El Barón Bermejo [Jornada XXXVII. Toscano en chiringuito]
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Aún quedaba mucho por recordar cuando Hernando sirvió los postres. Álex no daba crédito, o los daba todos, cuando el dueño del chiringuito, que sabía de su drogodependencia tabaquista, le hizo llegar un sinuoso puro toscano secado al fuego con fermentación alta y añejamiento óptimo. Antes de encenderlo, el Ballestero lo acarició como si fuese reliquia. Bermejo prefirió un cigarro de Vuelta Abajo.
̶ Se han conservado crionizados, pertenecen al siglo en que se descubrió que la cultura superior tenía que ver con cortinas, croché, croquetas de la abuela y contarle cuentos trágicos a los niños.
Entre las brumas producidas por la combustión del tabaco Bermejo recordaba que en mitad de un bosque claro liberaron a Giován Tumorro, dron libidinoso, heterobivalvo y desleal. Condujeron al mujeriego a un caserío descuidado donde la giganta Fía le riñó llevándoselo de las orejas, las mismas que había perdido Lepo, un niño mudo que jugaba con cáscaras de nuez en la alberca, a la sombra de un inmenso nogal.
En el episodio XXVI nos enteramos de antiguas querellas entre el barón y Salmanto, su archienemigo, en particular aquella en que Bermejo defendió a Calixta Singracia de las injurias e indignaciones del Querulante. Poco después, asomados al Pozo del Rayo, custodiado por tres lastimosos y abandonados Conejosos, pudieron contemplar los caballeros otras vidas que podrían haber vivido. Radón vio resucitada a su hija Moira mientras doña Bee (@VersusBee) le llamaba cobarde, con razón y motivo, por preferir la paternidad a la aventura. Álex el Morado se contempló trinitario, pues habiendo nacido real quimera procedía de dos embriones. Bermejo perdió el sentido tras verse sirviendo y escupiendo en las copas de un garito para separados solitarios. Después y con las suaves caricias de Pimpón el conejoso el barón recuperó la conciencia sintiéndose mejorado, con once sentidos y uno más secreto.
Poco más allá del Pozo del Rayo se toparon con unos altaneros cetreros que manejaban el tragopán y el clóreo, aves maravillosas. Los halconeros confirmaron la ruta costera hacia la Cala del Caimán que obligaba a travesar Galaqués, donde como tradicional se celebraba la Liza de Siete Lunas y una procesión surreal bajo las lunas artificiales de Fourrier…
Volvemos después de una pausa publicitaria… Nada, tres parrafitos.
Los episodios completos con sus detalles veraces pueden leerse en La Caja del Entomólogo del Café Montaigne. Sabemos que muchos de ellos circulan plagiados y desfigurados por las redes y hasta citados en tesis doctorales facturadas por “negros” para políticos eminentes. ¡No se deje engañar, paciente lector!, su versión genuina la encontrará en La caja del entomólogo. Si no la conoce, ¡descúbrala! Porque usted se la merece. ¿Se la va a perder?
Los telespectadores y seguidores registrados en las principales casas de apuestas sabrán distinguir la realidad de la ficción, los hechos de las opiniones, el mérito del autobombo. si quieren valorar con precisión el tiempo que emplearán Bermejo y sus compañeros en liberar a Lynette de las garras del poderoso y arisco Querulante, caballero traicionero y archienemigo del barón. Los videojugadores pueden interaccionar con los personajes de la aventura gratuitamente o a coste reducido. ¿Estará Misolinda compinchada con el Querulante? ¿Deseará Lynette ser liberada? ¿Corresponderá la dómina a los requiebros del barón? ¿Exigirá Misolinda el divorcio si el barón pierde todo crédito y declina en perdedor? ¿Se quedará preñada?
La derrota del Querulante y el rescate de Lynette se paga en estos momentos mucho mejor que el fracaso del barón, pero Fortuna es ciclotímica, lunera… ¡Hagan sus apuestas, apuesten con responsabilidad! Sólo mayores de dieciocho años.
… Como decíamos, los caballeros llegaron bien, Gracias a la Diosa, a la ciudad de la musa del divinal artista. En el Torneo de Galaqués las Óptimas en duro combate a muerte liberaron a Soma (Cuerpo) de su indisciplinado sometimiento a los Pésimos. A su fin, vencidos los Vicios y triunfadoras las Virtudes, volaron en la plaza mayor murciélagos, almohadillas, tangas, ligeros, pañuelos, cacheteros, vainas de aguijón, sombreros de ala ancha y flores. Esa misma noche, Radón enfebreció de Modorrio, pero Tempera, la tercera mastina de la óptima Iustitia durmió con él y su canina compañía le sanó mediando lametones.
