«Vivir es un asunto personal», de Rafael Soler – Una reseña de Pedro García Cueto

Vivir es un asunto personal, de Rafael Soler [Reseña]
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Vivir es un asunto personal, de Rafael Soler [Reseña]
Rafael Soler avanza como si el tiempo no existiese, envolviendo su prosa en un espacio de luz donde se quema la libélula pero él, incandescente, se salva de nuevo. Novelista y poeta de ya largo recorrido, llega ahora Vivir es un asunto personal, donde reúne todos sus poemas aparecidos en libros y que ha editado Olé libros, poderosa editorial que avanza imparable en nuestras letras.
De Soler se pueden decir muchas cosas, ingenioso, hombre de poderoso lenguaje que sabe transmitir cuando está frente a uno esa energía que el tiempo le ha dado. En su poesía y en su prosa, tanto en sus libros de poemas como en sus novelas, Soler expresa a través del lenguaje todo un paisaje emocional, son fogonazos de luz que ciegan pero que después, cuando se amaina el destello, son remanso y placidez en nuestra retina.
En Vivir es un asunto personal, Rafael Soler aparece en el espejo del tiempo, dejando libros que nos abrazan, que tienen la energía de un golpe que se transforma luego en llamarada. De Los sitios interiores (Sonata urgente), escrito en 1980, podemos ver ya la música de su poesía. Escojo, como botón de muestra de un poemario intenso y emotivo, el poema II del apartado cuatro, titulado “Adagio”, cuando dice:
“Vierto mi risa, prevalezco, / atónito contemplo este fluir, río de años, / horóscopo fatal que dice sagitario / y nunca adivina lo que fui: / propenso a la nostalgia / y viajero empecinado en rutas interiores / atento al vómito lunar del calendario”.
Ya en estos versos se define el poeta, la nostalgia que lleva consigo, el asombro ante la vida, como si fuese siempre un espacio donde uno bracea para salir a flote en la inmensidad del mar del tiempo, pero también ese afán de buscar en lo profundo ese ser que quiere encontrar su apariencia real.
Todo en la poesía de Rafael Soler nos conduce al asombro de vivir, al destello de un paisaje emocional que se transmite en el lenguaje, como si fuera una filigrana. No es la poesía de Soler el ripio habitual sino la sorpresa, el hallazgo, la voz que se despierta en la amanecida.
A través de los movimientos musicales traza Soler en este primer libro una sinfonía, una orquesta de voces interiores que abren el mundo en una sonoridad que no podemos eludir.
En maneras de volver (2009) camina el poeta valenciano hacia el lenguaje, como si fuese un amanuense que va descifrando el código de la vida. Hay en el libro un ritmo que parece una secuencia, como si Soler filmase su propia poesía, la fuese visualizando en destellos cinematográficos. Cito el poema “Armas de seducción”:
“Un escote pausado y sin riberas / un brindis en el baño / una canción que no pida nada a cambio / otro escote esta vez deliberado / algo de brillo / soltura con las piernas y las puertas / un reproche escondido / una risa de estreno / y la palabra jamás al entregarlo todo”.
Todo está en estos versos, el deseo: “un escote pausado y sin riberas”, la renuncia: “una canción que no pida nada a cambio”, la provocación: “otro escote esta vez deliberado”, el rencor: “un reproche escondido” y la entrega que es también ofrenda pero que al final se esconde en un ser que da, pero se repliega en su hondo sentimiento de ser y no ser en realidad: “y la palabra jamás al entregarlo todo”.
Hay en el libro ese deseo de entrega y de renunciar a lo que se da, porque vive siempre la extrañeza del yo, el ensimismamiento del poeta, que ofrece, que regala, pero que a la vez vive inmerso en su interior.
En Las cartas que debía (2011), Rafael Soler sabe que solo se puede vivir si se ama y que hay que rendir cuentas con el tiempo, que debemos encontrar la serenidad del ser amado, recostarnos en él y vivir plenamente, sin rencores ni renuncias.
