¿Qué puede hacer el cine por nosotros? Reflexiones acerca del cine como amistad y disolución de fronteras – II – Sebastián Gámez Millán

¿Qué puede hacer el cine por nosotros? Reflexiones acerca del cine como amistad y disolución de fronteras – II – Sebastián Gámez Millán

¿Qué puede hacer el cine por nosotros? Reflexiones acerca del cine como amistad y disolución de fronteras – II

***

Fotograma de la película خانه دوست کجاست؟‎ / Jâne-ye dust koŷâst? / ¿Dónde está la casa de mi amigo? [Abbas Kiarostami, 1987]

***

¿Qué puede hacer el cine por nosotros? Reflexiones acerca del cine como amistad y disolución de fronteras – II

3) El dilema sin fin. Otra prueba de que ver cine es verse a sí mismo es el hecho, incontestable, de que los problemas o dilemas que se representan en la pantalla no se quedan en ella sino que nos alcanzan a nosotros. ¿Hace falta indicar cómo? No hay más que observar, en este caso, al niño de la película de Abbas Kiarostami: el niño sabe que su amigo ha olvidado en el colegio el cuaderno y el libro, de modo que al día siguiente no va a poder entregar las tareas asignadas por el maestro, razón por la que será castigado.

Él quiere, para evitar este castigo, llevarle su cuaderno y su libro, pero si lo hace desobedecerá al padre, que no quiere que vaya a la casa del amigo. El dilema moral ante el que se encuentra el niño es obvio. Pero no solo el niño que se encuentra dentro de la pantalla; por extensión, también alcanza a los niños de ese colegio de Arroyo de la Luz, así como a nosotros, espectadores-receptores de cómo se comportan esos niños ante semejante dilema. Luego nosotros también participamos de la pregunta: ¿qué haríamos nosotros en su lugar?

El maestro, una vez más, procura guiarlos de forma socrática mediante preguntas. Pero a las preguntas tendrán que responder ellos, y solo ellos. Nosotros, y solo nosotros. ¿Desobedecer a un adulto –les pregunta el maestro– está bien? Los niños de esta clase de un colegio de Arroyo de la Luz, ante la presencia intimidatoria del maestro, que es un adulto, responden que no.

¿Y si para ayudar a un amigo tenemos que desobedecer a un adulto? Los niños dudan, no saben en esos momentos cómo tendrían que comportarse en el caso de que se hallaran en idéntica situación y circunstancia que el niño de la película y, por lo tanto, no saben qué responder. Mas esas dudas, ese no saber bien a qué atenerse, denota una búsqueda hacia una pregunta-respuesta que no existía antes de la película de Kiarostami, y esa pregunta-respuesta, que nunca la agradeceremos bastante, puede entrañar un cambio en la forma de pensar y ser de los niños.

Es curioso ver cómo evaluamos moralmente los comportamientos de los individuos durante la narración del relato fílmico, como del mismo modo lo hacemos durante la narración del relato novelesco o teatral; o mejor, cómo suspendemos nuestro juicio moral en tanto que no sabemos bien cómo juzgarlos, hasta que tal vez comprendemos más profundamente sus motivaciones, intenciones o circunstancias. Podemos, pues, ejercitar nuestra capacidad de discernir y reflexionar, afilar y afinar nuestro juicio. Mas, sea como sea, rara vez escapamos de la pregunta por el bien y/o por el mal, a pesar de que a veces pueda llevarnos a maniqueísmos simplificadores –si se nos permite el pleonasmo–.

Es preciso recordar que el cine, por mucho que se teja con imágenes, como tantos otros asuntos de la vida humana, no puede desligarse por completo de la palabra. Es más, pende de ella para comprender las imágenes. Aristóteles, que definió al ser humano como un animal que habla, sostenía que lo particular del habla, en contraposición a la voz de otras especies de animales, es que mientras esta última permite comunicar el placer o displacer de un organismo vivo con respecto al mundo exterior, los seres humanos, gracias a la palabra, pueden discernir acerca de qué es lo conveniente o lo inconveniente, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto.

