Como si el tiempo no muriese – «Sin tiempo para el adiós», de Mercedes Monmany – Una reseña de Pedro García Cueto

Como si el tiempo no muriese – Sin tiempo para el adiós, de Mercedes Monmany [Reseña]
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Como si el tiempo no muriese – Sin tiempo para el adiós, de Mercedes Monmany
Mercedes Monmany goza ya de un gran prestigio como investigadora y ha publicado apasionantes libros sobre el mundo del exilio cultural europeo. Después de la inmensa Por las fronteras de Europa, editada en Galaxía Gutemberg, vuelve a publicar con la misma editorial Sin tiempo para el adiós donde la imagen de una mujer en un barco que parece que mira al infinito nos llama la atención. Estamos ante un libro que nos cuenta las vidas y las obras de grandes escritores que tuvieron que exiliarse y sufrir la condena de esa búsqueda de la identidad en un lugar ajeno al del nacimiento.
El libro es un paisaje bien tejido por Mercedes Monmany donde conviven muchos personajes, todos ellos heridos en ese vaivén del tiempo. Como si este no muriese, todos ellos quedan marcados por la experiencia del exilio. Klaus Mann que se marcha a Estados Unidos y que siempre intentó acercarse a su rígido padre para que existiese una comunicación que no llegó nunca. Stefan Zweig, el gran escritor, que se suicidó junto a su mujer en Brasil, uno de los escritores más lúcidos y brillantes del siglo XX que no pudo soportar el miedo a la persecución nazi. Joseph Roth, el santo bebedor, un hombre que fue tejiendo una obra honda y viva, escritor herido también por su alcoholismo y por el nazismo. Vladimir Nabokov, Hermann Broch, Alfred Döblin y tantos otros. El libro es un mosaico de voces, de ecos donde hombres y mujeres que habían construido todo un mundo cultural tuvieron que dejar sus raíces para seguir viviendo.
El libro combina la información con el acercamiento a todos ellos, porque Mercedes Monmany se pone en su lugar, quiere entender ese vacío, ese desarraigo de todos ellos y lo logra combinando amenidad y emoción. Como si tejiese un paisaje de rostros que ya no están, Monmany nos devuelve el eco de sus voces, los latidos de sus corazones. En el título Sin tiempo para el adiós, late también ese deseo no cumplido, el de la despedida, porque muchos de ellos se fueron sin volver a ver a sus seres queridos o decidieron quitarse la vida, porque el miedo les venció.
Cito de entre los muchos párrafos apasionantes de este gran libro, el que evoca a Marisa Madieri, podemos ver cómo la prosa de Mercedes Monmany se fusiona a la de una mujer que también sintió el exilio interior y exterior, la gran escritora que fue esposa del gran Claudio Magris:
“La de Madieri será la crónica de esos momentos particulares, domésticos, suspendidos y vividos desgarradoramente a espaldas de la corriente general de la Historia, que de nuevo se ha puesto en marcha, después de una guerra, y que todo absorbe, devorando a su camino el “detalle”, anulando lo pequeño y los más ínfimos estremecimientos de lo privado y lo cotidiano, del alma de las cosas, de la pura vida”.
Esa intrahistoria de Marisa Madieri y de tantos otros queda anulada por el dolor de la guerra, porque es esta aniquilación, quema las brasas de las vidas para que nada quede de los seres que las han vivido. Son tantos los horrores que padecieron: víctimas de los campos de concentración nazis, víctimas de las purgas de Stalin, etc. Todo ello hace de estos seres un mero apunte en el tiempo, seres desdibujados por su anonimato, pero vivos dentro de la prosa de Mercedes Monmany que los resucita. No solo son los escritores conocidos, sino también todos los que pertenecen a un tiempo rasgado, quebrado por el dolor y la injusticia.
Todos los capítulos del libro son esclarecedores, porque no solo respiran los personajes sino a un ritmo igual la mirada de Monmany que los lleva dentro. Al investigar sobre ellos, los ha conocido, los ha entendido, ha dialogado con ellos. Cuando el lector se adentra en las páginas ya es también un ser herido, exiliado, porque vive dentro el dolor de todos los seres humanos que han sufrido tan desarraigo vital.
Porque al ser exiliados, ese dolor continúa y esa etiqueta permanece, me detengo en lo que dice Mercedes Monmany sobre el gran escritor rumano Norman Manea:
“Por su parte, Norman Manea profundizaría siempre valiente y honestamente en su condición jamás abandonada de “exiliado””.
Como le ocurrió a María Zambrano mientras vivía en Roma o a Luis Cernuda en su estancia en México, el exilio es ya una forma de ser en el mundo, se camina con ese espacio de sombras que vive dentro de ellos, son seres que viven entre dos paisajes, el que conocieron y en el que permanecen, como seres desplazados del mundo (en el caso de Cernuda pese a su crítica continua a España late también, estoy seguro, añoranza y dolor).
Mercedes Monmany ha tejido un libro hermoso, donde miradas y rostros nos envuelven, dialogan con nosotros, sabemos de alguna manera que ya son nuestros también. Porque el tiempo no muere en el libro, permanece, es una fotografía que conserva sus matices y su colorido.
Casi al final del libro emociona la carta que Mercedes recoge de Max Aub a Dionisio Ridruejo, porque en ese afán de convertir España en una sola, late el mundo del exiliado. La mano tendida de Aub es la de la reconciliación, la de un nuevo tiempo, que pase página de todo y abra un nuevo paisaje a nuestros ojos.
El libro de Mercedes Monmany con el título tan bello que tiene es también una mano abierta, un abrazo, un deseo de pasar página pero sin olvidar. Todo un objetivo que cumple sobradamente la gran investigadora en este libro donde el tiempo nunca muere.
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Pedro García Cueto
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Nota
Mercedes Monmany. Sin tiempo para el adiós. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2021. ISBN: 978-8418526787.
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