El Barón Bermejo [Jornada XIX: Humores dañinos]
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Al día siguiente, Haltamisa les condujo a los pabellones para residentes de la institución que tan dignamente dirigía: tres edificios similares que hospedaban a sufridores de espirituales dolencias. Allí permanecían en celdas independientes, pero con espacios comunes: salones de juego y refectorios, jardines, cenadores y templetes, en régimen de semi-libertad, numerosos gemebundos Vips de todo el mundo y algunas famosas con ahogos y congojas variadas, ora temporales, otras crónicas e incurables, personas y más personajes, organizados por módulos. En uno de los primeros habitaban los Conspiranoicos, que los había lúcidos y falaces…
- A los lúcidos –dijo Haltamisa- los escuchamos con toda atención, son los que pensando mal siempre aciertan muchas vegadas, el caso es que me auxilian sibilínamente. Uno de ellos se cree la reencarnación del divinal Dalí, o tal vez lo sea. Se ha dejado crecer los bigotes como el genio de Cadaqués y adora las moscas. Cree como Juan Bautista Laporta (artista catalán de la época de Leonardo) que los bigotes son elementos indispensables para la creación y que funcionan como antenas de mariposa. Encera, afila y retuerce los suyos apuntando al cielo. Cuando pinta pone azúcar de dátil en su punta y un poco de miel en la comisura de la boca, esperando a una mosca para babar de satisfacción y mirar por los ojos del insecto con lo que consigue pintar una cuarta dimensión. Afirma que mientras todos se fijan en sus bigotes, él hace lo que quiere detrás de ellos.
- Una maniobra de distracción digna del mismísimo Alcibíades cuando le cortó el rabo a su perro…
- Algo así… Hemos hecho de la mosca común mediterránea símbolo del delirio paranoico-crítico, lo cual nos agradece. Los de al lado son más peligrosos, están aquejados de Inopia opinantitis, muchos la contrajeron en una tertulia periodística, el virus les inflamó la capacidad de juicio, el hábito ha degenerado en vicio, y no dejan de juzgar incluso en sueños, más aún si desconocen aquello sobre lo que opinan. Los hemos dividido en redimibles, purgativos y temerarios, según la gravedad. Alguno también está afectado de Energumenitis porfiadora, ese perdió todos sus créditos apostando a caballeros de causas perdidas. Muchos de estos rinden culto a la maldita diosecilla de pies delicados hija de Zeus: Ofuscación, que a todos confunde pues no pisa el suelo, sino que camina por encima de las cabezas saltando caprichosa, virtual y víricamente, de un caldero a otro. No es grande, pero resulta tan buena hechicera que una vez ofuscó a su propio padre, Señor de los dioses”.
Así iba explicándoles Haltamisa con su bello acento cubano los males de aquellos pacientes de alta alcurnia y poderosa estirpe: “Los Nihilistas desoladores suelen confraternizar con los aquejados de Irracionalismo paradojal, los cuales, no creyendo ni en la unidad ni en la existencia universal de la razón, siempre pugnan por apropiarse la razón en exclusiva. A aquellos, los que afirman como verdad que nada es verdad, hay que guardarlos alejados de los Realistas ingenuos infectados de Candidez cordial o mórbida, que requieren especiales cuidados y hay que hospedarlos en otro pabellón, lejos de los Imaginantes indolentes o indeliberados. Los enfermos de Candidez son como aquel cornudo que creía poder curar el adulterio de su mujer regalándole castas esmeraldas. Los Nihilistas campanilleros son aún peores que los desoladores, pues sabiéndose hijos de la nada, piensan ser todo y que todo es poco para ellos y que todo se les debe y que a nada están obligados. Suelen disimular su dolencia con una Insolencia muda”.
- Aunque no hemos prohibido las polémicas violentas ni los duelos a muerte –continuó Haltamisa-, tampoco los promovemos, suelen inspirar el rechazo de un gran número de abatidos, aunque hagan las delicias de los Convictos veraces, por ejemplo, que son aquellos que hacen de la Verdad su cruz y su calvario. Por supuesto, estos odian a muerte a los Automendaces sistémicos, que se mienten a sí mismos no para obtener una ventaja de los demás –como es normal- sino por Hiperestesia moral egoísta, por miedo a sufrir por los demás. A los Espectaculistas maliciosos les encanta escuchar a los Automendaces, con que toleramos que formen grupos virtuales de morbosos, coman y jueguen juntos, sobre todo a engañarse.
