Un pueblo de cuento
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De cuantos pueblos hemos tenido la suerte de conocer, Ceský Krumlov, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es uno de los más bellos. Rodeado de una naturaleza exuberante, después del viaje, tomamos tierra en unos jardines que desembocan en el Castillo-Palacio, que se eleva sobre el pueblo y que, tras el de Praga, es el conjunto más grande de la República Checa, y un significativo monumento de Europa Central. Además de osos muertos a modo de alfombras y otros vivos, desde sus ventanas se perciben hermosas vistas del pueblo.
Sobresale del casco histórico por su altura esa aguja que es la torre neogótica octogonal de la iglesia, que se alza sobre los tejados rojos de la mayoría de las casas. Circundado por el río Moldava, que deja la mayoría de las casas en una península abrazada de agua, se comunica con el Castillo-Palacio y otras partes de la comunidad a través de tres puentes. A pesar de que es un pueblo pequeño, no le faltan detalles: por las aguas del río desfilan canoas y botes; si alguien prefiere natación, patinaje, tenis, equitación o bicicleta, también puede encontrarlo.
Música se puede escuchar en la iglesia. Tampoco faltan museos. Quizá el más importante sea el Centro de Arte Egon Schiele, dedicado a uno de los de los artistas del pasado siglo que más se autorretrató y que con sus figuras sensuales y atormentadas, abrió nuevos caminos a la pintura. También hay otras galerías, museo de cerámica, de fotografía, de tortura, de cera y algo típico de la cultura checa, museo de marionetas.
Quienes viajan a Praga suelen visitar Karlovy Vary, la ciudad balneario, rodeada de una frondosa naturaleza y lujosos hoteles que ha tenido entre sus huéspedes a escritores como Goethe y Schiller, a músicos como Beethoven y Chopin o a científicos como Freud y Marie Curie. Sin duda es hermosa, y si disponemos de tiempo es recomendable visitar ambas. Pero dado que la vida es finita, estamos condenados a elegir, y elegir es renunciar. De cuantos lugares giran en la órbita de Praga dudo que haya alguno tan pintoresco y bello como este pueblo de cuento.
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Sebastián Gámez Millán