Dos novelas de Amos Oz: Fima y No digas noche
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Amos Oz
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“Nosotros, los judíos de Israel, comprendemos el profundo sufrimiento que durante cuarenta años llevan soportando los árabes palestinos, y para poner fin a esos sufrimientos estamos dispuestos a hacer cualquier cosa razonable, excepto suicidarnos…”
Amos Klausner, (1939-2018) nacido en un Jerusalén aún bajo mandato británico, fue un escritor judío, recientemente fallecido, acreedor de numerosos premios. Cambió posteriormente su apellido por Oz (fortaleza, en hebreo). Residente durante muchos años en un kibbutz desde su temprana juventud, al que se trasladó de la casa familiar para experimentar lo que se imaginaba una nueva e idealista etapa, durante las últimas décadas vivió en Arad, avanzadilla del desierto del Neguev. Sus opiniones políticas estaban más cerca de la izquierda que de la derecha israelí, aunque no se consideró un radical en ningún sentido. De hecho, en esta obra cuestiona sus propias posiciones -como cuestiona las de los demás-, y lo hace de un modo humorístico, muy judío, si es que puede hablarse de humor judío, y yo creo que se puede. Sin ser sarcástico como Philip Roth, ni tan elegante como Saul Bellow, tiene algo de ambos.
Así como Historias de amor y oscuridad (2002) es su autobiografía novelada, Mi querido Mijael (1968) sería la versión poética de la anterior, aunque fue una de sus primeras obras. No digas noche (1994) es un delicioso tête à tête entre una pareja madura, que vive –como él lo hizo- en un pueblecito a orillas del desierto. Fima (1991), por otra parte, es una historia muy especial.
¿Qué podemos ver como común entre Fima y No digas noche? La intimidad, la ternura e indulgencia con que se trata a los personajes. La exclusión del mundo exterior (ambas podrían haberse situado en otros países), pues aunque en Fima sí hay referencias a los problemas políticos, los aborda casi del mismo modo que otros conflictos internacionales más alejados geográficamente. El tono, melancólico y el ritmo pausado. El tratamiento de la soledad. Y los finales. Un tanto descorazonadores, en mi opinión. Porque en ambos se nota que el autor se retrata un poco, y lo vemos algo hundido, con las ilusiones juveniles ya lejanas y con severas sospechas de que las cosas van a seguir así por largo tiempo, que los humanos no tenemos remedio.
I. Fima
Para aquellos que aún no se hayan sumergido en el mundo de Oz, probablemente al leer este libro les resulte un tanto difícil calibrar en qué tono está escrito. Fima (1991) tiene una estructura diferente. La acción, contada en primera persona por el protagonista, apenas ocupa unos días, con retornos a momentos pasados, por los que nos da a conocer la trayectoria vital del protagonista, Efraím/Fima. Éste es un personaje penoso, un anti-héroe, un cincuentón desaliñado, desordenado, inútil, que sigue con los mismos patrones de comportamiento de sus veinte años, con el consiguiente desfase y la continua fuente de problemas con los demás y consigo mismo. Tras destacar como poeta en la universidad y en distintos ambientes intelectuales, finalmente echa a perder su vida por dejadez, y acaba trabajando -para subsistir- en una consulta ginecológica, de secretario. El hecho de que sea precisamente una consulta ginecológica y no una papelería o un despacho de abogados, no es baladí. Las mujeres circulan alrededor de Fima, él las ve pasar, las desea, las envidia, las ama…y las necesita desesperadamente. Son algo real, una fuerza que sigue funcionando mientras él no sabe qué hacer ni hacia donde ir.
Con una idea fija, que es la de conseguir resolver el problema con los árabes, según él –ingenuamente- dialogando, y también intentando resolver todos los problemas políticos mundiales, para lo cual discute constantemente con todos sus amigos, con los taxistas, con cualquier persona que se cruce en su camino, a quienes les explica cómo habría que solucionarlos, soñando despierto y construyendo/derribando en su imaginación gobiernos, planificando estrategias políticas. Sus amigos, a pesar de que le quieren, le huyen cuando les aborda –cosa que hace a horas intempestivas, sin tener en cuenta horarios. Aunque todos, a la vez, le admiran por lo que fue o pudo ser, y por un algo intangible que provoca en ellos una atracción incondicional, sentimientos de protección en las mujeres, paternales/fraternales en los hombres.
