Zéjel para una declaración de amor – Antonio García Velasco, In Memoriam – Un homenaje de Sebastián Gámez Millán

Zéjel para una declaración de amor – Antonio García Velasco, In Memoriam – Un homenaje de Sebastián Gámez Millán
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Zéjel para una declaración de amor – Antonio García Velasco, In Memoriam – Un homenaje de Sebastián Gámez Millán
a Antonio García Velasco, en su memoria y en la de quienes tuvimos la suerte de conocerlo.
Doctor en Filosofía y Letras, como profesor de Didáctica de la Lengua de la Universidad de Málaga, Antonio García Velasco (1945-2023) es autor de aplicaciones informáticas para estudios filológicos y el acercamiento a la literatura mediante programas multimedia. Además de su labor docente, ha cultivado casi todos los géneros literarios: poesía, ensayo, artículos, novelas, cuentos y microrelatos. Con los poemarios Las heridas de amor (2000) y Hojas ustibles (2005) fue finalista del Premio Andalucía de la Crítica.
ZÉJEL PARA UNA DECLARACIÓN DE AMOR
Nunca me viera en la suerte,
mala suerte, de no verte.
Porque sustentas mi vida,
porque ayudas mi subida,
porque curas mis heridas,
porque sin ti no soy fuerte.
Nunca me viera en la suerte,
mala suerte, de no verte.
No lo digo porque sí.
Es que mi vida sin ti
no la puedo concebir
de otro modo que en la muerte.
Nunca me viera en la suerte,
mala suerte, de no verte. [1]
Como es sabido, el zéjel o villancico [2] es una composición poética inventada por el moro Mucáddam de Cabra en el siglo X. Más tarde se difundió por Castilla, donde recibiría el nombre de villancico, conservando lo esencial, pero alterándose en algunos aspectos, como es natural con el paso del tiempo. De este modo atravesó la Edad Media, el Renacimiento, el Barroco… y ha llegado a Juan Ramón Jiménez y algunos poetas de la Generación del 27, sobre todo Federico García Lorca y Rafael Alberti, que recuperaron el gusto por el neopopularismo. Tal como es propio de los movimientos de la historia las formas del pasado retornan con variaciones que se adaptan a las cambiantes épocas en un incesante juego que Octavio Paz llamó “la vanguardia de la tradición”.
Por el principio de causalidad, hay quienes afirman que no existe la suerte. Se trataría de una manera de hablar, como cuando decimos: “el sol sale”, “el sol se pone”… Aunque sabemos que el sol no sale ni se pone. ¿Existe la suerte? Cuando eso que no se nombra ciertamente con la palabra azar, y que son leyes y tendencias que desconocemos, nos resulta favorable hablamos de “buena suerte”. Por el contrario, cuando nos perjudica, hablamos de “mala suerte”. En los dos primeros versos de este poema, en lo que será el estribillo que se repita de principio a fin y que cantaba el coro, el autor juega con esa dilogía.
A continuación aparecen cuatro versos de estructura simétrica que ofrecen otras tantas razones de por qué tendría mala suerte en el caso de no ver a la persona amada: “porque sustentas mi vida, / porque ayudas mi subida, / porque curas mis heridas, / porque sin ti no soy fuerte”. Son razones esenciales de por qué amamos; de por qué si no somos correspondidos por la persona amada la existencia carece de sentido, como explicita un poco más adelante.
Esos enlaces causales que se repiten de modo consecutivo en forma de anáfora, junto con otras reiteraciones, dotan de ritmo al poema, que se adhiere a la memoria. En su sencillez expresa unos sentimientos y pensamientos que deben de experimentar muchos seres humanos: sin la presencia del ser amado estamos condenados a creer que no vivimos o, por lo menos, no del modo tan intenso y pleno que podemos hacerlo en su presencia. ¿Acaso no es esta una de las funciones de la poesía, descubrir una forma verbal que esclarezca y comunique nuestros sentimientos y pensamientos?
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Sebastián Gámez Millán
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Notas
[1] García Velasco, Antonio, Cantares de flores nuevas, KDP-Amazon, 2020, p. 54.
[2] Para más información sobre esta composición poética, véase Rafael Lapesa, Introducción a los estudios literarios, Madrid, Cátedra, 1977, pp. 116-118.