Tres novelas de Sándor Márai – Fuensanta Niñirola

Tres novelas de Sándor Márai – Fuensanta Niñirola

Tres novelas de Sándor Márai

 

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Sándor Márai

 

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Sándor Márai, autor húngaro nacido en Kaschau (hoy Kosice, Eslovaquia) en 1900, rebosa similitudes con Stefan Zweig, no sólo en su biografía sino también en parte de su obra, que también trae remembranzas de Joseph Roth, o incluso de Thomas Mann. Centroeuropeos con muchos puntos comunes. Bien situado económicamente, su padre, abogado, le facilitó la posibilidad de viajar por Europa, donde residió en diversas ciudades, primero como estudiante -mal estudiante- haciendo una vida bohemia y más tarde redondeando sus ingresos con artículos periodísticos y colaboraciones literarias diversas. Cuando la dictadura de Horthy en Hungría, residió en París unos años, tomando una posición crítica, antifascista, y enviando artículos a su país, que le hizo crearse un público favorable a su retorno, estableciéndose en Budapest, donde ya empezó a escribir y publicar novelas, con gran éxito.
Al derivar Europa hacia el fascismo con la subida al poder de Hitler, Marai, casado desde los 23 años con una dama judía, a la que amó profundamente durante sesenta años, decidió que era el momento de partir al exilio. Desde allí escribió, en su diario, la siguiente cita:

«De hecho, los alemanes son magos. Han acertado a realizar el milagro de que cualquier ser humano decente espere honestamente y lleno de anhelo a los rusos, a los bolcheviques que llegan como libertadores».

Con la ocupación soviética de su país, fue declarado escritor decadente y burgués y sus libros fueron prohibidos. Llevó una vida itinerante con su mujer –mientras ésta vivió- hasta que acabó nacionalizándose estadounidense e instalándose, tras una estancia en Nueva York, en San Diego, California.

Allí, viejo, enfermo, solo, fallecida su esposa años antes, se quitó la vida pegándose un tiro, meses antes de la caída del muro de Berlín. Su obra es pausada, los largos monólogos y pensamientos nos provocan profundas reflexiones sobre la vida, su estilo es elegante y su pintura del mundo que le rodeaba en su juventud, un mundo grandioso pero en franca decadencia, nos sumerge en una especie de melancolía o de déjà vu que es lo que le asemeja a los grandes escritores centroeuropeos del momento.

 

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El último encuentro

El último encuentro es una novela corta, cuyo tema formal es el reencuentro de dos amigos después de cuarenta y un años de distanciamiento, físico y espiritual, después de haberse tratado como hermanos desde pequeños, cuando compartían internado en una escuela militar. Está ambientada en el imperio austro-húngaro, ya en decadencia, y las descripciones del antiguo esplendor de la familia, las cacerías, los bailes, el emperador, los menús y la colocación de los servicios de mesa…en un momento hay un cameo de la emperatriz Sissi, que pasa lánguidamente junto a uno de los protagonistas, que la admira por su delgadez y elegancia….en fin, que uno se introduce muy fácilmente en el contexto y se deja mimar por el lenguaje.

Lo curioso es que, de los dos amigos, el errante, digamos, el que se marcha, es un tal Kònrad, de origen polaco, de temperamento artístico, obligado a la carrera militar por la familia, de honorable ascendencia pero venida a menos, cuya descripción y la de su destino errante, Singapur y Malasia, y su nueva nacionalidad, la británica, nos produce un eco muy familiar.

La obra es un alegato a favor de la amistad. La amistad entre dos hombres, pero la amistad en general, también. Y ello nos lleva de nuevo a Joseph Conrad, cuyo tema tantas veces frecuentado es también la amistad, la fidelidad entre dos seres humanos que se identifican mutuamente, como remarcaba Montaigne en su delicioso ensayo Sobre la amistad que escribió basado en su amigo La Boêtie.

Como muestra, un botón:

“Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. (…) ¿Qué valor tendría la amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que busca recompensa? (…) Tenemos que soportar que las personas que amamos no siempre nos amen, o que no nos amen como nos gustaría. Tenemos que soportar las traiciones y las infidelidades, y lo más difícil de todo: que una persona en concreto sea superior a nosotros, por sus cualidades morales o intelectuales.”

