Estos días azules y este sol de la infancia – En conmemoración del octogésimo aniversario del fallecimiento de Antonio Machado, poeta y pensador – I – Sebastián Gámez Millán

Estos días azules y este sol de la infancia – En conmemoración del octogésimo aniversario del fallecimiento de Antonio Machado, poeta y pensador – I – Sebastián Gámez Millán

Estos días azules y este sol de la infancia – En conmemoración del octogésimo aniversario del fallecimiento de Antonio Machado, poeta y pensador – I

 

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Entre hermanos: Manuel y Antonio Machado

Un diálogo imaginario

Es sabido que los hermanos Machado representan dos formas contrapuestas de concebir la poesía –y también la política–. Hay quienes consideran que el “bueno” era Manuel, más acorde a la música de su tiempo. Y, por el contrario, hay quienes prefieren la difícil sencillez de Antonio. A continuación representamos un diálogo imposible y necesario entre hermanos acerca de la poesía esencial.

-Tú habías declarado que “la poesía es palabra en el tiempo”.

-Sí, la poesía es un arte del tiempo, como la escultura lo es del espacio.

-Ahí es donde quiero ir: “Tu poesía no tiene edad. La mía sí la tiene”. Yo hablo a través de mi poesía de nuestro tiempo con las prendas de nuestro tiempo. ¿A qué tiempo pertenece tu poesía?
-Bien sabes, hermano, que “la poesía nunca tiene edad / cuando es verdaderamente poesía”. Y a eso es a lo que uno ha aspirado: otra cosa distinta será lo que haya logrado. Tengo la esperanza de haberla rozado en al menos unos cuantos poemas. Pero ese juicio también pertenece al tiempo.

-Algunos lectores perspicaces y críticos sostienen que eres “el mejor poeta del siglo XIX”.

-Si eso es lo que sienten y piensan, ¿qué puedo hacer sino aceptarlo? Pero imagino que habrá lectores y poetas futuros que se emocionen y reconozcan con algunos de mis poemas.

-¿Sugieres acaso que mi poesía, por estar cubierta por las prendas de nuestro tiempo, no puede trascenderlo?

-No, no alcanzo a tanto. Quizá todos los s confluyan en el presente, donde puedes encontrar signos de cualquier época. Mas hay que tener cuidado con las modas, con frecuencia tan pasajeras.

-Pero si no hablas en tu tiempo con las prendas de tu tiempo, ¿no corres el riesgo de que no te escuchen ni te reconozcan?

-Pudiera ser. Sin embargo, al cabo del tiempo, ¿qué es lo que importa? Tal vez que las personas sigan emocionándose y reconociéndose en tus palabras, como si acertaras a expresar lo que otros sienten. La poesía, sí, es palabra en el tiempo, pero liberada del tiempo.

El golpe de Estado del 18 de julio de 1936 sorprendió a Manuel Machado en Burgos, poco después en manos del bando sublevado, mientras que Antonio seguía en Madrid. La tragedia separaba así a los dos hermanos, símbolos del destino fatal de España. Informado de la muerte de su hermano, Manuel viajó a Collioure, donde descubrió que también había muerto su madre. Sabemos que pasó un día entero junto a la tumba de su hermano y la de su madre, muerta poco después que su hijo Antonio.
Años más tarde, Manuel escribe este estremecedor poema, dirigiéndose a su madre, y recordando las palabras de su hermano:

¿Qué tiene ese verso, madre,
que de ternura me llena
que no le puedo decir
sin que el corazón me duela…?

¡Chopos del camino blanco; álamos de la ribera!

¿Qué tienen, madre, qué tienen
estas palabras que suenan
tan adentro en mi pecho,
y tan lejos y tan cerca…?

¡Chopos del camino blanco; álamos de la ribera!

¿Qué dicen, sin decir nada…?
Sin contar nada, ¿qué cuentan?
De estas palabras sencillas
¿qué puso Antonio en las letras?

¡Chopos del camino blanco; álamos de la ribera!

Cuando en mis labios las tomo
Y hasta mis oídos llegan…
¿por qué lloro sin consuelo?
Y ¿por qué lloro sin pena?

¡Chopos del camino blanco; álamos de la ribera!

Según Andrés Trapiello, “podemos entender estos versos como la respuesta de Manuel a aquellos otros bellísimos, escritos en plena guerra por Antonio, que se los dirigía desde Valencia”:

Otra vez el ayer. Tras la persiana,
música y sol; en el jardín cercano,
la fruta de oro; al levantar la mano,
el puro azul dormido en la fontana.

Mi Sevilla infantil, ¡tan sevillana!
¡cual muerde el tiempo tu memoria en vano!
¡Tan nuestra! Aviva tu recuerdo, hermano.
No sabemos de quién va a ser el mañana.

 

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Sebastián Gámez Millán

 

Categories: Literatura