Un plagio muy particular
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Un plagio muy particular
Cada pequeño relato hacía que se encandilara más. Siempre quiso escribir como lo hacía él, por eso no dejaba de asombrarse.
—Cuéntame una historia de un oficinista en cien palabras.
—Lo siento, cariño, esas son pocas. Necesito algunas más.
—¿Te parece 150?
—Perfecto.
Y comenzaba a redactar. A mano, con bolígrafo negro, siempre negro. En apenas diez minutos tenía medio folio con justo ¡150 palabras! No lo comprendía. Pasaba la historia a Word, pestaña de Revisar, siguiente Contar palabras. Allí estaba, clavado, ni una más ni una menos: ciento cincuenta.
Le puso nombre: “Pocas palabras”, guardó el archivo y lo mandó al periódico local que cada fin de semana publicaba microrrelatos en la edición impresa y, claro está, apareció al siguiente sábado. Justo en el centro de la página.
Recortó el micro para archivarlo. Al volver a leerlo tuvo una gamberra idea: enviar a Café Montaigne el presente escrito suprimiendo cinco palabras, no estaba dispuesta a ser tan perfecta como él, lo ilustró con una fotografía de ella contemplando un díptico enigmático donde aparecía blancas figuras entrelazadas en extraños escorzos con la esperanza de que se lo publicaran. Justo antes de remitirlo tuvo la delicadeza de firmar con el nombre del autor.
“Grité y grité hasta quedarme ronco. Los compañeros huyeron a los pocos segundos sin comprender el motivo de una conducta tan extraña, sobre todo viniendo de mí. Cuando quedé en silencio bebí el resto del agua que me quedaba en la botella. Continué con el documento que había empezado a informar, acabé con el excel donde se reflejaban los dividendos de la primera mitad del ejercicio, realicé las transferencias pendientes de la semana, reciclé los papeles que habían servido de borradores, redacté varios correos, escaneé lo que me había pedido mi jefe inmediato pero no pude contestar la llamada de teléfono entrante porque no tenía voz. De niño me enseñaron a decir siempre la verdad y yo, desde pequeño, nunca miento. Cuando me hice mayor aprendí que había cosas que nunca se deben contar. Hace tiempo que apenas hablo. ¿Y todavía no comprenden el motivo?”
Ahora espera impaciente la revista digital para, al menos, observarse de espaldas mientras intenta recordar los cinco vocablos que eliminó cuando escribió “Un plagio muy particular”.
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Antonio Villalba Moreno