Correspondencias íntimas: «De los que frecuentan las alturas», de José Manuel Cabra de Luna – Sebastián Gámez Millán

Correspondencias íntimas: «De los que frecuentan las alturas», de José Manuel Cabra de Luna – Sebastián Gámez Millán

Correspondencias íntimas: De los que frecuentan las alturas, de José Manuel Cabra de Luna

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Correspondencias íntimas: De los que frecuentan las alturas, de José Manuel Cabra de Luna

El epistolario íntimo de Gerald Brenan, que sigue viendo la luz, no sólo nos permite conocer mejor la personalidad de este distinguido hispanista y cómo se relacionaba con otros escritores, también arroja luz acerca de los procesos de creación. En el último que he tenido la oportunidad de leer, Epistolario íntimo: Brenan-Cabra de Luna, volumen III, Málaga, Jákara, 2022, una carta que le envía al abogado, poeta, artista y crítico de arte José Manuel Cabra de Luna el 12 de Octubre de 1978 para agradecerle el envío de su poemario De los que frecuentan las alturas, se ha convertido en un feliz pretexto para reconstruir la bonita intrahistoria de este libro.

Se aprecia una letra pequeña y cuidada, así como la educación y la generosidad con la que le responde a un joven al que por entonces desconoce, indicándole una referencia a “Las condiciones del pájaro solitario” de san Juan de la Cruz, que en la cultura hispánica del siglo XX nos remitiría por lo pronto a María Zambrano, Ramón Gaya, José Ángel Valente o Juan Goytisolo; pero lo más interesante de este nuevo libro, además de la reedición del mencionado poemario, es cómo reconstruye la génesis de esta obra. La edición, estéticamente atractiva, incluye varias ilustraciones del propio Cabra de Luna y Dámaso Ruano, además de la introducción, la carta y el poemario.

Un viaje a París y el encuentro con el discurso de recepción de Saint-John Perse durante la ceremonia de la concesión del Premio Nobel de Literatura el 10 de Diciembre de 1960, uno de los más breves y bellos discursos que para mi gusto se han pronunciado con este motivo, traducido y reproducido parcialmente aquí, lleva a un entonces joven Cabra de Luna a interesarse por la poesía del autor francés. La lectura de Pájaros y otros poemas, en versión de Manuel Álvarez Ortega, es “seminal” y le suscita según confiesa “una imperiosa necesidad de escribir sobre los pájaros y como lema de unos versos que aún no habían nacido, pero que ya estaban en mi pensar, adopté el primer párrafo del poema 4 del libro de Perse”.

En palabras de Spinoza, filósofo al que conoce profundamente Cabra de Luna, esto es un buen encuentro, es decir, dos sustancias que coinciden en la infinita soledad del espacio-tiempo y que aumenta el ser de al menos una de ellas. El crítico Harold Bloom lo denominaría “ansiedad de las influencias”; yo prefiero llamarlo impulso de mímesis por admiración. Si no fuera por ello no sé cómo uno encontraría motivación para experimentar y descubrir su voz. Por esta razón pienso que en el fondo es una liberación o, para ser más exactos, otro cruce y alianza de necesidad y libertad en la cadena interminable de la vida.

Dicho sea de paso, Saint-John Perse ha ejercido una considerable influencia en la poesía iberoamericana. Sin pretender ser exhaustivos, podemos mencionar a Manuel Álvarez Ortega, Antonio Gamoneda, Pere Gimferrer, Juan Carlos Mestre o Eduardo Moga, que con La luz oída (1996) se alzó con el Premio Adonáis, si bien en su carácter telúrico y celebrador a quien más me recuerda es al Pablo Neruda de Residencia en la tierra y Odas elementales. Cabra de Luna formula con acierto algunas de las virtudes estilísticas del poeta francés: “el carácter épico de sus versículos, la superación de toda anécdota personal (aunque su vida esté entreverada con sus imágenes poéticas), su extraordinaria capacidad para transportarnos a claras visiones de sueños en las que avanzan lentas caravanas que atraviesan arenas que cubren cuanto la mirada puede abarcar (…)”.

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Por lo que respecta a los 21 poemas que componen De los que frecuentan las alturas, además de Saint-John Perse, me parece percibir huellas de Rilke, Jorge Guillén (“¡Gratitud del vuelo!”) y de Claudio Rodríguez, entre otros. Se trata de una voz muy singular que se identifica con los pájaros en un impulso por llevar la vida más allá, a un vuelo de mayor plenitud. Poesía vitalista, descriptiva y a la vez meditativa, con elementos culturalistas: aparecen citas de Bach o Braque, pero me atrevería a argumentar que este rasgo en Cabra de Luna no es una fuga exótica o un adorno brillante, sino antes bien la incapacidad de descifrar mundos sin apelar a sus creadores.

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Hay versos que en cierto modo vaticinan lo que será una síntesis de su obra plástica: “Geometría del vuelo (…) ¡Qué cerca está de las alturas la dulce geometría!”. La geometría que acaso está en la naturaleza, en las artes y en las ciencias, y con las que Cabra de Luna, al igual que Bach con los sonidos, juega como si creara repeticiones de estructuras que en el fondo son variaciones sin fin. Naturalmente falta la luz del color, que es algo más que pigmento, sensación o información, es una forma de figurar y abrir un mundo propio, personal e intransferible. Contiene poemas que, salvando las distancias, pueden compararse a aquellos de Rilke o Borges sobre animales y que valen por tratados de antropología, como este en el que se contrapone la presumible concepción del tiempo de las aves con el de los humanos:

Como todo animal

por alto que parezca

a la limpia mirada,

el pájaro es presente.

No puede concebir

recuerdos de futuro

y el ayer no resulta

sino recta elegancia

transmitida por su antigua

raíz y por la sabia

especie que viene.

No conoce de tiempos

y su vejez no llega

con los años, ni de rugas

se muestra prisionero;

el reloj viviente en que

deviene de tanto perseguir

los soles y las horas,

las templadas del Sur,

continua la primavera,

es un raro instrumento

que se mueve unido

a su vivir y pues le es propio,

por suyo y por arcano,

ya se instala, segura

claridad de lo constante,

en lo que siempre fluye

en el inmóvil reino

se detiene.

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Aunque si tuviera que decantarme por un solo poema me quedaría con el último, cuyas resonancias con la cosmovisión de Guillén son palpables, especialmente en los primeros versos:

Vuelo ya sois total:

todo es perfecto arriba

donde el aire se ofrece

como cuna, canto, origen

último y cimero. Ya no

míos, si en un momento

fuisteis. Acabado el nombrar

todo tiende a su fin,

al que traía desde

el primer principio.

Pájaros todos, la tempestad

se cierne entre mis alas

y el viento abate, celoso,

no el deseo, sí la razón

pequeña que me cupo

en un aciago instante.

En tanto os tuve

en mi mano, en mi boca,

entre los ojos, dominé

vuestra vida y era aire

también, en la altura

que ahora siento pesar

sobre mis hombros, todo

era yo, como vosotros,

en mí habitaba la lanza

y lo cazado, el nido

y el poder no estarme

quieto, la hábil cetrería

o el imponente pájaro

que arriba, solitario,

me sentí ser por un momento.

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Sebastián Gámez Millán

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Nota

Las cinco imágenes que aparecen en esta reseña son copias de obras de José Manuel Cabra de Luna. Café Montaigne agradece a su autor su gentileza y generosidad al conceder su autorización para su reproducción.

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