Albert Camus, el hombre rebelde – I
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Albert Camus, el hombre rebelde
“¿Aceptar la vida, tomarla como es? Estúpido. ¿Hay medio de obrar de otra manera? ¿Aceptar la condición humana? Creo que, por el contrario, la rebeldía está en la naturaleza humana. Aceptar o rebelarse, eso es ponerse frente a la vida”
Albert Camus, Cahiers II
Albert Camus: el hombre, su obra narrativa, su teatro y sus ensayos siguen ofreciendo materia para sentir y pensar la realidad, para reflexionar acerca del paso del tiempo y de las transformaciones por él operadas, dando relieve auténtico a la grisalla de la vida, porque en su arte y en su pensamiento aún se dibujan los rasgos de uno de los más grandes intelectulaes del siglo XX.
Pero no solo podemos hablar de un intelectual, sino también de un hombre en constante tensión con el tiempo que le tocó vivir, un disidente desde la intelectualidad, un hombre forjado desde la experiencia de una vida donde tuvo que compaginar su nacimiento y sus años en Argelia con el mundo cosmopolita de Francia, donde tuvo que enfrentarse, en su obra y en su vida, al destino adverso y al que, a veces, le sonrió.
Era hijo de Lucien Camus, que contaba veintiocho años al nacer el futuro escritor. La familia Camus, como nos recuerda muy bien Olivier Todd en el magnífico libro que dedicó a la vida del escritor francés, era de origen alsaciano. Camus nació el 7 de noviembre de 1913; Lucien, su hermano, había nacido a principios de 1911.
La familia pasó de vivir en el número 17 al 93 de la Rue de Lyon, en el corazón de Belcourt, barrio popular al este de Argel, en las lindes de Marabout, el barrio árabe.
Las condiciones de salubridad no son muy buenas, no hay agua corriente, se llenan jarros en el grifo de la calle y se lavan en el fregadero. En Belcourt, en la orilla derecha, se alojan los franceses argelinos y allí se codean con los árabes. Ya vemos la lucha por sobrevivir, el rechazo a la policía, que une a los árabes y a los franceses del barrio. En la Rue de Lyon conviven franceses con voces árabes, italianas o españolas. El olor a canela, anís, azafrán, agua de Javel, ajo, oliva lo domina todo.
Van al cine, distracción que va calando en el futuro escritor, cuyas novelas, al tener tantas descripciones ideales para el séptimo arte, son tan cinematográficas. De hecho, dos de sus obras más conocidas, La peste y El extranjero, han sido adaptadas con mejor o peor fortuna al lenguaje del Cine.
Los maestros ya inculcan el espíritu crítico en los hermanos Camus, los docentes creen en el progreso, en Argelia. Muchos profesores son militantes, radicales, socialistas y comunistas. Se habla de la asimilación, de la necesidad de una cultura heterogénea, de la idea de que los franceses son sucesores de turcos, árabes, bizantinos…
Albert es buen alumno, y ya despunta en francés. Tampoco es mal estudiante en letras, historia, geografía, ciencias naturales, matemáticas. Albert se codea con los hijos de los que dirigen y gobiernan en Argelia. Está en el liceo. Hay pocos hijos de árabes, solo de los que dirigen grandes tiendas, la mayoría de ellos son franceses argelinos.
Los novecientos mil europeos de Argelia no se inquietan por la forma de pensar o de vivir de los seis millones de árabes y cabilas. Los militantes argelinos son pocos y sus protestas quedan pronto reprimidas. Messali Hadj reclama la independencia de Argelia, pero los miembros de su partido, la Estrella Norteafricana, reclutan principalmente obreros argelinos en Francia.
Camus deja de ir al liceo en 1930. Enfermizo, como pupilo de la nación, tiene derecho a cuidados médicos gratuitos. Los médicos descubren que tiene una tuberculosis pulmonar ulcerosa grave.
La tuberculosis acentúa en Camus su sensación de que la vida es una casualidad, presidida por la injusticia y por el dolor. Según Olivier Todd en la biografía citada, al igual que le ocurrió a André Gide, se “vuelve poroso a las sensaciones”, consigue que su hipersensibilidad se desarrolle, la que será luego muy útil en sus libros, donde va describiendo con una minuciosidad asombrosa la peste en la ciudad, como si de un cáncer se tratase, una enfermedad endémica que la va recorriendo y afectando a cada uno de los miembros de la comunidad, clara metáfora de la ceguera contemporánea ante el poder del capitalismo.
