Cuentos muy breves – I – Antonio Báez Rodríguez

Cuentos muy breves – I – Antonio Báez Rodríguez

Tres cuentos muy breves

 

Sueños

Por la noche soñé con mi muerte. Una estupidez. Caía al vacío y me abría la crisma. Por la mañana abrí el cuaderno de los sueños y antes de que se me olvidase me apresuré a anotarlo. Les conté a mis amigos el sueño sin saber desde dónde caía. Podía ser por el hueco de un ascensor, pero también desde la terraza de un edificio. Barajé todas las hipótesis. Nos comimos una paella en torno al sueño de quien cae para dejar sus sesos aplastados en el asfalto. Luego nos tomamos unos cubatas mirando la hermosa declinación del sol desde una terraza en el Palo. Hubo algunos más que aportaron otras maneras de morir en un sueño. Por asfixia, dijo alguien. Mientras con una mano sostenía el vaso. La otra la posaba en una rodilla desnuda. No sé si me hallaba en el fondo del mar, también podía ser bajo un alud de nieve, añadió. Solíamos despedirnos achispados, divertidos, insatisfechos. Y establecíamos una nueva cita. En cierta ocasión, cuando regresaba a casa después de una de nuestras reuniones, asaltaron a Alfa. Fueron brutales con Alfa. Apenas por unos billetes estuvo a punto de perder la vida trágicamente. Alfa fue el único que aquella vez se limitó a decir que nunca había soñado una forma de morir. Otros para no quedar callados inventaron cualquier truculencia. A Alfa le metieron un cuchillo muy cerca del corazón y lo dejaron allí, como si fuera una nueva rama injertada en un tronco viejo. Luego lo patearon hasta hacer de él eso: un tronco sin cara de hombre.

 

Vecindario

Cuando no podía dormir, bajaba a la calle a fumarme un cigarrillo mientras daba un paseo. En cierta ocasión bajo una farola encontré a un hombre tomando una copa de champán.

-Es muy caro, me dijo.

-Yo no puedo dormir.

-Tómese usted una copita conmigo.

-No sé, no entraba en mis planes beber esta noche, le dije.

-Vamos, hombre, anímese, se volverá a la cama de buen humor.

-¿Por qué brindamos?

-Por la suerte, contestó.

-Ea, por la suerte.

-Gracias por acompañarme, me quería tomar la última y todos mis amigos han desertado.

-Gracias a usted, pero empiezo a sentirme cansado, creo que volveré a la cama a ver si soy capaz de coger el sueño.

A la mañana siguiente vi al pie del contenedor de vidrio la botella de la que la noche anterior me había escanciado el hombre que bebía solo. Fue algo irresistible, un impulso que no controlé. La cogí por el cuello y me eché al coleto las últimas gotas. Un vecino se asustó al ver que me relamía como un gato. Luego me acerqué al paso de cebra donde mis hijos me esperaban para cruzar camino del colegio. Y nada más. La mañana no fue mala. A lo que yo le temía era a dar vueltas en la cama en mitad de la noche.

 

Mitología

Yo era joven, pobre y descuidado. Me había trasladado a estudiar a Granada. Remolinos de pelusa y polvo corrían por los pasillos de mi piso compartido. Como hacía frío, pasaba mucho tiempo bajo las mantas, leyendo, oyendo la radio y soñando con existencias más pobres que la mía, más descuidadas y bohemias. No era raro que me ardiese la frente y se levantasen desde los rincones sucios de mi habitación dos negras serpientes marinas, por ejemplo, monstruos babeantes y sanguinarios que se me enroscaban en el pecho como a un hijo de Laocoonte. Para defenderme hubiera podido agarrar un escobón cualquiera, y allá que irían en fuga ejércitos despavoridos de cucarachas y arañas, formas de vida minúsculas, repugnantes. Pero no lo hacía, me dejaba arrebatar, morder, estrangular. Mis compañeros de piso se sorprendían de aquella gimnasia contorsionista, practicada dentro del mito. Al cabo de los años ya no fui joven, pero logré mantenerme relativamente pobre y descuidado. Esperé que del mar surgiesen las serpientes que me devoraran. De hecho, si sigo aquí es porque sólo creo en ellas.

 

Antonio Báez Rodríguez

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Nota

Acerca de su novela La magia de los días, léase la interesante reseña de Rafael Guardiola Iranzo en la Revista Homonosapiens: 

https://www.homonosapiens.es/ la-magia-de-lo-verosimil/

 

 

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