La alquimia del tiempo – María Eugenia Piñero [Primera Antología breve de cuentos y relatos breves «Jinetes en la tormenta»]

La alquimia del tiempo – María Eugenia Piñero [Primera Antología breve de cuentos y relatos breves «Jinetes en la tormenta»]

El habitante del Otoño – Número especial

Primera Antología breve de cuentos y relatos breves «Jinetes en la tormenta»

 

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Gabriel Rollenhagen [1583-1619] – Nucleus emblematum selectissimorum, quae Itali vulgo impresas vocant – 45 – Ouróboros

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La alquimia del tiempo

Y habiendo alcanzado un cierto grado de comprensión pude reconstruir el sentido de lo que estaba allí, aquella tarde en aquella gélida habitación; a cada segundo jadeaba sobre mi cuerpo un vaho de húmeda respiración. Intuyes que tras de ti el aire se hace pesado.

Por mi costado derecho se habían lanzado, allí donde los griegos sabían que los cuervos hacen de lo suyo ante el castigo de los dioses.

En tiempos de herejías la taumaturgia hubiese sido motivo para que el demonio arda en la hoguera, ¿el cuerpo? ¡Dios nos salve! ¡Como si el alma pudiese salir ilesa de ese atropello moral! Pero hubo muchos que se han visto volviendo en un segundo ciclo*, pues parece que, así como en el cielo también es en la tierra,
y aparecen hoy en alguna espuria ciudad donde conviven la filosofía, la naturaleza y sus caprichos.

Y así comenzaba yo a descender por los círculos…¡ay, el círculo! ¡Esa peligrosa alquimia del geómetra! Lo que debía ser una transitable línea hacia un horizonte paradisíaco, de pronto, se pierde en la obertura en busca de un mito, curvándolo todo, incluso al sí mismo, curva todo cuanto existe: ¡anamorfismo dionisíaco ya quisiera exclamar! Hasta que todas las salidas a un horizonte prometedor se cierran cumpliendo el ciclo. ¡Vaya mecanismo tramposo el del ojo!

Del lugar al que fatalmente había caído recuerdo poco, pues todo ha de pasar por el corazón salvo de lo que quieres escapar, como si de la mirada misma de la Medusa se tratase.

Allí se llega sólo en el afán de asombro, y en compañía de los metafísicos de Tlön; pero por impericia o, quizás deba decir por padecimiento de infatuada hybris, me precipité hacia la visión de futuro sobre cuyas tumbas las arañas tejen sus hilos más complejos.

Pero para salvarme del cuerpo y de mi costado, casi implorando la empatía del que fuera atravesado por la lanza, busqué otros refugios casi en un último hálito suplicando piedad llegué a balbucear estas palabras:

Entre luz y oscuridad han de pasar siglos,

Y en su estela arrastran días en los que nada pasa,

Todo se vuelve inengendrado y eterno.

El cuerpo se atormenta en la inercia del sufrimiento que se repite,

Pero el círculo se estrecha aún más, cuan anillo de hierro.

Soy el mismo hombre porque el hierro no se agota en el fuego, resiste y consume todos los fuegos, es el fuego y todos los elementos al infinito.

Veo y siento, temo y sospecho de mi niñez; y ya

Ya no soporto el olor a pasto recién cortado, ni a navidades ni carnavales sin máscaras.

La naturaleza del tiempo se afianza cada vez en el círculo

Yo, en cambio, desciendo ánimo tras ánimo

Como si en cada descenso el circulo se alargara,con cada pensamiento, en cada acción, en cada letra,temido Odín, amado Odín.

Rezo con Borges la lluvia de Cartago.

Nada es igual, la misma lluvia es ahora distinta.

Y a la cuenta de que nada se repite sino el todo,

Ya no quiero alzar la pluma. Odín lo sabe.

Mientras me voy alejando de la pluma,

Y ésta del papel,

Y el papel…

La mesa

El día

La noche.

Esta pluma

Este papel

Esta mesa

Este día

Esta noche, yo no apuro el círculo:

El Principio es, y el Final.

No es el efluvio de la tierra sobre el centro

El azar de la Physis envuelve todo el círculo.

Ya no viene la muerte a tentarme con sus soplidos

El viento le cae pesado

Los rostros amigables intentan echar a rodar el círculo

Contra ella, nada puede con sus máscaras.

El pánico detiene la máquina expendedora de tiempo

Ahora la muerte adquiere la más cristalina forma de lo posible.

El pánico es la antesala de la locura. Y se rompe

Lo que en otro tiempo ha querido salirse del anillo

Juega ahora con él, y yo me vuelvo a la piedra.

Vuelvo. Volver. No es regresar, no hay regreso.

Una vuelta y sólo una es posible. E infinitas en una

Lo imposible aguijonea el vacío, y de sus esporas
engendra vida.

Qué terrible resulta ser línea y trazo.

Sobre su piedra aún reprende a su corazón

Ulises ya lo ha hecho,

Aquel jinete de quimérica montura:

“Aguanta, corazón, que cosa aún más perra antaño soportaste».

 

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María Eugenia Piñero