Como dijo Roger Grenier en Soleil et Ombre, Camus se prepara para entender la enfermedad como una suerte de resistencia ante la muerte: “es un remedio contra la muerte. Prepara para ella. Crea un aprendizaje cuyo primer estadio es la ternura para con uno mismo. Apoya al hombre en su gran esfuerzo, que consiste en ocultarse a la certidumbre de morir completamente” (Albert Camus, Soleil et Ombre, ed. Gallimard, 1987).
En octubre de 1931 vuelve al liceo, logrando ser uno de los alumnos más valorados y de mejores resultados. Paul Mathieu, profesor de Literatura, encarga trabajos a los alumnos y reconoce, salvo en el caso de aquellas páginas que adolecen de ser plagios, que Camus tiene un estilo narrativo original.
Camus empieza a desarrollar su inquietud ante la vida, en escritos donde se plantea la dificultad de resistencia ante el empuje del destino, ante la injusticia que asola al ser humano; por ello, sólo entiende la lucha desde la disidencia, desde la rebeldía, desde la acción: “¿Aceptar la vida, tomarla como es? Estúpido. ¿Hay medio de obrar de otra manera? ¿Aceptar la condición humana? Creo que, por el contrario, la rebeldía está en la naturaleza humana. Aceptar o rebelarse, eso es ponerse frente a la vida” (Cahiers II).
Camus ya encuentra en Gide no solo unos de sus más admirados escritores, sino a un hombre de claro compromiso con su obra, donde subyace su ética del mundo: “Mi gusto por Gide aumenta al leer su Journal. ¿No es por su humanidad? También sigo prefiriéndolo a cualquier otro escritor. Por un efecto inverso detesto a Cocteau” (Correspondance Albert Camus-Jean Grenier, 20 de mayo de 1932, y Souvenirs, de Jean Grenier).
Los jóvenes que estudian en el liceo se encuentran con frecuencia en la Place du Gouvernement, en el Café de la Bourse y van hacia la alcazaba, a los barrios altos de la ciudad. Allí charlan con los árabes. Argel, ciudad mestiza, es una ciudad europea. A Camus le gusta la alegría de la ciudad, sus tranvías, su vida en cada rincón.
Camus decide, estando en el liceo, que su pasión es escribir y descubre a un gran escritor y hombre de espíritu crítico: André Malraux. Recordemos La condición humana. Para Camus, hay dos libros del escritor que le fascinan, el ya citado y Las islas, un ensayo de ciento cincuenta páginas donde el escritor habla de los encantos de las islas Kerguelen.
Camus empieza a escribir y lo hace en revistas, donde ya expone sus meditaciones sobre la vida, su desacuerdo ante el poder económico, sus reflexiones sobre la existencia de Dios, pero también escribe artículos sobre escritores que le interesan, como Gide o Malraux. Se trata de sus colaboraciones en la revista La Revue marxiste, sacada a la luz en París por George Politzer, Henri Lefebvre y Paul Nizan.
Camus ya escribe en la revista su idea de un Dios malvado y cruel, que está decididamente aposentado en el poder de la Iglesia, ya ve que la realidad esconde el sucio aroma del poder, de la mano que todo lo dirige en grandes y poderosos estamentos que anulan al ser humano, lo cosifican irremediablemente.
Otro momento importante en la vida de Camus es su ingreso en el Partido Comunista francés, en 1935. Se considera como un partido que defiende a la clase obrera y que reivindica la fraternidad. Decide embarcarse en un deseo de igualdad, para evitar el colonialismo, el imperialismo y el fascismo, los grandes jinetes del Apocalipsis del siglo XX.
Sigue Camus la senda de Malraux, desplazando su interés por Gide a favor del escritor de La condición humana. Considera que los humillados y los explotados deben cambiar el mundo, ha de iniciarse una revolución para recuperar la dignidad perdida por el efecto brutal de la colonización y de la explotación de los poderosos sobre los débiles.
No hay que olvidar que el prestigio de Malraux fascina a Camus, su labor en el Congreso Internacional de Escritores, la creación de un Frente de Escritores contra el Fascismo, lo que le convierte en un personaje fundamental para la defensa de los derechos humanos.
