¡Mujer, vida, libertad! – Manifiesto contra la violencia de género [Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer – 25 de Noviembre de 2022] – Sebastián Gámez Millán

¡Mujer, vida, libertad! – Manifiesto contra la violencia de género [Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer – 25 de Noviembre de 2022] – Sebastián Gámez Millán

¡Mujer, vida, libertad! – Manifiesto contra la violencia de género [Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer – 25 de Noviembre de 2022]

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¡Mujer, vida, libertad! – Manifiesto contra la violencia de género [Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer – 25 de Noviembre de 2022]

Sebastián Gámez Millán

La muerte a golpes de Mahsa Amini, una joven kurda de 22 años, a manos de “la policía de la moral”, que la detuvo por no usar “adecuadamente” el velo, ha desencadenado oleadas de revueltas en Irán, harta la ciudadanía de la corrupción sistemática, las discriminaciones sociales, las graves dificultades económicas, la severa inflación y el incremento vertiginoso de los costes de la vida, la arbitrariedad y desmedida violencia de las fuerzas de seguridad, la ausencia de libertad y el silenciamiento de la disidencia.

Según el Observatorio de los Derechos Humanos, sólo en octubre han muerto por lo menos 200 personas, entre ellas una veintena de menores, durante las protestas. Mahsa no es la única mujer que se ha convertido en símbolo de esta lucha por la emancipación de las mujeres en Irán y en el mundo. Nika Shahkarami, cuya imagen sonriente, cantando con amigos, hemos visto circular por las redes sociales, sin haber cumplido los 17 años, fue secuestrada en una de estas protestas por “las fuerzas de seguridad” y días más tarde su familia recibió el cadáver con signos de violencia.

Incluso desde antes de su instauración en 1979, la República Islámica ha sometido a un constante abuso de poder a las mujeres. Sin ir más lejos, utiliza el hiyab como un instrumento político de dominación, convirtiéndolo en un símbolo contra la occidentalización y la secularización. Conviene recordar que cuando el Estado y la religión se confunden la libertad desaparece, de ahí la importancia moderna de los Estados laicos, que no se oponen a las religiones, sino que con el fin de salvaguardar la libertad, valor supremo en tanto que es la condición de todos los demás valores, distingue entre el espacio público y el privado, relegando la religión a este último.

Sí, las mujeres iraníes se están rebelando, queman el hiyab y se cortan el pelo como forma de desafiar los dictados del régimen, a pesar de que para algunas etnias de allí el pelo es símbolo de la belleza y del honor de la mujer. Concretamente, para la etnia Lor uno de los juramentos más sagrados es jurar por el pelo de la madre. Cortar el pelo significa estar de luto. Las mujeres iraníes están protestando no sólo simbólicamente, sino también arriesgando sus vidas, porque no soportan más esta incesante violación de los derechos humanos. Cuando ya no queda nada que perder se está dispuesto a todo.

Pero esta lucha no es sólo de las mujeres iraníes, y quien así lo crea se equivoca. Los derechos humanos no se han conquistado únicamente en un rincón del planeta. Más exactamente hombres y mujeres de diversas latitudes y culturas han contribuido a esta interminable conquista por la dignidad de la especie humana. Aquí y allí, en cualquier lugar del mundo. Havin Guneser, una activista del movimiento kurdo, ha recordado que “la esclavitud de las mujeres también perpetúa la esclavitud de los hombres. Por eso decimos que la revolución de la mujeres libera la vida…”

¿Qué ser humano no proviene de una mujer? ¿Qué humanidad es aquella que prescinde de la otra mitad? Las mujeres de Irán y del mundo necesitan nuestro apoyo. Europa y el resto de continentes que lucha por una civilización más inclusiva y simétrica no pueden mal consentir esta violación sistemática de los derechos humanos. No me gusta que se alce la voz, signo a menudo de que brilla por su ausencia la razón, pero ahora necesitamos gritar juntos para que se escuche alto, claro y firme: ¡¡¡mujer, vida, libertad!!!

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Sebastián Gámez Millán

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