La noche es un estado del corazón… – Tres poemas de Virginia Fernández Collado

La noche es un estado del corazón… [Poemas]
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La noche es un estado del corazón…
VERANO
Vivo en un baldío páramo del mundo. Camino de mi hacia el centro, del mundo hacia la estrella, de la noche hacia el abismo. Quiero de las soledades, amparos, de la vida, pájaros cantarines. Heme en la tierra del desierto, caminando hacia su centro. Elijo, de la grieta, la herida, de su apertura, el cielo. Alas volando hacia todas partes, sean los manzanos, mi casa. Creo en los árboles y las montañas, en los bosques y ríos, en las extensiones áridas y en toda la geografía por la que viajan nuestros lamentos y nuestras dichas. Creo en la tierra, creadora de los animales y de los hombres. Creo en el sol con el que nos calentamos y gracias al que contemplamos la belleza extrema de la tierra por la que flores y espinos pueden vivir. Creo en la noche por la que el día se hace bello. Creo en la lluvia que nos moja y hace crecer la semilla que nos dará de comer. Alabada sea la tierra por la que vivimos y respiramos cada día. Amado, ¿Qué soledad es ésta que invita al recogimiento? ¿A qué soledad me traes? ¿Adónde se alojarán las noches? ¿Adónde irán los miedos? ¿Qué soledad será ésta si no es llamada nieve? Amado, la lluvia es temblorosa como una luna sobre el mar. No ha visto las estrellas. No ha visto los peces. La lluvia tiene un manto, todo lo cubre. No ha visto el cielo. Ciega, la lluvia cae. La lluvia es temblorosa como una luna sobre el mar, es lluvia inesperada, lluvia siempre inesperada. No temas a la nieve, nubes blancas traen el invierno. El cielo es un coro de serafines. La mañana es blanca, el mar es blanco, el cielo es blanco. Una mañana me levanté y el blanco inundaba nuestros corazones. Pero también la noche. La noche como una garganta que grita, la noche como un acantilado, la noche, la noche oscurece, la noche es mi semblante, la noche es un bosque, la noche, un animal que acecha. Los ríos mueren en los mapas derraman el llanto seco. El verano pasa.
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OTOÑO
Las hojas caídas viajan de un río a otro. Llega el otoño. La primavera llena de estambre mece a la abeja. El cielo canta. No he visto llegar a la noche. La hierba me oculta entre sombras, sombras de caballos que avanzan, sombras de un escarabajo labrador, la sombra de una hoja caída. La noche llega como un bosque, la noche es un estado del corazón, la noche, una profunda soledad. Cúbreme con las hojas de otoño y con la seda de tus manos. Arrópame como si fuera una niña recién nacida. En la estación del estambre las hojas marchitas visten raíces, hierba y humus. No sé muy bien si soy hoja, lluvia o vid. Llega la estación de la lluvia, la lluvia se balancea. Un castor entra en el bosque y ésta es la estación de los bosques. En la estación de los bosques, hablan entre sí las copas de los castaños, resuenan los trinos en las ramas de los árboles. No sé si soy gorrión o estornino, me da igual ser piedra o musgo. En la estación del trigo un pájaro lleva en el pico una amapola. Cuenco que contiene vacío nunca se rompe, de tanto contener la nada, obtiene el todo. Cuenco que no es barro ni arcilla sino el hueco que lo contiene. El jardín de lirios oscurece. En el umbral del invierno, nadie te espera salvo la muerte.
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INVIERNO
El invierno es un estado de ánimo, tiene alas, es de color blanco. En su morada los pájaros tienen frío. El invierno es una niña, es un gorrión. En su reino las charcas están heladas y las copas blancas de los árboles hablan entre sí. La nieve es una gacela, su belleza no tiene forma. Una semilla no crece en su estación. El invierno es un ciervo en mitad de la noche. Tengo en el corazón algo parecido a un despertar temprano. En el renacer de una flor de cerezo me llena de calma el invierno blanco. La nieve es una niña vestida de blanco. Tengo en el corazón una niña de nieve. Tengo en el corazón el lento caer de las hojas. Tus ojos son dos espejos que miran interrogantes. La lluvia cubre los corazones. Una leve brisa mueve las hojas, el sol de invierno es agradable y todos vamos al pie del muro para calentarnos. Noche escóndeme entre sombras, confúndete conmigo, elévame al cielo, porque me encuentro aquí, en el mundo de los hombres ciega y desamparada. Conozco los pájaros, compartimos los mismos jardines, los mismos rayos de sol, el mismo tiempo. La nieve está en la montaña, un gorrión se posa en la mesa, miro el ir y venir de las olas. Amado, qué lejos está el sol que entra por la ventana. Las hojas de los árboles hablan entre sí de cómo será el viento de mañana, de la caída del rocío, de los secretos de la noche. Las copas de los árboles hablan entre sí de libertad, de cómo serán los vientos de invierno. Las raíces de los árboles hablan entre sí, sus labios se unen y en un abrazo eterno duermen boca con boca, manos con manos. Me pregunto si mañana caerán copos de nieve. Amado, cuando caigan copos de nieve ¡regresa! Soy una gacela en medio de la noche. Soy una mujer pájaro, bosque, árbol, flor, espina. Amado, cuando el viento de otoño se lleve las hojas, ¡regresa! La no memoria es una golondrina, es un almendro en flor. Escucho su canto. El olor de la ciruela, melancolía triste de las aves de invierno. Mi cuerpo está lleno de semillas como las flores de polen en primavera. Mi cuerpo es un diario, una flor en la nueva estación. Una tarde próxima a la primavera los ríos susurran entre las piedras: Sigue el sonido de la espuma, de las conchas y de los bosques; pero los peces se metieron en mi cama y los árboles poblaron mi casa. Dicen: Sigue el sendero hacia la luz; amado, ¿No recuerdas el sonido de la mañana, el tintineo del río que bajaba hacia el mar?
[de Bosque]
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Virginia Fernández Collado
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Nota
Virginia Fernández Collado. Bosque / Forest. Edición bilingüe. Introducción de Ismael Diadié Haidara. Fondo Kati, 2020. ISBN-13 : 979-8665294469