Giovanni es el escritor que va a visitar a un amigo moribundo, Lidia es la mujer que deambula por la ciudad, aburrida, porque su marido no tiene nada que decir, viven ambos en mundos herméticos, tan diferentes que solo la rutina los mantiene juntos.

 

 

La Notte

 

 

La Notte

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Notte

 

 

 

 

 

 

La Notte

 

 

La Notte

 

 

 

La Notte

 

Aparece la fiesta en la segunda parte de la historia, con la figura de Monica Vitti, la actriz fetiche de Antonioni y pareja del mismo durante ocho años, como una fantasía para un hombre abrumado por su mundo literario, hombre deshecho en la rutina de su mediocridad, ser que solo ve personajes ficticios, que no entiende la vida y el precipicio que supone. Valentina, el personaje de la Vitti, se divierte en un salón vacío, es un personaje literario, una heroína sacada de las novelas de Fitzgerald, que anima la rutina de Giovanni, ser que no consigue escribir, hombre muerto en vida, por falta de inspiración, incapaz de trasladar al papel sus ensoñaciones literarias, ve en la mujer que baila en el salón una figura viva, más real que su mujer, la cual deambula por la ciudad, desvelando la gran soledad que padece.

Antonioni filma con La noche un tratado sobre el vacío de la vida, que culmina en El eclipse (fue Premio Especial del Jurado en Cannes), vemos de nuevo una obra tocada con la maestría de un observador, en una película, de nuevo, lenta, que va surgiendo en pequeñas secuencias para despertar al espectador del letargo vital. Pretende con la cinta acercarnos a un juego, de nuevo, Monica Vitti, ahora el guapo Delon, en una trama donde Vittoria (Monica Vitti) abandona a Riccardo (nuestro Paco Rabal), para iniciar un periplo por un mundo nuevo, mujer ciclotímica, que altera la felicidad y la alegría, ser que va despertando pasión y abulia, una mujer desequilibrada, donde la infancia y el mundo adulto conviven peligrosamente. Conoce a Piero (Delon) y establecen el juego de miradas (tan habitual en el cine de Antonioni, mucho más presente que el diálogo). Pero la relación tampoco triunfa, condenada a lo efímero, el mundo de los negocios de Piero se impone sobre la mujer, la cual se marcha, mientras el sigue en su despacho, condenado a sus hábitos y a su infelicidad. Los personajes se eclipsan, como el título de la película, porque no han sabido mantener la magia del amor, el encantamiento necesario para permanecer.

 

 

L`Eclisse

 

 

L`Eclisse

 

 

 

 

 

 

 

L`Eclisse

 

 

 

 

 

 

 

 

L`Eclisse

 

 

L`Eclisse

 

Un cineasta de la mirada

Concluyo diciendo que el director italiano, con una obra mucho más extensa que he querido condensar en la trilogía de la incomunicación, a la que seguirá la excelente, una de mis favoritas, Deserto Rosso, ya en color, establece un cine de miradas donde los personajes abren la senda de su vacío, seres que no saben encontrar el diálogo adecuado, para salvar las relaciones amorosas.

Con los rostros impagables de Mastroianni, Monica Vitti, Jeanne Moreau, Alain Delon, Gabrielle Ferzetti y luego Richard Harris en Desierto Rojo, el director italiano nos regala un cine que, pese a la lentitud de sus imágenes, planea sobre el alma de los personajes, en un afán de desnudarlos, en sus silencios y en sus breves conversaciones, son seres que viven para mirar, con el vacío de sus gestos sobre nosotros, nos plantean, sin duda, un interrogante, nos parecemos a ellos o no, la respuesta está solo en nosotros mismos. Hay que celebrar un cine que sabe ver el interior del ser humano, su grandeza y su miseria.

 

 

Deserto Rosso

 

 

Deserto Rosso

 

 

 

 

 

 

 

Deserto Rosso

 

 

 

 

 

 

 

 

Deserto Rosso

 

 

Deserto Rosso

 

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Texto: Pedro García Cueto

[Selección de las imágenes a cargo del Editor de Café Montaigne]

Categories: Cinematografía