UN HOMBRE EN PAZ [1]
Siguiendo la estela de Platón de Atenas, seguramente, el poeta bilbaíno Blas de Otero escribió en 1951 estos rotundos versos: “Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre/ aquel que amó, vivió, murió por dentro/ y un buen día bajó a la calle: entonces/ comprendió: y rompió todos su versos”. La fascinación por la mayéutica socrática y la práctica filosófica en los mercados y en las plazas públicas abortó la vocación literaria del autor de La República, según sus biógrafos, e hizo que se consagrara definitivamente al “amor a la sabiduría”, sin renunciar por ello a un férreo compromiso con los asuntos políticos. Y es que, cuando uno baja a la calle –sobre todo, desde las alturas de las torres de marfil del ocio protegido, el poder o el esteticismo- empieza a comprender muchas cosas, se le abren los ojos hasta alcanzar el diámetro de una rapaz nocturna y no ceja hasta eliminar los vestigios de un pasado muelle y autocomplaciente. Los versos que se rompen en el poema de Blas de Otero “A la inmensa mayoría” con el que se inicia el escarpado viaje por los infiernos de lo humano del libro Pido la paz y la palabra (1955), dan paso a la “poesía social” fuertemente comprometida políticamente, en tiempos de la dictadura de un general de cuyo nombre no quiero acordarme. Les animo que bajen a la calle para comprender, pues me consta que han amado, vivido y muerto por lo menos una vez en su vida. Espero que no les apliquen por ello la “ley mordaza”.
“Así es, así fue. Salió una noche/ echando espuma por los ojos, ebrio/ de amor, huyendo sin saber adónde:/ adonde el aire no apestase a muerto”, reza la segunda estrofa. Nada más dulce que rendirse a los licores que escancia Eros, consagrarse a la pasión que nos agrada con ese sentimiento “oceánico” del que habla Freud, entre otros, cuando se produce el feliz encuentro de los amantes, y no menos dulce el amor en todas sus variantes: maternal, paterno, filial, fraterno….y hasta el amor a las ideas por el que Platón suspira. Amor y vida van de la mano y nos hacen esquivar la muerte más densa. Les animo a que bajen a la calle para comprender, a que se desprendan de sus versos más oscuros y enarbolen la bandera del amor. Eso sí, si lo hacen ebrios, pidan información antes a sus amigos, para eludir elegantemente los controles de alcoholemia.
Al igual que Blas de Otero “Yo doy todos mis versos por un hombre/ en paz”, por un ser de carne y hueso a quien no le importa tener razón a cualquier precio, sino ser justo con uno mismo y aceptar la cruel realidad de la injusticia en el mundo, del imperio de la desigualdad y la falta de libertad, y los abundantes gestos insolidarios que chocan contra nuestro pecho. Yo les animo a aceptar nuestra humana condición, que no a resignarse, a actuar con cariño y firmeza a un tiempo, sin perder la paz ni dejar de pedir la paz y la palabra.
Rafael Guardiola Iranzo
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Notas
[1] Este artículo se publicó en diciembre de 2014 en “El Mirador de Churriana”, periódico digital del Distrito 8 de la ciudad de Málaga. Se reproduce aquí con el permiso de su director, D. Jesús Manuel Castillo Ramos. El autor piensa que su reflexión de entonces no ha perdido actualidad.
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