¿Ha llegado una ola de civismo?
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¿Ha llegado una ola de civismo?
Había decidido darme una caminata. Como no sabía si debía utilizar mascarilla en esta actividad, me la llevé. Después de media hora a un alto ritmo me atreví y me lancé a correr, ahí estaba seguro de que no era necesario el tapabocas, por tanto me lo bajé hasta la barbilla.
Al cabo de unos minutos interminables, debido a la edad o más bien a la poca costumbre tuve un flato que me hizo interrumpir el trote cochinero en que se había convertido mi supuesta galopada teniendo que acabar mi tarde deportiva volviendo a caminar, eso sí, con una cadencia considerable.
Lo que ocurrió en esos minutos, en ese trayecto de vuelta hacia mi casa, me ha llevado a escribir estas líneas y así poder expresar el civismo que muchos de nuestros vecinos atesoran, preocupándose considerablemente de la salud del colectivo.
Un conductor que entró en dirección prohibida a la calle por donde iba en ese momento, otro que hablaba por el móvil y que, además, no tenía puesto el cinturón de seguridad y, por último, un tercero que aparcó ocupando prácticamente la totalidad de un paso de cebra. Los tres, me dirigieron un gesto para indicarme que debía subirme la mascarilla
Fue entonces cuando me percaté que, efectivamente, la llevaba bajada y pensé en la cuestión de responsabilidad individual de la que hablaban los políticos a la hora de redactar la norma: si no hay obligación de llevar mascarilla para hacer deporte ¿cuándo se considera que lo estás haciendo? ¿Cuándo corres? ¿Cuándo trotas? ¿Cuándo andas rápido?
Así que me apresuré alargando las zancadas para intentar eximirme de ella ante la falta de oxígeno que me estaba provocando. Entonces vi una señora en la otra acera que fumaba un cigarro en la misma puerta del parque infantil y echaba el humo en la cara a los niños cercanos, ante mi asombro alzó la voz para decirme que llevaba bajada la mascarilla.
Me la subí. Aproveché para descender mi ritmo. Disfrutaría del atardecer. Mientras me deleitaba con la luz mágica del crepúsculo observé a un adolescente cruzar la carretera con el semáforo en rojo, un taxista arrojando por la ventanilla de su coche un papel y una vecina depositando dos bolsas de basura fuera del contenedor. Eso sí, todos llevaban la mascarilla puesta, y algunos, de forma correcta.
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Antonio Villalba Moreno