Como una libélula en la jungla urbana – Acerca de «Bosque», de Virginia Fernández Collado – Ismaël Diadié Haidara

Como una libélula en la jungla urbana – Acerca de Bosque, de Virginia Fernández Collado
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Como una libélula en la jungla urbana – Acerca de Bosque, de Virginia Fernández Collado
Hay una tensión entre autoría y anonimia. Mallarmé habla de la desaparición elucotoria del autor. Sueña con una palabra que toma cuerpo más allá de la identidad como lo recuerda Andrés Sánchez Robayna. Sólo con esa anulación del sujeto se llega a lo que Valente llama “la indeterminación infinita”, “la infinita libertad”. Escribir más allá de un yo restrictivo y fantasmal ha sido el gran sueño de Valente. La carencia de solidez del sujeto en Valente coincide con la el anonimato del lenguaje en sí mismo. Llega a un punto cero, a una ausencia de firma a la que pretendía Mallarmé y que acabará por teorizar Michel Foucault en Les mots et les choses. Heidegger dice “La palabra del poeta nunca es la suya propia y su propiedad”. Pero no nos equivoquemos. El deshojamiento del sujeto en Valente no es sólo la búsqueda de la ausencia del autor frente al texto que deviene en él sin ser de él, Valente no busca como Walter Benjamin un libro de cita en que se omite los nombres de autores, o como Paul Valéry quien siguiendo a Mallarmé ideó una historia de la literatura sin firmas o de un Juan Ramón Jiménez quien llegó a sugerir hacer periódicas publicaciones de poemas sin nombre ninguno de autor. Estas aspiraciones de un texto absoluto, sin la firma de un autor, es una realidad en otras culturas. En África y en mil partes del mundo, un cante, un cuento, un proverbio no tiene autor, la firma de un sujeto; son textos que germinan y circulan. El anonimato en Valente tiene sus raíces en la Guía Espiritual de Miguel de Molinos. Es el deshojamiento del yo, la conquista del vacío, el desierto, el fanâ` de Ayn al-Qudhat al-Hamadâni. Sólo este vacío permite recibir y transmitir la palabra divina en Molinos, poética en José Ángel Valente y antes, en Valle Inclán. Valente busca la Nada para dar un lugar al Ser. En la más nítida noche se encuentra la claridad del decir en él. Giorgio Agamben indica que en la versión latina antigua se dice en el Evangelio de San Juan que “lo que fue generado en él, en el verbo, será la vida” – quod factum est in ipso vita erat. Y en la vida era la luz de los hombres. De aquí es el poeta quien engendra la vida a través de la palabra. El amor está para los trovadores en el acontecer de la palabra poética. Donde germina el cante allí el trovo encuentra el amor. Para dar con lo vivido en el amor, hay que encontrar lo poetizado. Van de la mano. La poesía contemporánea ha hecho de la palabra un puro significante, vacío de todo contenido. Sin embargo, no se puede separar lo vivido de lo poetizado. Lo poetizado crea, hace que la luz sea en lo vivido. En lo poetizado está lo vivido; el contrario no se excluye tampoco. San Juan sigue válido, Dante también. Dante anuncia en su terceto poético “i mi son un che quando amor m’inspir noto”. La idea del poeta sometido al dictado de la musa está aquí. El poeta en Dante es el tercer excluido, recibe el dictado y obedece. No es un yo creador por sí mismo. En otra parte el poeta se encuentra en el cante de los pájaros. Se reconoce pájaro. Siempre el lenguaje de los pájaros ha fascinado al hombre. Giambattista Vico y Rousseau piensan que la poesía nace por imitación del cante de los pájaros. San Juan de la Cruz centra su poética sobre el ave fénix. La Cantiga CIII de Alfonso X el Sabio habla del pájaro imperecedero. Attar, del Canto de los pájaros. El pájaro está en el centro del imaginario de muchos pueblos de África. El cante del ave anuncia la alegría y la pena, es de mal augurio o llega con la esperanza, como la paloma del arca de Noé. ¿Se puede entender a Valente sin el puro canto del amor que suspira como un pájaro en el alba? El poeta, excluyéndose ha dado su voz al pájaro. ¿Podemos hablar por eso de la ausencia del yo dónde se da el poema?