Con el padre es el eterno conflicto de amor-odio. El padre, Baruj, en buena posición económica, intenta ayudarle a salir adelante, tratando de hacerle cambiar sus opiniones y de llevarlo a la vida real, aunque ya, desesperado de conseguirlo, su única solución es ir dejándole billetes en los bolsillos de sus ropas, sin que se dé cuenta. Fima le rechaza, por sus posiciones políticas, las de un pionero, amigo y contemporáneo de Ben Gurión. Y aunque a veces siente remordimientos en su ausencia, cuando está presente le trata displicente y a veces insolentemente.
Por otra parte, su relación con las mujeres es diversa: mientras unas veces absolutamente sexual, resulta tremendamente filial en otras, buscando inconscientemente a su desaparecida madre, necesita una madre-amante. Sufre el rechazo de su mujer, que decide vivir una vida lo más normal posible, primero poniendo tierra por en medio, y después, uniéndose a otro hombre y teniendo un hijo, ya que intentó tenerlo de Fima y éste la obligó a deshacer lo andado. Pero ella continúa soportando –y lo hace con bastante paciencia- las continuas intromisiones de Fima, que no se da cuenta de que todo ha cambiado entre ellos y que ella está casada con otro hombre, a quien quiere, y con un hijo. Con ese niño, Dimi, su relación es tremendamente tierna, ya que él le considera como propio, como el hijo que no tuvo nunca y que en su momento no quiso tener. Curiosamente el niño se relaciona con él de modo ambiguo, a veces le considera como un tío y a veces como un abuelo, pero generalmente le trata con los papeles cambiados, como si el adulto fuese él y Fima el niño. Los niños captan intuitivamente muchas cosas que los adultos a veces tardan en descubrir. Sin embargo, Dimi considera al padre de Fima como su abuelo, y se desarrolla entre ambos una complicidad familiar y muy peculiar.
Su amante, la mujer de uno de sus mejores amigos, también lo trata como un hijo, es casi una relación incestuosa, a la vez que el deseo fluye y desaparece en los momentos más inoportunos.
Por último, Fima es una imagen desoladora del hombre actual, que, perdidos los papeles, aparece como un género débil, sin saber muy bien cuál es su situación, andando y desandando constantemente su camino, haciendo planes que olvida o desestima inmediatamente, esperando que los demás le solucionen los problemas cotidianos mientras él se dedica a solucionar virtualmente los grandes problemas mundiales, anotando sus sueños para tratar de descifrarlos, soñando despierto y sin saber en qué mundo vive en realidad, todo ello contado con una mezcla de humor y tristeza. Con un final imprevisto y con cierto carácter de parábola, la novela deja un sabor agridulce, humorístico pero a la vez pesimista, ya que intuimos que Fima va a seguir igual, no tiene remedio, porque es un caso perdido.
II. No digas noche
“El que tiene un poco de piedad, encontrará piedad por todas partes”
Esta obra, escrita con posterioridad a Fima, nos revela un Oz relajado, concentrado en el mundo íntimo y envolvente de una pareja ya madura, aunque con una cierta distancia de edad entre ellos, y a la vez nos habla de la vida cotidiana en un pequeño pueblito junto al desierto, con las pequeñas e insignificantes historias de sus habitantes: tenderos, oficinistas, empleados, profesores, estudiantes, jubilados, etc., sus costumbres y relaciones mutuas: amores, odios, rencillas, bodas, entierros. Pero no sabemos casi nada del entorno político, que sólo se intuye, está como una nebulosa alrededor. La novela discurre como si sucediera en cualquier otra parte del mundo, es decir, no importa dónde, lo que importa es la relación entre la pareja protagonista, y sus relaciones con terceros en el pueblo y fuera de él.
En cuanto a la forma técnica, la narración está dividida en capítulos alternando las dos primeras personas (Noa y Teo), que nos van contando sus respectivas versiones de su común vivir, y algunos capítulos en tercera persona, un hipotético narrador externo que hace de nexo entre los demás. Así, conocemos sus distintas reacciones, a veces completamente dispares o contrarias, ante los mismos hechos, a la vez que, ya en clave subjetiva, nos sumergimos en sus sueños, sus pensamientos más profundos, sus recuerdos.
