Tierra de poetas [Poema]
***

***
Tierra de poetas
Sólo en España tenemos
(echando rápidas cuentas)
cuarenta y tantos millones
de sedicentes poetas,
y eso sin contar a quienes
sin talento y sin vergüenza
publican presuntos haikus,
plaga ubicua y deletérea
(igual los microrrelatos,
otra moda duradera).
Somos, pues, no cabe duda,
fértil tierra de poetas:
es fácil dar con alguno
debajo de cualquier piedra.
¿Y qué escriben?, me pregunto.
Juntando letra con letra
y palabra con palabra,
frase a frase, se genera
un aparato de versos
en torno de alguna idea
o imagen, muy a menudo
inasible e inconcreta.
¿De qué mundo o qué demonios
nos hablan estos poemas?
No lo sé. Tampoco entiendo
si se quejan o celebran,
si van dejando constancia
o son pura verborrea
con vocablos escogidos
como petardos de feria.
Lo que importa es el efecto,
el sobresalto o sorpresa.
No busquen allá más chicha,
al olmo no pidan peras.
Son libros de poca página
(no más de cien, ciento treinta)
con mucha página en blanco,
mucho blanco y poca letra.
Y así sale cada año
un libro de la chistera,
un nuevo producto huero,
otro título en la cuenta,
uno más de tantos miles
que leen cuatro… y el poeta.
No se sabe de qué trata
tanto libro de poemas
a cuyo autor no le sobran
experiencias ni vivencias
salvo la de plantar versos
en su querida maceta.
Te cambio tiesto por tiesto,
yo te hago una reseña,
publícame en tu revista,
qué tal si me recomiendas…
Camarillas de escritores
en redes sociales, ferias,
en círculos o certámenes,
amiguetes de las letras.
Luego tenemos los críticos
que pontifican, condenan
ensalzan, obvian, escrutan
según sus entendederas
(ese título de crítico,
¿lo dan en alguna escuela?).
Hay poetas de autoayuda,
Paulo Coelho en cuartetas;
otros son de topicazos;
otros, de palabras bellas
como «detestar», «sutil»,
«crepúsculo», «raudo», «espléndida»,
de esas que apenas se usan
en el trajín de la lengua.
Ya quedan menos de aquellos
estudiosos de la métrica
que aplicaban con soltura,
sin que se note la técnica,
ya sea el ritmo del verso
o rimas ciertas, certeras
no ripios como Sabina
en bastantes de sus letras.
Luego están los que hacen prosa
cortada en lonchas perfectas
sin más: sin ritmo aparente
u oculto, sin una huella
de poesía en su lenguaje,
como la imagen poética,
subversiones de sintaxis
o semánticas, licencias
de algún tipo… nada, nada,
mera prosa sin promesa,
sin truco y sin recompensa
pero con mensaje claro
de denuncia y de protesta.
Unos y otros comparten
un estilo, unas maneras
de presentar su poesía
ante un público o audiencia:
marcar mucho cada pausa,
cada coma puñetera,
ninguneando los versos,
con voz tirando a patética
y, de vez en cuando, un taco,
si la ocasión se presenta.
Basta imprimir esos versos
con la forma de poema;
declamarlos que se note
su enjundia y su quintaesencia;
con eso nos basta y sobra
en esta época inquieta
que desconoce el pasado
y cree que todo lo inventa.
***
Jorge Camacho Cordón