En busca de «Un pedigrí» – Sebastián Gámez Millán

En busca de «Un pedigrí» – Sebastián Gámez Millán

En busca de Un pedigrí [1]

 

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“Antes de que se pierda en la noche fría del olvido”, como decía la canción de Jacques Prévert y Joseph Kosma en Les feuilles mortes, cantada, entre otros, por Boris Vian e Yves Montand, el novelista Patrick Modiano (1945) escribió este relato autobiográfico, esta investigación detectivesca, esta indagación acerca de sus padres y, por consiguiente, acerca de sí mismo, de su origen.

¿Cómo podemos saber quiénes somos si desconocemos el pasado del que provenimos? La pregunta “¿quién soy yo?” no se puede responder si no desvelamos y reconstruimos con andamios nuestro pasado. No hay identidad sin despliegue de la memoria, dos temas decisivos en la obra de este novelista, de la literatura y, especialmente de la literatura y el pensamiento francés del siglo XX, desde Bergson y Proust a Marguerite Duras y Paul Ricoeur. Patrick Modiano, que recibió en 2014 el Premio Nobel de Literatura, forma parte de una espléndida generación de escritores franceses que han llevado una vida independiente y retirada, dedicada profundamente a su trabajo: Pascal Quignard, Pierre Michon o Le Clézio.

Ahora bien, asomarse al pasado de uno, desenterrarlo, es un ejercicio que entraña riesgos comprometedores. ¿Es mejor conocerlo o no? La mayoría quizá no nos atrevamos y prefiramos vivir con ciertas dosis de olvido, imprescindible para la supervivencia. Pues uno puede descubrir que carece de pedigrí, o cosas aún peores, como que no es fruto del amor entre dos personas, sino más bien hijo del azar de una época turbulenta; o descubrir quizá la dificultad de reconciliase con unos padres de dudosa integridad que lo abandonaron repetidas veces.

El novelista reconstruye el pasado de sus padres y el suyo a partir de diversos métodos (cartas, documentos, archivos, entrevistas…) sin complacencias ni sentimentalismo, con honestidad: en busca en todo tiempo de la verdad, por dolorosa y terrible que sea. Con una hermosa metáfora, capacidad para la que según él no está dotado, describe a sus padres y la tierra de la que procede: “Dos mariposas extraviadas e inconscientes en una ciudad sin mirada. Die Stadt ohne Blick. Pero qué le voy a hacer, ése es el terruño –o el estiércol– de donde vengo” (p. 20). Con ello logra una sensación de realismo y verosimilitud inusual. Estas son algunas de las principales virtudes literarias y morales de este relato autobiográfico.

Otra virtud que resaltaría es la frialdad de su estilo, de la que el autor es consciente y lo hace con deliberada intención, como si se tratara de un registro: “Escribo estas páginas como se levanta acta o como se redacta un curriculum vitae, a título documental y, seguramente, para liquidar de una vez una vida que no era la mía” (p.45). Modiano posee esa cualidad particularmente francesa, la ligereza en el estilo, con destellos líricos y evocadores.

Como las calles de París, a las que tan bien conoce, y que son un homenaje al pasado y a la historia, Modiano consigue por medio de su investigación que desfilen ante nosotros una galería de fantasmas recobrados, de los que acaso no queda sino sus nombres, y por momentos interpela al lector, saliendo del relato hacia la vida, como esos pintores que se pintan a sí mismos o a personajes que miran directamente hacia el espectador: “Que el lector me disculpe por todos estos nombres y los que vendrán a continuación. Soy un perro que hace como que tiene pedigrí. Mi padre y mi madre no pertenecen a ningún ambiente en concreto. Tan llevados de acá para allá, tan inciertos que no queda más remedio que esforzarme por encontrar unas cuantas huellas y unas cuantas balizas en las arenas movedizas” (pp. 11 y 12).

Elige acertadamente los tiempos de la narración, sobre los que predomina el presente, como si la acción estuviera sucediendo mientras la escribe, pero al mismo tiempo como si la acción no hubiera terminado de suceder mientras se lee: es el presente del pasado el que actúa sobre nosotros, ya sea en la vida histórica y social, ya sea en la vida privada. Y es que el pasado no acaba de irse. Quizá por eso escribe, para procurar hacerse con él y a la vez desprenderse, poseerse y liberarse.

Si bien el relato se remonta a 1912, fecha de nacimiento de su padre en París, y a 1918, fecha del nacimiento de su madre en Amberes, la narración abarca en poco más de 120 páginas desde 1945 hasta 1967, fecha en la que el autor ha superado la mayoría de edad. Justo un año antes de que publique su primera novela, El lugar de la estrella, que junto con La ronda nocturna y Los paseos de circunvalación, compondrá la llamada Trilogía de la Ocupación, con la que obtendrá el reconocimiento de la crítica. Es decir, de ser nadie, de no saber qué quería ser ni quién es, a ser alguien, un escritor destacado.

El sentimiento que tiñe todo el relato es el de orfandad, desarraigo y desamparo por los numerosos abandonos de sus padres en interminables años de internado; las contingencias con las que se teje la vida, puesto que sus padres podrían no haberse encontrado; desde sus primeras lecturas: El último mohicano, El libro de la selva, los cuentos de Andersen, a lecturas decisivas, como Madame Bovary, todavía prohibida, Crimen y castigo o Viaje al fin de la noche; desde la muerte de su hermano Rudy, en 1957, con menos de diez años, a su primer enamoramiento, en enero de 1960. La amistad de Raymond Queneau, una presencia crucial en su vida.

Es sorprendente que después de lo vivido en esas trágicas circunstancias tras la Segunda Guerra Mundial y con unos padres así, Patrick Modiano se haya convertido en lo que es. Probablemente muchos se hubieran perdido en el camino. Pero el narrador no se jacta ni se enorgullece de ello. De hecho, no hay ajuste de cuentas, como es tan habitual en las autobiografías. Prevalece por encima de ello la voluntad de comprender a través de la escritura.

Salvo en algunos momentos del relato (pp. 119 y 120, donde describe algunas faltas que cometió y luego reparó), no hay tampoco apenas propósito de redención o expiación. Una estudiosa del género de la confesión declaró: “Todo el que hace una confesión es en espera de recobrar algún paraíso perdido”. Pero Modiano es consciente de que no se puede retornar a los paraísos perdidos, adonde nunca se estuvo: “Y pasan los días, y los meses. Y las estaciones. A veces, me gustaría dar marcha atrás y volver a vivir todos esos años mejor de lo que los viví. Pero ¿cómo?” (p. 105). Quizá mediante la escritura, mediante la representación de lo que fue, pero no es fácil cuando se practica el arte con honestidad.

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Sebastián Gámez Millán

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Nota

  1. Patrick Modiano. Un pedigrí. Traducción de Mª Teresa Gallego Urrutia. Editorial Anagrama [Col. Panorama de narrativas], Barcelona, 2007. ISBN: 978-84-339-7465-5
Categories: Crítica Literaria