Ya en marcha, les embromaron por detrás Tordés y Artemio gritando como almogávares para asustarlos. Habían cumplido su misión devolviendo a Haltamisa aquel mecanoescrito que había que leer con gafas de sol porque deslumbraba, descolocando a la maga al contarle lo del falso pastor Pedro Lino, matador de dragones indios, que bien podría ser su querido Remolino disfrazado y asustado por la fogosidad caribeña de la doctora cubana. Llegaba el Recto montado en un bellísimo corcel plateado y retornaba el escudero Artemio con implante de bienquerencia válido para tres meses. Cuenta Álex en ese momento el cruel comportamiento de la jueza meliponina del concurso de arco en Galaqués. Se vestía la tipa arbitrante de virtudes pero disfrutaba con el sufrimiento de zánganos castrados. Bermejo se mordió la lengua para no hablar mal de una provisora optimate.
Hallaron hospedaje en la masía de un famoso y ya retirada poetisa del Purandam, antiguo compañero de armas de Bermejo en el Redil-Tentadero-Séptimo… Al vate Rosario le saltaron lágrimas de alegría abrazando al barón, y a todos les hizo partícipes de una cena inolvidable en la que cantó sus viajes por los tiempos pretéritos en los que ya no era; y por los futurizos, en los que ya no sería. Refirió con gracia sus éxtasis poéticos y algunos secretillos de gaya ciencia bien cimentada en sórdidas y patéticas vivencias, poética ultimísima que puentea misteriosamente carne y espíritu.
Tras dejar allí sus caballerías y abandonar con un burro de apoyo la masía de las Cinco Llaves, en la escalada a Rodapetra Tordés sufre un apretón de vientre, abandona la estrecha senda, y nuestro hombre va, se alivia y se entretiene recogiendo boletus y níscalos (Lactarius deliciosus), que aquí llaman rebollones, cuando en mitad del bosque espeso se da de bruces con un hada agorera, banchí funesta que al principio le recuerda a su amada Larisa cuando se enfadaba por una ordinariez cursi o un torpe rendibú. Preocupado por la situación de su amiga del alma y aprovechando dos rayas de cobertura, la llama con el celular. Larisa se muestra altiva, misántropa, “la gente me harta”, dice. No ha olvidado la atención que Tor le robó para ofrecérsela a Julia, y al Recto se le escapa una lágrima de alegría al comprobar que Larisa sigue en forma desairándolo con encantadora energía y desprecio admirable.
En el ascenso a Rodapetra, ruina templaria, Radón puso a prueba la fe y paciencia de Bermejo ofreciéndole en bandeja el pastel paralizante y filosófico de la duda. Mas Bermejo no vacila: el caballero que duda de su ideal se encoje y no triunfa. Firme mantiene su convicción de que Lynette piensa en su caballero, mientras su caballero y vasallo la adora e idolatra. Y esta convicción no decaerá aunque ella, eventualmente o por necesidad, con dura saña le torture el corazón con su dorada espina o lo maldiga de boca. Ya sobre las ruinas del antiguo santuario templario, Radón disertó sobre el sentido de su mellada torre octogonal. Al alba, el del penacho relató un extraño sueño en que se le aparecieron doña Remedios y doña Leonora, extraordinarias videntes muy antiguas, artistas surreales. En la palma de la mano de La Palmista de Leonora reconoció Radón el rostro de su amiga Araceli, señora de antiguos desvelos.
Ya veían desde las alturas el profundo mar en el que un tornado escalaba aguas y aires hacia un nubarrón negrísimo que cubría todo el horizonte haciendo presto del día noche, cuando sufrieron chaparrón de granizo, marisco y peces, todo ello seguido de terremoto. Tras éste se abrió una sima en el monte, que resultó ser la pared arruinada de un eremitorio, que repararon gentilmente por ser morada de la abandonada EliCA, que había sido bendita con ocho visiones y otras tantas revelaciones. Con el sismo, aquella gruta artificial se había abierto como breva madura. La doncella, avatar de la beata Juliana, asaltaba lo indecible en el monte, desde un optimismo acunado en el desamparo, optimismo heterodoxo que le causó problemas con la ideología dominante en la Cibernación. Allí, en aquellas soledades, EliCA se humildaba como “pequeña gran decepción” y así se enternecía con el dolor de vivir, rodeada de dos gatas territoriales que compartían con ella sus presas, y cinco gatos vagamundos. Convertía escasez y sufrimiento en sacrificio, en busca de un éxtasis transformante.
Al mismo tiempo que los caballeros (y menos distraídos burro y escudero) descendían con peligro hacia la Cala del Caimán, lejos de allí y al mismo tiempo (relativamente), en el salón de un palacete del Cerro de la Horca Lynette y Misolinda juegan al ajedrez mientras filosofan sobre el espíritu, la imaginación y la necesidad o fatum…, sin saber seguro cuáles sean las intenciones de su hospedante Salmanto, caballero artero. Descriptas dama y dueña de Bermejo muy arregladas, Álex discute con el barón el valor lógico de ciertas proposiciones categóricas que tienen poco de ciertas, y eso a pesar de su fuerza ilocutiva y efecto perlocutivo, tales como “Ningún crustáceo vuela” o “La humildad es virtud”. Por eso pensaba Álex bajo los efectos del cigarro toscano y recordando al rey Balthasar que la humildad no es ninguna virtud, sino la evidencia de que no se tiene ninguna.
Continuará…
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José Biedma López