Y aquí Márai se descubre como un magnífico observador de la naturaleza humana, deshojando una cantidad de reflexiones deliciosas y muy enriquecedoras, según va avanzando la conversación, que en realidad es un monólogo, un largo monólogo ante un interlocutor silencioso y asombrado, donde vamos descubriendo las sinuosidades del alma humana y los misterios de nuestra naturaleza, bajo una apariencia de normalidad y de perfecta corrección. Lógicamente hay una mujer, -casi siempre hay una mujer…-también encerrando un misterio. En realidad hay varias mujeres: la madre francesa, la nodriza que le acompaña desde la infancia hasta la vejez, la esposa…En un mundo fundamentalmente masculino, el mundo militar, del honor, de los valores viriles, el mundo del padre, el del protagonista y su amigo, que les arropa y a la vez les aísla del mundo exterior, del que Kònrad trata de escapar, primero centrándose en la música y en el arte, y luego en las tierras lejanas de los trópicos, huyendo de una culpabilidad que es imposible de borrar . La culpabilidad: otro clásico tema conradiano, que aquí también aflora entre las divagaciones del protagonista.

Pero Márai se concentra, en esta obra, en las reflexiones del protagonista principal, y aunque el relato está contado en tercera persona, la mayoría del tiempo el protagonista está hablando o pensando, y por tanto en primera persona, con lo que hace muy fácil o identificarse con él, o, al menos, implicarse, como si nosotros fuéramos el contertulio a quien van dirigidas todos esos monólogos. El otro, el amigo, sólo aparece como un receptor de la discursividad ajena, con lo que nosotros los lectores, ocupamos su lugar con facilidad. El amigo calla. Escucha, asiente o niega, pero es un mero oidor. Son las reflexiones del protagonista principal las que soportan el peso de la historia. Y el final, al que se dirige toda la explicación, queda en el aire, a la espera que el lector, que también es un oidor, decida cuál ha sido la culpa y el pecado de quién. Que en realidad no importan. Lo que importa es cómo se llega a ello, las reflexiones que se encadenan hasta llegar a una conclusión. El tiempo ralentiza las emociones, y proporciona la ocasión para analizar las relaciones humanas, el amor, la amistad, el honor, la traición, la cobardía y el valor.

Es una novela que tiene una edad para leerla y comprenderla de lleno. No es novela de juventud, sino de madurez. Hay obras que puede leerlas cualquier persona a cualquier edad; pero hay otras que son más propias de una edad que de otra. A un joven, lógicamente, no le preocupa la muerte ni la vejez, ni la enfermedad, salvo contadas excepciones enfermizas. Pero a partir de los cuarenta o los cincuenta, las personas comienzan a hacerse reflexiones sobre su vida, sobre su pasado, sobre los errores cometidos y sobre el paso del tiempo. Y aquí Márai entra a fondo y nos sirve en bandeja de plata toda una espléndida meditación que nos llega al alma.

 

 

 

La herencia de Eszter

Es ésta una novela corta, en la línea de El último encuentro, pero despojada de tanto detalle como en la otra puede llegar a abrumar. También aquí se trata del reencuentro de dos personas, en este caso hombre y mujer, Lajos y Eszter, cuya antigua ligazón amorosa se rompió tras el casamiento de Lajos con Vilma, la hermana de Eszter. Permítaseme citar la descripción que J.M. Lassalle hace en su reseña, del estilo y los personajes del mundo de Márai:

Un discurso melancólico y refinado, provisto de un esteticismo contenido que sirve a una voz elegante que se articula a través de personajes que parecen vivir atrapados por su pasado (…) Descritos por Márai como seres arrinconados, sumergidos en un parálisis emotiva que los hace vivir suspendidos en medio de un paréntesis que se eterniza en el ayer, sus personajes permanecen en los márgenes de una realidad que no desean asumir, hasta el punto de sobrevivir en medio de santuarios personales desde los que eluden cualquier contacto con un mundo que perciben hostil hasta que éste, precisamente, acaba entrando de manera brutal en ellos. [1]

 

Prácticamente no hay acción; Eszter, ya muy vieja, recuerda los hechos: el aviso y la llegada de Lajos, después de veinte años sin contacto, a la vieja casa con jardín donde Eszter vive su soltería, ya empezando a ajarse, acompañada de una anciana, Nunu, y visitada cada domingo por su hermano Laci, y sus entrañables amigos Tibor y Endre, hábito que sumado al resto conforma la vida de esta mujer, adaptada a una pobreza y escasez sin deseos ni ambiciones, salvo una profunda, muy profunda y pequeñísima esperanza latente en el fondo de su corazón.

Tras el anuncio del retorno de Lajos, Eszter rememora con cierta inquietud su pasado, el pasado de su familia y el de este hombre, su amado, al que describe como un torbellino, un seductor que a todos atrae para su propio beneficio, un vampiro que absorbe la sangre y las riquezas de cada uno, y que consigue que, pese a reconocer su mal comportamiento y lo irracional de la decisión, parientes y amigos, hombres y mujeres se le rindan y le ofrezcan sus pertenencias, incluso sus vidas. Y no es que sea malvado, porque no lo es, es un personaje que vive al día, hoy aquí y mañana allí, arrastrando a su familia o apartándola cuando le molesta, llevando y trayendo a sus hijos según le conviene, usando a unos y a otros para que le saquen de sus apuros; pero a todos trata con simpatía, con alegría, a todos hace creer que son los mejores del mundo, que los ama, que los necesita, y sus mentiras compulsivas son inevitablemente creídas, aunque todos saben que no es verdad y que su mundo es una ficción.

