Jorge Wagensberg, el gozo intelectual
Poseía una curiosidad intelectual omnívora que le permitía viajar de la física de Newton o de Einstein a la metafísica de Descartes o de Popper, de la evolución de Darwin a la creatividad de Bach. Parecía que nada le era ajeno. Quizá la parte de su obra que ha llegado a un público más amplio sean sus certeros aforismos, en los que recoge en prodigiosa síntesis las sorprendentes visiones y experiencias de esos viajes del pensamiento. Sus aforismos más memorables condensan la belleza de la precisión de las ciencias con los relámpagos de la poesía, y se resuelven en una sonrisa, fruto del humor, pero sobre todo de la inteligencia que comprende. Difícil dar tanto con tan poco. Esto nos habla de su generosidad y de su manera de estar y ser.
Nacido en Barcelona en 1948, Jorge Wagensberg era doctor en Física por la Universidad de Barcelona, de la que era profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles, al mismo tiempo que dirigía a un grupo de investigación en Biofísica. Entre sus principales aportaciones científicas cabe destacar la termodinámica del no-equilibrio, termodinámica de cultivos microbiológicos, biología teórica, filosofía de la ciencia y museología con numerosos artículos en prestigiosas revistas especializadas.
Pero su labor fue más allá de las clases y el laboratorio. Escritor, conferenciante y divulgador científico, es autor de más de veinte libros sobre muy diversas cuestiones, con originales planteamientos y métodos por medio de los cuales lograba contagiar su pasión y amor por estos asuntos. Fundó en 1983 y dirigió la colección Metatemas, “libros para pensar la ciencia”, de la editorial Tusquets, una de las mejores colecciones de ciencias en la que se han traducido y publicado más de ciento cuarenta libros, buena parte de lo más selecto de las ciencias del último siglo, con autores como Einstein, Schrödinger, Konrad Lorenz, Richard Feynman, Jacques Monod, Francois Jacob, Stephen Jay Gould, Lynn Margulis o Richard Dawkins, entre otros.
Creó y dirigió entre 1991 y 2005 el Museo de la Ciencia de la Fundación La Caixa de Barcelona, que culminó con la creación del Cosmocaixa (2004) con sedes en Barcelona y Madrid, así como con merecidos reconocimientos. En 2005 recibió Wagensberg el Premio Nacional de Pensamiento y Cultura Científica en Cataluña. A decir verdad, no conozco muchas personas que hayan hecho tanto por las ciencias en España en las últimas décadas. Y el progreso de un país, y de los continentes y del mundo, está estrechamente vinculado al buen hacer y uso de sus invenciones, descubrimientos y aplicaciones tecno-científicas.
Fue un brillante divulgador y pensador de las ciencias, lo que equivale a decir pensador, porque el objeto de las ciencias es el mundo natural y social. El primer libro suyo que leí fue Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta? Después lo he releído y se me antoja inagotable. Estos son los libros que realmente nos forman, aquellos a los que siempre podemos volver y no dejan de suscitarnos valiosas preguntas y reflexiones.
En este libro describe una anécdota que también revela su carácter. De camino hacia el Museo Perito Moreno, en Argentina, recibe en el taxi la noticia de que Stephen Jay Gould acaba de morir. Recuerda las tres veces que habló con él y “que nunca he admirado tanto a alguien con quien haya estado tan en desacuerdo”. Y a continuación le dedica las siguientes páginas sobre la vida, la evolución y el progreso. Como buen científico, sabía que las discrepancias pueden y suelen ser muy nutritivas para el pensamiento.
Quizá su sello de expresión más personal e inconfundible sean sus aforismos, en los que trataba de recoger su visión de cualquier fenómeno del mundo. Según la célebre máxima de Ortega, la claridad es la cortesía del filósofo; según Wagensberg, la brevedad. Sus aforismos contienen todos los elementos que debe reunir este género: el efecto paradójico y la saludable provocación, la sorpresa y la condensación, la claridad y la precisión, la dicha de comprender y comprendernos, y el humor, cualidades todas ellas de la poesía y de la ciencia.
Frente al planteamiento dicotómico de las llamadas “dos culturas”, “de ciencias” o “de letras”, que tanto daño ha hecho y seguirá haciendo a nuestra pobre y maltrecha educación-formación, Wagensberg era un ejemplo de la antigua y próspera república de las letras y de las ciencias. Prueba de ello era la extensión de sus lecturas, que podían ir desde tratados científicos a ensayos filosóficos, sin desatender la literatura o las artes como forma de conocimiento. En realidad, todo nace y desemboca en la creatividad humana, que puede ampliar (y también reducir) nuestros márgenes de libertad.
Se opuso a uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, George Steiner, que había argumentado Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento, con otras diez razones de lo que Wagensberg denominó “gozo intelectual”. A propósito de ello, Wagensberg recordaba a Nietzsche por medio del biógrafo de su pensamiento, Safranski: “para Nietzsche el pensar es un placer sin parangón, en ningún caso quiere renunciar a él, y está agradecido a la vida por haberlo concedido este placer. Quiere vivir para poder pensar. Y en tanto que piensa, soporta ataques del cuerpo que podrían quitarle el gusto de vivir”.
En efecto, el pensamiento, cuando lo dirigimos nosotros, vivifica y fecunda la vida. En conversación con Lederman, premio Nobel de Física 1988, Wagensberg mencionó este concepto, “gozo intelectual”, y antes de explicar lo que entendía por ello, Lederman sonrió y le interrumpió con una confidencia: “¡es mejor que el sexo!”. Ahí está la dicha de entender, el gozo intelectual. Como Hegel, para quien “todo lo real es racional” o, como prefiero decir, racionalizable, para Wagensberg todo lo real es inteligible. Y en el acto de inteligir la realidad del mundo, nosotros experimentamos gozo y belleza. Según Wagensberg, “el gozo intelectual es el gran logro de la selección natural que da paso a la selección cultural y, con ella, a la creatividad humana”.
Sostenía que “la historia de las ciencias es la historia de las buenas preguntas”. Amante de la conversación, pensaba que esta debía incluirse en los planes de estudios. La conversación es esencial para confrontar ideas y para que estas se desarrollen de modo dialéctico por medio de preguntas. ¿Seremos capaces de reconocer y poner en práctica las mejores? Esto equivale a la selección natural de las ideas. Ya no podremos seguir conversando con él, pero nos quedan sus obras. Sus aforismos transmiten este gozo intelectual: asombrarnos, admirarnos, maravillarnos de la existencia del mundo y de que nosotros seamos.
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“Lo lamento, hermano, de poco te sirvió llegar segundo en aquella memorable carrera de medio millón de espermatozoides”.
“Lo más cierto de este mundo es que el mundo es incierto.”
“¿Es el azar un producto de mi ignorancia o un derecho intrínseco de la naturaleza?”
“Predecir el pasado es la habilidad más frecuente de los que siempre tienen razón”
“El viejo dilema de qué fue antes, el huevo o la gallina, ya tiene respuesta: fue el huevo, ¡pero no era de gallina!”

