María y el agujero negro – Un cuento de Teresa Sagastiberri

María y el agujero negro – Un cuento de Teresa Sagastiberri

María y el agujero negro – Un cuento

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María y el agujero negro

Dedicado a Maite Roteta

María era una de las encargadas del cuidado de mi madre. Era una mujer de mediana edad, discreta y
caracterizada por la ausencia de malicia. A María no le gustaba hablar de su vida , ni contar ese tipo de historias que probablemente existan en casi todas las familias y , que en unos casos se airean sin pudor, mientras que en otros permanecen escondidas y se transforman en secretos compartidos. Pero así como no le gustaba hablar de lo suyo, disfrutaba conociendo las vidas de los otros, de otros tiempos, de otras costumbres y los entresijos, tragedias y comedias que aquéllas conllevan .

El pensamiento liberal , que María defendía a ultranza, contrastaba con una anacrónica distinción entre señor y servicio que, en parte, se reflejaba en un trato exquisito hacia las personas a las que cuidó y , que percibí en concreto hacia nuestra madre, aquejada de un alzheimer avanzado, y a la que cuidaba y se dirigía con un mimo especial.

Si recuerdo asimismo algo de María que llamara poderosamente mi atención es que, unas veces parecía muy feliz, ya que se reía ante situaciones de nuestro entorno con una risa franca y contagiosa, mientras que otras veces parecía profundamente infeliz. En estas ocasiones lloraba y salía a la superficie un lamento crónico, que parecía la materialización de un dolor existencial. En estas ocasiones hablaba de un dolor físico incapacitante que, a veces , me molestaba por su variabilidad e incoherencia. Con el tiempo comprendí que ese dolor quizá fuera el reflejo de un dolor más profundo, de un dolor vital, como el creo que padecen algunas personas por su dificultad para encajar en el mundo de hoy .También hoy pienso , que tal vez fue ese dolor lo que determinó la metamorfosis de María en una figura espectral.

Intentaré explicar lo que quiero decir con estas palabras. Para ello debo empezar por describir la discreción de María. Mi amiga era una mujer muy silenciosa al realizar sus trabajos cotidianos . Era rápida y sigilosa como un gato, su animal favorito , por ello a menudo me resultaba ciertamente difícil saber en qué lugar de la casa podía encontrarla . De igual forma, a menudo también, era incapaz de determinar en qué momento o circunstancia iba a aparecer a mi lado, ya que su presencia resultaba totalmente imprevisible. Cuando menos lo esperaba, María surgía de la nada, como si se tratara de una figura fantasmal.

Con el tiempo logré habituarme a estas súbitas apariciones y probablemente fue la existencia de éstas, lo que me impidió vislumbrar el cambio que se estaba produciendo en María, metamorfosis que se fue fraguando de manera muy sutil , casi imperceptible.

Hoy, cuando miro hacia atrás, entiendo mejor nuestros últimos encuentros, que fueron en un sentido fenomenológico, muy diferentes. Las últimas ocasiones en que coincidimos María y yo, ya no se trataron de apariciones inesperadas, sino de fenómenos extraños e inexplicables para la razón.

El primero de ellos sucedió hace aproximadamente año y medio , cuando me dirigía a la cocina a beber un vaso de agua. En aquella ocasión y de forma súbita, María surgió de la penumbra con una bandeja en las manos, impecablemente dispuesta con el café con pastas de la tarde . Después del pequeño sobresalto, le pregunté cómo había sido capaz de preparar esa merienda de forma tan cuidada, sin ninguna luz o en otras palabras , en la más absoluta oscuridad. Ella, con cara de extrañeza, y tras soltar una gran carcajada , me contestó que no se había dado cuenta de que no había luz, quizá porque en la mayoría de las ocasiones, donde mejor se desenvolvía, era en la oscuridad.

El segundo suceso sorprendente , al menos desde mi percepción actual, tuvo lugar dos semanas después, cuando me encontraba en la habitación de mi madre. Yo estaba allí, revisando unos papeles, cuando la mitad de la silueta de María apareció reflejada en la pared. Su voz, tranquila como siempre, sonaba como si procediera de un lugar lejano, pero no le dí mayor importancia. En aquel momento pensé que esa sombra rota de María era el resultado del reflejo de la luz del atardecer , y que esa voz, que sonaba a ultratumba, provenía de mi dificultad para percibir de manera nítida su voz, ya que en aquel momento estaba pasando por un fuerte resfriado. Le pregunté qué tal iba todo , y me respondió con un lacónico ¨todo en orden.¨

El último día que estuvimos en contacto, fue un sábado en que debíamos encontrarnos a media mañana en casa de mi madre. Ese día ya no vi a María. Antes de ir donde ella para hacer el relevo del fin de semana , le telefoneé para preguntarle si necesitaban que llevara alguna cosa.

La llamada la realicé al teléfono fijo porque María no tenía, ni manifestaba ninguna intención de tener, un teléfono móvil. La llamada daba el tono normal, pero nadie descolgó el teléfono. Esta falta de respuesta me inquietó profundamente. María jamás hubiera dejado sola a mi madre, por lo que temí que hubiera pasado alguna desgracia. Corrí hacia la casa y cuando entré, la encontré como siempre: cerrada bajo llave, con el orden habitual y con mi madre descansando plácidamente en su cama.

Lo que no encontré fue el menor atisbo de ella, de María. Aturdida, registré cada una de las habitaciones y rincones de la casa, sin encontrar el menor rastro . Momentos después el portero me dijo que ese día nadie había salido ni entrado en la casa. De igual modo y según me comentaron los vecinos, éstos tampoco habían percibido ningún movimiento o ruido extraño, además las persianas estaban cerradas del modo habitual.

Sin embargo María no apareció por ninguna parte. Nunca más nadie supo de ella, ni si quiera su familia. La única explicación de su desaparición o lo único que me pareció que pudiera tener alguna relación con lo sucedido, fue encontrar un agujero negro en la habitación donde ella dormía.

Lamenté profundamente no haberme podido despedir de María cuando partió hacia quién sabe
dónde.

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Teresa Sagastiberri

Categories: Literatura

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