El universo de Ilia Galán en La cruz dorada
Ilia Galán es profesor titular de Estética y Teoría del Arte en la Universidad Carlos III de Madrid, pero también es un hombre de largo recorrido en la cultura española, ha sido profesor visitante en muchas universidades, columnista habitual en El País y en otros periódicos. Su libro El Romanticismo: Schelling o el arte divino (1999) es un magnífico ejemplo de su capacidad para ahondar en el mundo de la filosofía y el arte, porque Ilia Galán es también poeta y novelista reconocido.
Poemarios como Tempestad, amanece (1991), Arderá el hielo (2002), Amanece (2005), Antología de sol y edades (2009) y Ars Sacra (2011) son libros donde transpira el verso hondo de Galán, espacios donde queda un eco porque su poesía es un acto de comunicación abierto al pensamiento, en sus versos vive el hondo y luminoso resplandor de la palabra, que busca horizontes donde ensancharse y llegar a lo profundo.
Su último libro publicado, con mucho esmero, por la editorial Ars Poética merece nuestra atención, su título La cruz dorada, es un relato iniciático por el mundo, como si de Ulises se tratase, el poeta madrileño busca en los paisajes amados aquellos laberintos del tiempo donde encontrar las voces perdidas, escuchar el eco lejano de un tiempo que se fue.
Ilia Galán entiende el viaje como un desvelamiento, en esa senda donde nacen poemas de la parte llamada “Buscando entre los templos”, son poemas que nos hablan de esos seres idos, lejanos, mientras riadas de turistas inundan el espacio, profanando el silencio del ayer, como ocurre en el poema donde habla del Coliseo de Roma:
“Luchan desesperados / los gladiadores de mis sueños / y la sangre de los mártires / todavía empapa estos pasos ciegos”
Sin duda alguna, el pasado vuelve, esos “gladiadores” son parte del tiempo, seres que se desvanecen pero que el poeta ve en su esplendor, hay siempre ese eco del tiempo en su poesía, ese dolor que va vistiendo de luz el poema, sabe también que el desgarro de la vida no tiene parangón, llama “chusma infecta” a quien contempla ese dolor, porque la fe en el ser humano parece disiparse, hay algo más allá, la gran cultura que el poeta sabe que está por encima de todo, los grandes monumentos que resisten al tiempo porque el hombre deja de ser, pero la creación que ha dado lugar pervive para asombro de otros que les continúan.
Termina el poema diciendo:
“Hoy compramos regalado / lo que lejanos esclavos trabajaban / desangrando sus días en las páginas / perdidas de otro libro / de historia sin memoria”.
La “historia sin memoria” es el espacio en que vivimos, un mundo tecnológico, de autómatas, de jóvenes que apenas valoran lo que ha ido puliendo el tiempo, seres ignorantes que nada entienden, turistas que se hacen fotos sin entender nada de lo que ven.
En cada poema, Ilia Galán nos sitúa en un lugar, una fecha, lo que hace que podamos penetrar en un espacio determinado, navegar con él en esa búsqueda de un tiempo que se va. Me gusta especialmente el poema escrito mientras navega entre Córcega y Cerdeña porque hay en él eco de Conrad, de Hemingway, de Melville:
“Un faro lejano no luce, / pero el día nos guía / entre lenguas susurrantes: / mil canciones de mil naciones / siempre extranjeras y hogareñas”.
Late el tiempo: “lenguas susurrantes”, un lenguaje secreto que nos habla, ya que apenas hay luz, el faro no luce, y la música que va llevando al hombre a su lugar, todo es extraño y cercano a la vez.
El mar lo es todo, el hombre, ahíto de añoranzas mira al mar con nostalgia, así nos recuerda ese eco de Melville, de Malcolm Lowry en Ultramarina:
“En Ti navegaremos siempre / y cuando el barco se haya hundido / alcanzaré tu horizonte inalcanzable”.
Lo sagrado y lo profano conviven en el libro, en Burgos: “Tempestades sobre la catedral caen / y azotan sus santos de piedra vientos helados, / cielos que se desploman sobre nuestros pecados”.
También el hombre, diminuto casi ante un mundo que le supera, las alusiones continuas a iglesias, cúpulas, catedrales, nos hace ver el verdadero sentido del libro: la pervivencia del arte en el mundo ante la pequeñez del hombre, su insignificancia, nada queda de los muchos que han existido, son apenas nombre casi borrados en lápidas, en cambio el arte vive, permanece, esa contraposición, en mi opinión, es clave en el libro.
Para concluir, el libro destila cultura, los versos lirismo y la hondura que reafirma que Ilia Galán es un gran poeta y, lo que es más importante, ha sabido ver el secreto del arte, de lo sagrado en nuestras vidas, ha sabido viajar por el tiempo, para que surja el destello del poema, donde nos vemos y nos escuchamos, como “lenguas susurrantes” que siempre vuelven a nacer.
Pedro García Cueto
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