Matriusca – [El habitante del Otoño – Segunda antología de cuentos y relatos breves – V] – Silvia Olivero Anarte

Matriusca – [El habitante del Otoño – Segunda antología de cuentos y relatos breves – V] – Silvia Olivero Anarte

Matriusca – [El habitante del Otoño – II – V]

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¿Dónde acaba el naranja y comienza el rojo?

Intentó describir el color del fuego y acabó quemándose la yema de los dedos, como aquel día que mudó una uña al aprender a abrir una puerta, pero no a cerrarla, o como aquel mal tropiezo que firmó un rayo en su frente, rodeado de una alfombra escarlata.

Mas no hay más bello tatuaje que aquel que dibuja una sonrisa en tu vientre, aunque desfallezcas antes de su primer llanto, emborrachada de oxitocina.

Volvamos al preciado obsequio de Prometeo metamorfoseado en alegóricas sensaciones. Enérgica llama que enciende las pasiones, aquellas que erizan pieles y trenzan cuerpos, consecuentes de la futura sonrisa; hoguera que funde mente y corazón multiplicando el poder del alma creativa; fuego fatuo que brota de las manos y se alimenta de la cómplice mirada compartida, desarrollándose en la entropía de las partes que confluyen en un Todo.

¿Dónde acaba el sonido y comienza el silencio?

Intentó describir la música y acabó besando la garganta con su voz, como aquel día que acarició las cuerdas de su guitarra rojo anaranjado o como aquel que viajó al origen del ritmo, baqueta en mano.

Mas no hay más bella melodía que aquella que se graba a fuego en la memoria cuando te susurra que te quiere, destruyendo el trauma de haber naufragado en su primer llanto.

Volvamos a lo que Pitágoras llamaba la primera piedra del templo de la filosofía. Incertidumbre que estalla en los tímpanos del tiempo; impotencia y deseo de lo inalcanzable; imposible anecoico, gracias a nuestro sistema nervioso y nuestro rojo corazón; poderoso entre las manos cuando sostienen el vacío resonando en la mirada de quienes anhelan su desenlace.

Fuego, sonido, silencio, nervios, manos, corazón, respiración entrecortada al dar vida a la obertura Euryanthe con otra vida creciendo en mi interior. Jamás escuché con más fuerza el silencio de mis ardientes entrañas como aquel día en que dos almas respiraron al unísono, como matriusca emocionada, al frente de la metáfora sinfónica de mi aliento.

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Carl Maria von Weber – Euryanthe – Ouvertüre [Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks – Rafael Kubelik – 1964]

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Silvia Olivero Anarte

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