Constantin Brancusi – Le commencement du monde, 1924
“Si no fuera por las crisis, aún seríamos todos bacterias”.
“La ciencia, como la vida misma, funciona a golpe de error”.
“Todo lo que empieza acaba o se transforma”.
“Ciencia es cualquier pedazo de conocimiento compatible con los tres principios fundamentales del método científico: el de objetividad (1), el de inteligibilidad (2) y el dialéctico (y 3).
“Principio de inteligibilidad: la ciencia elige como comprensión la mínima expresión de lo máximo compartido, donde comprender es descubrir coincidencias entre diferencias”.
“Gracias al principio de objetividad, la ciencia tiende a ser universal por partida doble: universal para el sujeto (la física cuántica es la misma para Albert Einstein, para el Dalái Lama…) y universal para el objeto (cae igual una manzana que una pera, la mecánica terrestre no se distingue de la celeste…)”.
“La grietas de la ciencia se rellenan con pasta de ideología”.
“¿Qué es el progreso? No estoy seguro, pero entre una bacteria y Shakespeare algo ha tenido que progresar.
“Ya sé qué es progresar: progresar es ganar independencia de la incertidumbre”
“El conocimiento científico necesariamente progresa (por método), el conocimiento revelado necesariamente no progresa (por definición) y el conocimiento artístico, aunque no sea necesariamente, ¿progresa?”
“Solo se puede crear cuando no todo es ley ni todo es azar”
“La creatividad cultural es un logro de la creatividad natural”
“La mano conecta el cerebro con el resto del cosmos”.
“La mano es el gran hito de la evolución que engarza los dos grandes universos del conocimiento: la teoría y la práctica”.
“Lo improbable asombra a todo el mundo, lo cotidiano solo al genio”.
“Hay dos clases de innovación: una horizontal que consiste en cambiar de respuesta (evolución) y otra vertical que consiste en cambiar de pregunta (revolución)”.

Alberto Giacometti – La Main – 1947

Ellsworth Kelly – Horizontal and Vertical Lines – 1951

Pablo Palazuelo – Sin título
“Un museo es un espacio de encuentro dedicado a proveer estímulos a favor de tres cosas: el conocimiento, el método usado para obtenerlo y la opinión que de aquél se desprende”.
“Un museo no es para visitar, sino para experimentar: decir “no voy al Museo del Prado porque ya he estado” es como decir “no voy a la playa porque ya la he visto”.
“La trascendencia de un museo no se mide por el número de visitantes, sino por los kilos de conversación que genera antes, durante y después de la visita”.
“El conocimiento ha de ser falsable para que no se integre en un dogma, y el dogma ha de ser burlable para que se desintegre en conocimiento”.
“Solo se puede tener fe en la duda”.
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Sebastián Gámez Millán
[Selección de la imágenes a cargo del Editor]