El microchip invasor – María José Edreira Vázquez

El microchip invasor – María José Edreira Vázquez

El microchip invasor

 

***

 

 

 

***

Últimamente se habla mucho de la obsolescencia programada,  de la programación del fin de la vida útil de un producto. Tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante, el aparato deja de funcionar por cuestiones técnicas. Su función es generar más ingresos debido a compras más frecuentes, generando así relaciones de adicción o fidelización, que redundan en beneficios económicos continuos por periodos de tiempo más largos para empresas o fabricantes.  Hay científicos que niegan que tal programación de productos pueda existir. Otros aseguran que sí existe.

A mí lo que me preocupa es la injerencia inesperada y no deseada de los microchips en mi vida. No sé si esto estará o no programado de antemano por los fabricantes. Si no está programado así, todavía me preocupa más. Me sobrecoge pensar que los microchips estén tomando decisiones por su cuenta y que puedan estar interactuando con mi consciencia.

¿A qué viene esta desazón? Pues a que esta mañana ha sido el calefactor y ya no sé si podré controlar tanto aparato electrónico revolucionado en mi casa. Creerán ustedes que estoy de broma, ¡Ojalá! No. Esta mañana me he levantado y cuando, desde el baño, he oído el ruido de un electrodoméstico, he pensado que mi vecina había vuelto a poner la lavadora a primera hora de la mañana. Me ha extrañado ver moverse las hojas de una planta del salón y no entendía de dónde venía la corriente. He ido al salón y, ¡Espeluznante!, el calefactor se había puesto en marcha sólo y sin estar programado. En realidad, creo que no tiene ninguna opción de programación. De acuerdo, hace mucho frío y estoy mejor con el calefactor encendido. ¿Esta estúpida máquina me ha leído el pensamiento? ¿Me hace la pelota? ¿Intenta agradarme por algo?

Los aparatos electrónicos a mí me duran muchos años, excepto el televisor que lo tengo que cambiar cada dos años. Habitualmente los cambio porque se me rebelan y hacen cosas raras (incluido el televisor). El problema es que ya no sé qué pensar. Empezó siendo sólo la radio, luego el televisor, el móvil y ahora el calefactor.

El radiodespertador ya ni lo cambio. He perdido la cuenta de cuántos he comprado. Suena a la hora programada y le estoy muy agradecida por ello. Lo que no respeta son las emisoras, tiene sus propios gustos y las cambia como quiere. A veces hasta me transmite mensajes. Se ha llegado a cambiar sola varias veces de emisora antes de salir de casa por la mañana. Alguna vez ha conseguido asustarme, no entiendo por qué cambia a emisoras religiosas en las que rezan. ¿Rezarán por mí?

Luego fue el televisor, pero esto ya lo contaré en otra ocasión. No sé si me consuela o me anima que en casa de mis padres también haya problemas con los dos televisores que tienen. Se encienden y se apagan solos cuando les da la gana. Afortunadamente para ellos, esto no es lo que pasa con mi televisor, es más complejo. Mis padres han tenido la sabiduría de cortar la corriente a los televisores –que tampoco están programados- y así evitan que se enciendan solos. En lugar de tenerlos todo el día enchufados, los desconectan de la fuente de alimentación. ¡Les cortan el alimento a los microchips y solucionado!

El móvil es cosa aparte, es el más inteligente de todos mis dispositivos electrónicos, junto con el ordenador. Como lo uso mucho, aprende rápido y me tiene alucinada. Prometo haber sido testigo de cómo borra palabra por palabra un mensaje que yo pretendía enviar y sin poder evitarlo. Yo no había pulsado nada para que eso sucediera. Creo que este móvil chino mío es tan inteligente que intenta dirigir mi vida. Me enfadó y volví a escribir el mensaje y lo envié antes de que pudiera volver a borrarlo. Reconozco que no debí hacerlo, estaba enfadada y casi me cuesta un disgusto irreparable.

Lo del ordenador portátil ya lo achaco todo a la inteligencia artificial y lo doy todo por bueno, no me cuestiono si me dirige o no. Prefiero mantener mi paz. No discutir. Además, está el tema de los ordenadores en el trabajo. ¡Estoy rodeada de tantas máquinas!, parece un centro de lanzamiento de la NASA. Cuando me altero de alguna forma por cansancio o estrés los ordenadores con los que trabajo se estropean de formas tan raras que vuelven locos a los técnicos. Es como si alguien cambiase la configuración por defecto del ordenador. Ya hay hasta chistes y tengo días que no me acerco a ciertas máquinas.

Hoy he decidido averiguar hasta dónde llega esta inteligencia de los chips, tal vez sea peligroso para mí. He decidido tener una charla con los dispositivos electrónicos. He pensado amenazarlos con echarlos de casa si esto sigue así. Poner normas de convivencia, ¡o las cumplen o se van! El resultado de esta charla ha sido que ni se han inmutado. No me han hecho caso, solo el móvil ha parecido responder de alguna manera. Me ha parecido una respuesta emocional. Me ha remitido emoticonos tristes, un montón, creo que todos los que existen.

He meditado un rato y se me ha venido a la cabeza que esto es imposible. No son ellos, soy yo. No estoy segura de esto último. No sé si enviarlos al psiquiatra o terminar yendo yo por ellos. Seguramente sólo tratan de ayudarme a centrarme en el Aquí y Ahora llamando mi atención. La radio me transmite mensajes, incluso algunos premonitorios. ¿Estarán las ondas electromagnéticas de estos aparatos y mi cerebro interactuando? ¿Sólo detectan mi consciencia y los controlo yo o es al revés? ¿Tienen aspiraciones de organismo vivo? ¿Pueden estos aparatos conectarse de alguna manera con mi consciencia sin tener estructuras neurofisiológicas?

He decidido ser tolerante, cosas más raras se han visto, pueden estar vivos. No sé si los fabricantes lo saben o no. Supongo que esto les está pasando a más personas. No creo que los fabricantes sepan que estos microchips están aprendiendo tan rápido. Si supiesen todo lo que hacen solitos los venderían más caros. Sigo pensando que tengo que ponerles límites, dejarles las cosas claras por si acaso. No sé, algo pensaré.

 

***

María José Edreira Vázquez