Noa, la co-protagonista, es una mujer que encierra dentro de sí un deseo de proyectarse en los demás, una necesidad de apasionarse por algo, y a la vez sensata, culta, que tras una vida de enclaustramiento junto a su anciano padre, renace de sus cenizas al morir éste, y comienza una serie de trabajos y actividades que finalmente la conducen a Sudamérica, donde acaba por conocer a Teo, un maduro ingeniero, independiente, ave solitaria, inteligente, que cae finalmente subyugado ante el encanto de esta mujer, después de años de soledad selvática. Pero tras una serie de encuentros fuera de Israel (el país natal de ambos), ambos deciden finalmente retornar a sus orígenes y se instalan primero y por corto tiempo en una población costera israelí y finalmente en un pueblo limítrofe con el desierto. Y a partir de ahí desarrollan una vida predecible, casi minuto a minuto, durante años. Ambos tienen su trabajo, profesora de literatura ella, él dedicado a la planificación urbanística. No tienen hijos, y aunque ella es mucho más joven, no puede tenerlos.
Pero, de pronto, surge una incidencia, una complicación inesperada: un alumno de Noa, prácticamente desapercibido por ella, se suicida por sobredosis. A partir de ahí, se inicia un proceso que complica la vida de Noa y de Teo, en general del pueblo, ya que revoluciona la opinión pública y crea una serie de conflictos alrededor, que hacen que la vida tranquila y sedentaria de la pareja se tambalee. Noa se toma muy apasionadamente el llevar adelante un proyecto que nadie desea, y que ni ella misma sabe muy bien qué razón interna la motiva a abrazar esa causa con tanta fuerza. Culpabilidad encubierta, antiguos recuerdos familiares, ausencia de hijos, en fin, el caso es que se lanza a una serie de actividades y de relaciones con personas de las cuales también vamos conociendo sus vidas, como la del padre del chico fallecido, que cuenta una preciosa historia sobre su infancia en Nigeria, con un chimpancé adoptado al que llegan a considerar uno más de la familia y finalmente han de volver a abandonarlo en la selva donde lo encontraron. O cómo relata Teo el encuentro de Noa con el autoestopista irlandés en plena lluvia y su reacción, desproporcionada e inesperada incluso por ella misma. La relación de Noa con Tel, desconcertante para Teo, aunque acaba por engullirla, convirtiéndola en rutinaria, como la lectura del periódico por las mañanas o la escucha de Radio Londres por las noches. O los paseos por el desierto, deliciosamente cálidos, a veces misteriosos, a veces angustiosos.
Teo, que, por su edad y trayectoria vital ha llegado ya a una situación de estabilidad, es el pilar en que, inconscientemente, se apoya Noa. Ella no quiere reconocer esa deuda, pero la tiene. No quiere necesitarlo, pero lo necesita. Y quizás se embarca en el proyecto enloquecedor para tratar de desligarse de la atadura que la une tan fuertemente a Teo. Sin embargo, el proyecto no acaba de cuajar, todo son problemas y Noa deja de interesarse cuando Teo, que era el que se mantenía al margen, por expreso deseo de ella, empieza a tomar cartas en el asunto y a considerarlo casi como propio. Lentamente, las cosas van volviendo a su cauce anterior, las rutinas, y se van sustituyendo unos objetivos por otros, aunque ya sabemos que van a seguir siendo proyectos, que van a quedar flotando en el aire seco del desierto, que los personajes van a seguir su inercia vital y que todo va a ser lo mismo.
No es ésta una novela sobre héroes, ni sobre grandes personajes, o gente importante. Es una novela sobre relaciones humanas cotidianas, sobre lo que podría haber sido pero no fue. Más que pesimismo, yo diría que de esta obra se desprende como una cierta nostalgia, una ternura para con el ser humano, una indulgente mirada sobre lo que significa la humanidad, sobre la contraposición entre los grandes proyectos y las insignificantes cosas que finalmente llevamos a cabo en nuestra vida diaria, sobre las relaciones humanas básicas, la soledad y el amor.
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Fuensanta Niñirola
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Notas
- Amos Oz. Fima. Traducción de Raquel García Lozano. Ediciones Siruela [Colección Nuevos Tiempos], Madrid, 2007. ISBN: 978-84-9841-108-9.
- Amos Oz. No digas noche. Traducción de Marta Lapides, Sonia de Pedro y Raquel García Lozano. Ediciones Siruela [Colección Nuevos Tiempos], Madrid, 2007. ISBN: 978-84-9841-142-3.
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