En junio de 1936, Camus consigue el diploma de estudios superiores, le inquieta el mundo del teatro, porque considera que es un espectáculo donde se puede exponer la verdad de la vida sin tapujos, donde la emoción de la interpretación en vivo posibilita la crítica y la reacción de un público comprometido, como demostrará al escribir Calígula, una obra que sirve para denunciar la dictadura y el poder totalitario frente a unos seres cosificados, reducidos a la nada.
Camus trabaja, en 1936, en tres libros, La muerte feliz, El revés y el derecho y Nupcias, y piensa también convertirse en actor. Le seduce mucho el mundo del teatro, la posibilidad del actor de encarnar muchas vidas, de denunciar a través del texto del autor el mundo corrompido en el que vive.
Políticamente, todo se complica en Argelia desde 1937. En enero de 1937, el gobierno de Léon Blum disuelve, con satisfacción del PCF, la Estrella Norteafricana; Messali funda el Partido Popular Argelino (PPA). En marzo de ese año estallan huelgas en Argelia. Hay muertos en las manifestaciones que se producen en ese mes. En julio de ese año, Messali Hadj es detenido y luego deportado.
Camus decide irse a París el 16 de marzo de 1940. Allí va dando forma a su obra, trabaja como secretario de redacción en el prestigioso periódico Paris-Soir, ganando tres mil francos al mes por cinco horas de trabajo al día.
Va creando El extranjero (publicado en 1942), una de sus novelas fundamentales, pero también va escribiendo su obra de teatro Calígula. De esa primera novela que le dará fama piensa lo siguiente: “Acabo de releer todo lo que llevo escrito de mi novela. Y me ha repugnado, me ha parecido que era una cosa fallida de arriba abajo, que Calígula no valía mucho más y que los primeros indicios de lo que quiero hacer juzgaban sobre lo que podría hacer” (Cartas a Francine Faure, 12 y 18 de abril de 1940).
Ya demuestra Camus su insatisfacción ante la obra que escribe, confesión que expone a su amada Francine; dice también que la obra de arte es una utopía y que todo ha de rehacerse inútilmente. La vida es un compendio de casualidades, donde el infortunio decide todo, como el haber nacido en un país en guerra o el pertenecer a una sociedad pobre, mientras que otros abundan en la riqueza.
Las últimas palabras de Mersault en El extranjero compendian la idea que subyace en Camus, la idea de la indiferencia. La intelectualidad debe vivir sin complejo de culpa, con el espíritu de denuncia siempre presente: “Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, queda por desear que haya muchos espectadores el día de mi ejecución y que me reciban con gritos de odio”.
Se siente exhausto de su trabajo, de haberse implicado al máximo, pero nunca está contento con su trabajo, porque sabe lo ínfimo que éste supone para cambiar las directrices de un mundo cruel e injusto.
Camus quiere ser útil, y como la Segunda Guerra Mundial ya está en marcha, el escritor quiere participar en la misma. Vivir en una ciudad que va a ser ocupada por los alemanes, le parece al escritor una odisea que solo puede afrontarse desde la rebeldía y el desprecio a los invasores.
El armisticio de Vichy crea un ambiente frustrante y desolador entre muchos franceses, la redacción de Paris-Soir decide trasladarse a Clermont-Ferrand, París ya no es seguro. Para Camus, este exilio le parece un decorado de una de sus obras más prestigiosas, La peste. Para Camus, Pétain es el esbirro, un hombre que claudica ante los alemanes: “De cualquier modo, los hechos son como son. En cuanto al resto, cobardía y senilidad; es cuanto nos ofrecen. Política pro-alemana, constitución e imagen de los gobiernos totalitarios, miedo espantoso a una revolución que no vendrá, todo ello para intentar engatusar a unos enemigos que nos aplastarán de todos modos y para salvar unos privilegios que no serán amenazados”.
El mundo literario de Camus también está en crisis; su desconfianza ante un cambio verdadero de todo lo social es también su desprecio a todo lo escrito, como si todavía no hubiese encontrado su verdadera luz.
El escritor se desplaza a Lyon, donde prospera el mercado negro, se roban bicicletas y menguan las raciones de pan. Quiere divorciarse de Simone Hié y casarse con su amada Francine.
Camus y Francine se reúnen en Lyon y el 3 de diciembre de 1940 se casan. En enero de 1941, se embarcan en Marsella camino a Argel de nuevo.
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Pedro García Cueto
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