Es tan real, hemos visto esto tantas veces en las propias familias, y en amigos a los que, desde fuera les aconsejamos que abandonen esa relación, y vemos como caen y caen en ella…por amor. Hay personas que por su manera de ser atraen a los demás, a pesar de saber de su iniquidad y todos le sonríen, le ofrecen lo que tienen y… le dejan marchar.

Incluso podría tomarse como una parábola social, de aquellos líderes carismáticos de los que todos saben que, como buenos políticos, mienten, pero a todos sonríen y sin embargo los ahogan (fuertes impuestos, medidas económicas catastróficas, decisiones arbitrarias, relaciones internacionales disparatadas…) y a pesar de todo, sus fieles seguidores, con la sonrisa en los labios, le siguen apoyando y manteniendo con su dinero, autoengañándose, convenciéndose de que no es malo, de que en realidad las cosas han venido así.

Volviendo a Márai, en esta breve narración, contada con su prosa siempre elegante, nos parece que arranque un pedazo de nuestras vidas. Incluso consigue que nos sintamos atraídos también por Lajos, hasta el punto de perdonarle todo y comprenderle.

 

 

 

 

La mujer justa

Sándor Márai publicó esta novela en dos épocas fuertemente diferenciadas: la primera, que comprende los dos primeros monólogos, escrita antes de la guerra y publicada en el 41, en Hungría, cuando la guerra aún no le había tocado de lleno. La segunda, que compone el tercer monólogo, la escribió en su exilio italiano en el 48, cuando la guerra y la postguerra habían hecho sus estragos en Budapest y en su gente. Y en el mismo Márai, que fue enormemente impactado en su ánimo por las terribles situaciones que hubo de vivir y presenciar. Es decir, que tras la guerra, modificó la novela ya publicada, que constaba del monólogo de Marika y el de Péter, añadiéndole un tercer monólogo, el de Judit.

Como todas las novelas que han sufrido alguna modificación, queda algo coja. Es decir, que el resultado, en mi opinión, no es redondo. Hay demasiada diferencia entre los dos primeros monólogos y el tercero. No sólo en lo que se cuenta, sino en el modo de contarlo. Márai es recurrente en sus temas. Dicen que los artistas siempre pintan el mismo cuadro y los escritores siempre escriben el mismo libro. Pues bien, cuando lees esta novela oyes ecos que te recuerdan a otras suyas.

¿Qué se nos cuenta aquí? Si nos quedamos en la superficie, se podría resumir el tema diciendo que se trata de un triángulo amoroso; todos sabemos en qué consiste. Pero este triángulo es muy especial: no hay adulterio aquí, es más bien una idea la que se interpone entre ambos, una idea de culpa, de algo no resuelto, una cuestión de honor. ¿Por qué La mujer justa? Porque el protagonista busca a la mujer adecuada, a la ideal, pero nunca acaba de encontrarla, parece que siempre le falte o le sobre algo: es él quien no es el hombre justo, el adecuado. Él, que simboliza una clase social en trance, un modelo de sociedad que se está derrumbando con la guerra, pero por otra parte, tampoco el modelo social que se presenta como paradigma resulta ser el justo, el adecuado, como Péter comprueba en su segundo matrimonio.

Marika comienza su primer monólogo, contándole a una amiga cómo conoce y se casó y vivió durante años con su marido Péter, y las desgraciadas circunstancias posteriores. Sin embargo, ella le ama, y le ama profundamente. Pero descubre que su marido, que en ningún momento le ha sido infiel, que es un marido modelo, que es un señor, es incapaz de soportar ese amor, y siente sobre sí una culpa de algo que Marika trata de descubrir.
Péter, ingeniero y empresario, hombre elegante, educado y correctísimo, cuenta a otro amigo en su monólogo la misma historia, desde su punto de vista; como algo, durante toda su vida, algo que no hizo en su momento, se interpone entre los dos. Y cómo hace esfuerzos sobrehumanos para sobreponerse, pero es inútil. Sabemos que ese algo es Judit, de la que no hablaré demasiado para no impedir la emoción de la lectura. Hay en las historias de ambos otros personajes, pero sobre todo, un misterioso amigo de Péter, un escritor, Lázár, que juega un papel importante en su vida, en la vida de ambos, finalmente: es como un catalizador, otro algo que empuja a los personajes a decisiones que de otro modo quizás no fueran capaces de tomar.
Hasta aquí, la novela es emocionante, se lee de un tirón y a pesar de que aparentemente podría parecer algo lenta por la forma del monólogo, no lo es. De hecho, el que el personaje se dirija a un interlocutor, hace muy fácil identificarse con éste y de hecho, nos convertimos en el oyente del autor, escuchamos sus confidencias.