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En una variación sobre el poeta Matsuo Bashô, escribe la poeta Virginia Fernández Collado: “Gran parte de la poesía de Bashô está inspirada en la naturaleza, pero no la naturaleza como concepto, sino como forma de vida. Matsuo Bashô estuvo gran parte de su vida viajando como un errante. Su poesía expresa el aquí y el ahora en un desprendimiento del yo.” Más de una vez hemos hablado de la ausencia del yo, tiene propensión a eliminar el yo, a escribir poemas sin el sujeto escribiente, el yo presente, dejando la naturaleza hablar. Depredador que publica en la colección máquina de escribir no es sin embargo más que la vasta aventura de un yo naciente en el infinito de la naturaleza. De hecho, los grandes acontecimientos pasan, sigilosos, sin flautas ni tambores; hacen las revoluciones sin necesidad ninguna de sangre y fuego. Escuchando a Virginia Fernández Collado, tengo el sentimiento de vivir un gran acontecimiento, el de una poeta y de una obra. En ellos se trama una geometría de las pasiones y un juego de correspondencia en la naturaleza. La nieve, el frío, la tristeza y la soledad van de la mano. El vacío hace reflejo al ruido urbano y el bosque a la inocencia primera del vivir poético que va variando según las estaciones de la tierra y del corazón de la poeta, hecho a su medida. Una gran poeta ha nacido para el mundo de las letras hispanas; como todo alumbramiento, vino con un largo tiempo de gestación tejida por el amor al arte. Ese arte, la quiere encaminar hacia la ausencia de ella misma, ejercer el arte sin el yo, insertarse en el sueño de Mallarmé y de Juan Ramón Jiménez entre otros, el sueño de un libro sin sujeto.
Hay una fuerza en toda gran obra poética, la de la vida. Dicha fuerza está en los montes de Bédar y en la obra de su poeta. Virginia Fernández Collado nos enseña que hay más que el hombre sobre la tierra, pero nada puede contener toda la tierra más que un poema y el corazón desde donde brota. Un poema no se explica. Hay simpatía o no la hay. Habla a su lector o calla, sin más. Hay que aprender a escuchar a Virginia como se aprende a descifrar el lenguaje de los grillos y de las ranas, el vuelo de los pájaros y la metamorfosis del viento cuando hay bochorno y cuando va llover. La escucha es la mitad de la comprensión, de la sensación y de la simpatía. A Virginia no se la lee, se la escucha.
Saber escuchar es saber recibir. Virginia en su poesía da algo de su alma a través de un registro lexical más mineral y floral que animal. Habla de los animales, más de nosotros que de aquellos del bosque para expresar matices semánticos del miedo, miedo de una niña en la jungla urbana, estados de ánimo al fin y al cabo de una persona que busca en el amor su salvación y en el amor descubre tantos depredadores. De aquí otro registro, la soledad de una mujer que sabe que nosotros animales urbanos, estamos condenados a estar solos. El miedo, el amor o la soledad no son más que unos temas de este libro que tiene tanto como el corazón humano puede abarcar. El paisaje lexical de Virginia es rico. Su paisaje es de los montes de su Bédar natal, de su mar y de las nieves de cualquier sitio que visitó en sus andaduras por el mundo.
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Virginia Fernández Collado nació el 17 de septiembre de 1977 en Bédar (Almería). Inicia en 1982 sus estudios en la escuela de Bédar donde estará 6 años para completar el período de EGB en Los Gallardos. Posteriormente cursa el instituto en Vera antes de hacer en la Universidad de Almería la licenciatura de Administración y dirección de empresas y posteriormente los cursos de doctorado. Paralelamente estudia música en los conservatorios de Cuevas de Almanzora y Almería. Después de una adolescencia entre los montes y el mar de la Andalucía oriental, inicia una vida viajera por Europa y América y paralelamente, trabaja en un Banco y después en una promotora inmobiliaria antes de pasar las oposiciones y dedicarse a la enseñanza como profesora de Administración de empresas. Es autora de dos obras de Economía: Aspectos didácticos y legales de la enseñanza y de la programación de módulo profesional contabilidad y fiscalidad en Andalucía y Murcia, 2009 y del libro de poemas Depredador, colección Máquina de escribir, Almería, 2015. Poemas 2006-2016, ed. Genal, 2017. Coordina la antología escrita por mujeres Mujer, mundo y muerte, Ed. Genal, 2017. Es, además autora en diversas antologías poéticas.
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Se dedica tempranamente a la poesía después de tener algunos textos de prosa. Recibe en 2011 el Primer Premio Poesía Joven de Almería; buena manera si cabe, de darse a conocer en este mundo, aunque un premio honra sin acatar del todo el valor de un poeta. En el panorama de la joven poesía española, Virginia es como una fina lluvia en un cielo sereno. La poesía, la buena, la que hace honor a la lengua castellana con sencillez, sensibilidad y humildad se da de nuevo aquí, en Bosque, un libro de las estaciones en que cada palabra nos abre a la tierra, a nuestro hogar tan maltratado por el hombre, tan amado en ese libro. Bosque es la quintaesencia de la obra poética de Virginia, una obra que va hilvanando discretamente, seguramente, lentamente la palabra poética como los grandes árboles que tardan en crecer. Esa breve y honda obra poética puede perfectamente clasificarse en la tradición de la Nature Writing, tradición que se inicia en los albores del trascendentalismo con Ralph Waldo Emerson, Henri David Thoreau y que sigue hasta en nuestros días entre textos científicos, novelas y poemas. Pero la buena poesía no precisa de clasificaciones, es y eso basta.
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Ismaël Diadié Haidara
Presidente Fondo Kati
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Nota
Virginia Fernández Collado. Bosque / Forest [Edición bilingüe]. Introducción de Ismaël Diadié Haidara. Fondo Kati, 2000. ISBN: 979-8-6652-9446-9
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