Cito el poema “Callado el corazón, ausente mi garganta”, donde se escucha el latido de su poesía en estos versos:
“Lugar sin luz acaso / bajo un cielo de piedra me acomodan / a la espera de las caricias sin aplauso / y parece / por las voces que no escucho / y el viento que se acopla / que de un tercio quedaré nublado / y del todo conmigo abandonado”.
Late en el poema una idea matriz que pesa en su poesía, que recorre sus versos, se trata de la renuncia a ser entendido, porque pese a darlo todo siempre vive el ser que está en brumas, escondido en sus sombras: “y del todo conmigo abandonado”.
Sin duda alguna, la poesía de Soler es también un abrazo a los demás, para que tras un lenguaje que suena y estalla, los demás podamos entender la eterna contradicción en la que vive el poeta. Y cuando dice “bajo un cielo de piedra” creo ver ese inmenso azul celeste donde Dios nos va dejando, solos a la intemperie y al frío de la noche, sin entender el porqué de nuestra caducidad humana. Late en Soler una poesía existencial, que pregunta sobre la vida y su sentido y adónde vamos en realidad después de la muerte, como si la estela de Rubén Darío volviese para iluminarnos con su llama poética.
En Ácido almibar (2014) las imágenes como poemas logran que veamos esa cinta terminada, porque Soler es el montador que une escenas como pensamientos. Cito el poema “Siempre fuimos tres”:
“Cosa de dos amor lo nuestro / por terceros atados a pespunte / yo contigo / tú conmigo a veces / y del brazo encaramados los terceros”.
La relación a dos, el encuentro y el desencuentro viven en el poema, porque el amor es también un universo que se va descubriendo en camas y besos de mañana, pero también en los momentos de silencio y de distancias. El número tres se repite en el poema “A la voz de tres y acción”, donde oímos el sonido de los cubitos de hielo:
“En vaso ancho y mucho hielo / cualquier licor pierde la vida / por verte aparecer”.
Magnífica forma de dar vida al licor porque este también es confidente del ser que encuentra en el líquido su confesión. La seducción siempre está presente en la poesía de Rafael Soler, porque solo aquello que se intuye es verdadero y la mera aparición de lo real ha de ser entendida desde el deseo. Me viene a la memoria cuando el gran Aute dice: “no te desnudes todavía”, solo así podemos ser reales, con la intuición del beso, con la imaginación que nos produce el amor futuro.
Y llega Las razones del hombre delgado (2021), asombroso libro, recién aparecido, donde convive lo real y lo imaginado, lo vivo y lo muerto, un libro que destella luz entre las sombras. Cito a modo de ejemplo el poema que inicia el apartado titulado “de tal manera usted en calidad del otro”:
“Imposible caer en lo más alto / para empezar de nuevo / acuérdese / usted que tanto escribió / cuando escribió / ahora que alzándote las nalgas / a un vacío sin fin te precipitan”.
De nuevo el deseo, y una eterna contradicción: caer en lo más alto y empezar de nuevo, indudablemente, sin desvelar el argumento de este último libro, estamos de nuevo en una idea esencial en la poesía de Soler: somos seres en derrota, que nos abrimos al mundo para replegarnos de nuevo en nuestro ser ensimismado.
Acompañan a este magnífico tomo, poemas reunidos, escritos entre 1978 y 2021, de entre los que quiero escoger el poema “Cuando anochece callé al derramar el vino”:
“La poesía ha de ser contemplativa / una suerte de búsqueda discreta / en el corazón del tiempo / allí donde repose la verdad”.
Concluyo aquí, porque es cierto lo que dice el poeta: poesía como búsqueda y quizá como sueño donde perecer al final, pero viviendo el instante que la vida nos regala.
Hay mucha lucidez en este libro, en esta poesía reunida y un afán de ser y no ser, de asombrarse ante la vida, porque Rafael Soler sabe ya que todos perdemos al final, pero en el camino podemos ser dioses de nuestro tiempo vital. Gran poeta, sin duda alguna.
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Pedro García Cueto
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Nota
Rafael Soler. Vivir es un asunto personal. Olé Libros [Poesía – Colección «Vuelta de Tuerca»], Valencia, 2021. ISBN: 978-84-18759-11-6.
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