En el tercer pabellón, Haltamisa les presentó a enfermos aquejados de diferentes deformidades o desarreglos intelectuales, los había afligidos de Epigonismo, esto es, una dependencia enfermiza o idolátrica del maestro, de la mentora o del instructor; de epigonistas distinguía dos clases: fanáticos y revisionistas. Los Culturalistas intemperantes sufrían pedantería supersticiosa, mediocridad envidiosa y petulancia fideísta, dolencias invalidantes pero menores, como el Autodidactismo engreído o la Arrogancia cientifista, también llamada Mosterina, en honor de un famoso lógico hispano que la padeció toda su vida, el miserable no podía dormir más que con los ojos abiertos y profesaba fanáticamente el animalismo anti-especista hasta que acabó casándose con una cabra a la que atribuía axiomas de muda elocuencia. Alguien dijo que la Mosterina era morbo genuino que dio lugar a la bacteria mutante Volterinitis, que no tiene nada que ver con el Apóstol de la tolerancia [Voltaire], sino que es el achaque de los que creen estar de vuelta de todo y pontifican, sin darse cuenta de que quienes han llegado de verdad al fondo de la vida nada pueden enseñar sobre ella.
- ¿Porque la vida es un misterio? –preguntó Bermejo en este punto.
- O una ilusión sin conclusión, o la duración inmoral del tiempo, según dejó escrito el Barón de Hakeldama.
- ¿El Barón de Hakeldama, defensor del Ultranarcisismo?
- Sí.
- Recuerdo que ese guerrero solitario llegó a considerar la risa como la ciencia más exacta y descartó como filosofía útil cualquier otra que no incluyese el humor.
- ¡Exageraba! Cualquier metafísica justifica racionalmente la hipérbole de la que nace.
- Por eso a nadie extrañó que enfermara de Hilaridad sediciosa crónica. Hubo quien pensó que había sido hechizado por un duende que le visitaba y con el que departía noches enteras en su eremitorio de Navacerrada. Como el duende no pudo hacerle entrar en razón, le castigó maldiciéndole, para que se diera en la cabeza con su propio martillo nietzscheano. De este modo, a un guerrero como el barón, el duende le impedía en absoluto emboscarse.
- Hace muchos años, antes de que yo llegase, Hakeldama estuvo recluido en este pabellón riéndose sin control–dijo Haltamisa-. La inquietud y los temblores de la risa dislocada no le impidieron dejar algunos mecanoescritos en la biblioteca del hospital. ¿Tenéis interés en ellos?
- No en este momento. Tal vez más adelante –contestó Bisejo.
- “Huevos morales”, creo que tituló uno de ellos. Lo dejó ilustrado con el dibujo de un escarabajo pelotero que llaman minotauro (Typhaeus typhoeus). Pretendía inscribirse en la tradición de los grandes epigramistas: Marcial, Séneca, Lucano, Cascales, Medina y Zumo Ariku, al reflexionar sobre la intimidad misteriosa del mundo. Dicen que vino al Hospital del Parque tras un ataque repentino de desapego con un prurito de abandono cuyos síntomas eran los de una alergia a la Historia Universal que concebía como delirium tremens y absurdo y surrealista matadero. Lo último que escribió aquí, que yo sepa, fueron unos ditirambos dispuestos para ser cantados por voces blancas. Antes de escarpar del Parque sabemos que cortejaba con palomas mensajeras a una dama emplumada.
Ya caía la tarde cuando explicó la maga que, desde una perspectiva de género, entre dueñas, señoras, damas y doncellas eran más frecuentes las inarmonías emocionales que las intelectuales: “Aunque es evidente que lo emocional y lo intelectivo están íntimamente asociados en los dos sexos y en todos los géneros reales y posibles, los problemas de entraña ansiosa y somatizante o los trastornos de conducta alimentaria son más frecuentes en ellas, mientras que es más común que los drones conjuren su miedo con ataques de rabia y adicciones, especialmente si poetizan: foecundos calices voluere poetae [”quieren los poetas las copas llenas”, n. de BB]… Nuestro instituto ha hecho interesantes aportes al saber global sobre la gestión de la vergüenza y el miedo, emociones elementales en todos los estados y oficios, incluso los de superior responsabilidad”.
¡Sabia Haltamisa! Su extraordinaria memoria recordaba aquellos vastos palacios y profundas cavernas de los que hablaron Agustín y Giordano, pero, al gobernar su manicomio y dispensario con salutífera prudencia, no descuidaba tampoco la adivina el sagrado arte de olvidar, incluso el futuro, como hacen muchos jóvenes.
Continuará…
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José Biedma López
[En mitad de la peste sínica, prometiendo sacrificar un gallo a Esculapio y dibujando, en la pared de su cueva isotérmica un nuevo régimen duacal, al alimón con un aforista de Jódar o galduriense, tan cachondo].
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