Hemos dicho que, aparentemente, es la historia de un triángulo amoroso; pero ¿Qué hay tras esa primera capa de barniz? Porque Márai no es un autor superficial, entre líneas nos está contando varias historias más. Márai nos habla de la burguesía, de la clase social a la que pertenecen el protagonista y su esposa, en una época en que ser tildado de burgués podría considerarse un insulto. Los años de entreguerras son años del triunfo de las ideas marxistas en Rusia, y su popularización en toda Europa; los intelectuales hacen de ellas su caballo de batalla. Pero Márai, que es un intelectual, ve también el otro lado de la moneda. Él, que pertenece por nacimiento y por educación a la burguesía, ve a la burguesía por dentro y su crítica llega a ser terrible, a pesar de que es a sí mismo al que está criticando. Según expresa por boca del amigo escritor, Lázár, los artistas, aunque surgen de la burguesía, son críticos respecto a ella, y respecto a cualquier otra clase social.

Aquí Márai lanza sus cargas de profundidad, que hacen tambalearse todo el universo, como se tambaleó la sociedad centroeuropea con el estallido de la guerra. Analiza, disecciona la sociedad desde los distintos puntos de vista, pero sobre todo la sociedad que le ha visto nacer y a la que, por otra parte, él se siente honrado de pertenecer. Es una crítica que a la vez lame la herida, una crítica terrible pero noble. Porque Péter siente como un honor su posición, a la vez que se siente culpable. No puede evitarlo, está en su naturaleza.

Realmente, con estos dos monólogos, la novela estaba completa. No hubiera necesitado una tercera parte. Pero quizá Márai, tras haber sufrido todo lo que sufrió en Budapest, se sintió necesitado de expresar ese sufrimiento, de exorcizar sus demonios y lanzar fuera de sí aquellos terribles días de caos y horror. Y eligió al personaje de Judit para protagonizar el tercer monólogo: Judit, que no pertenece a la burguesía sino a la clase más baja, y que pasa parte de su vida de sirviente. El error, en mi opinión, está en el brusco cambio, difícil de asimilar por el lector, de la posición social de Judit. De sirvienta pasa a señora y de la noche a la mañana, poco más o menos, aprende a comportarse, aprende todo el bagaje cultural, y casi acaba por pensar como una señora. Digo casi porque realmente ella no entiende nada, repite como un lorito lo que ha aprendido, pero no sabe realmente el calado de la nueva posición que ha de adoptar por su matrimonio. Sigue siendo, en el fondo, la campesina que vino de la tierra, oliendo a heno y a patatas. Una nueva rica que se ríe de los ricos, pero a la que le gusta la riqueza.

Pero lo que este tercer monólogo nos retrata, y de un modo, a mi entender, un tanto desequilibrado, porque por una parte (parte que resulta aburrida, francamente), es la mirada radical de la sirvienta sobre sus señores, y por otra, casi sin mediar relación, pasa a hablarnos del asedio de la ciudad, de los bombardeos, de la suciedad, el hambre, la supervivencia en una ciudad sitiada, donde los puentes ya no existen y han de cruzar el Danubio en barcas, como sus ancestros, y donde la rapiña y el despojo se ha convertido en lo cotidiano, es visto como algo natural entro los habitantes de una ciudad que fue grande, que fue la segunda del imperio austrohúngaro, y que ahora es un montón de ruinas humeantes. Esta parte es francamente interesante; lo que la estropea un tanto es la voz de Judit. Porque es Márai el que quiere hablar pero con esa voz le salen gallos, estridencias.

En fin, esta es una novela que los seguidores de Márai deberían leer, con ciertos reparos, pero mi sugerencia es que los que no han leído nada de este autor sería recomendable que empezasen por otra obra, por ejemplo, El último encuentro, o quizás por la propia autobiografía.

 

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Fuensanta Niñirola

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Notas

  1. http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article_id=633

        2. Sándor Márai. El último encuentro. Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A., Barcelona, 2000. ISBN: 9788478886012.

        3. Sándor Márai. La herencia de Eszter. Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A., Barcelona, 2000. ISBN: 9788478885671.

        4. Sándor Márai. La mujer justa. Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A., Barcelona, 2005. ISBN: 9788478889372.