Y esto es precisamente lo que hacen los niños de Arroyo de la luz mientras asisten a la proyección de la película de Kiarostami y, por analogía y extensión, lo que nosotros hacemos al tiempo que observamos a estos niños y, al observarlos, reparamos en nosotros mismos.

Al igual que los griegos que asistían a una representación de una tragedia, pongamos Antígona, la película que los niños de una clase de un colegio de Arroyo de la Luz están viendo los/nos sitúa ante un dilema: ¿cumplimos las normas o la transgredimos por amor, en este caso, esa forma de amor menos desesperada y quizá más civilizada que es la amistad? Después de no pocas dudas motivadas por la timidez de una respuesta errónea, acaso por el temor de una respuesta que pudiera ser reprobada por el maestro o por los compañeros, mucho más crueles aún, reconocen y se unen en una voz más o menos coral con la que se atreven a infringir la norma establecida: cabe desobedecer a un adulto siempre y cuando se ayuda a un amigo.

*

Fotograma de la película خانه دوست کجاست؟‎ / Jâne-ye dust koŷâst? / ¿Dónde está la casa de mi amigo? [Abbas Kiarostami, 1987]

*

*

Fotograma de la película خانه دوست کجاست؟‎ / Jâne-ye dust koŷâst? / ¿Dónde está la casa de mi amigo? [Abbas Kiarostami, 1987]

*

4) Disolver las fronteras: hacia una visión más cosmopolita. Hacia el final de este cortometraje, que no deja de ser una respuesta a la pregunta planteada por Kiarostami en ¿Dónde está la casa del amigo?, tras haber estado grabando cómo se comportan los niños de una clase de un colegio de Arroyo de la Luz mientras ven esta película, el cineasta declara a modo de conclusión que “los amigos no saben de fronteras; el mundo entero es su casa”. ¿Qué quiere decir con ello? ¿A qué se refiere? ¿Quiénes son los amigos y cuáles son esas fronteras?

Empecemos por esta última pregunta: “fronteras” está aquí empleado en un sentido metafórico y, por consiguiente, no se refiere a ningún lugar en concreto y a todos en general. Tenemos que preguntarnos qué hacen las fronteras; la respuesta es evidente: separar. Separar un territorio de otros, separar un continente de otros, separar un país o una comunidad de otras, en suma, separar a los individuos unos de otros.

Esas fronteras no solo son físicas, sino también culturales, simbólicas, lingüísticas, morales, ideológicas y políticas. Ahora bien, por el hecho de que sean imaginarias, para decirlo en justa expresión del sociólogo Pierre Bourdieu, no dejan de producir efectos de realidad y efectos en la realidad. Efectos de realidad y efectos en la realidad que padecemos los seres humanos, presos de nuestros propios sueños.

Volvamos a la anterior pregunta: ¿quiénes son los amigos? Los niños de esa clase de un colegio de Arroyo de la Luz. ¿Y por qué ellos son o, en cualquier caso, representan a los amigos? Porque por medio de sus sentimientos, de sus afectos y de la comprensión que emana de estos, han derribado, si no traspasado, algunas de esas fronteras culturales, simbólicas, lingüísticas, morales, ideológicas y políticas. No en vano ninguna de estas fronteras les ha impedido estar junto al niño de la historia de Kiarostami, ponerse en su piel, emprender el camino hacia la casa del amigo, a pesar de sus diferencias.

Así pues, mientras las fronteras separan y excluyen, la amistad abre y une. De esta manera contribuye a difundir un sentimiento y un pensamiento cosmopolita, una concepción de acuerdo con la cual “nuestra casa” no es de un pueblo o una comunidad o un país, sino del mundo. Etimológicamente, un cosmopolita es un ciudadano del mundo, lo cual implica estar abierto a reconocer la excelencia, proceda de donde proceda, encuentre donde se encuentre, porque no hay fronteras sino mundo a nuestro alrededor, aunque nosotros nos empecinemos a menudo en levantar fronteras.  

*

Fotograma de la película خانه دوست کجاست؟‎ / Jâne-ye dust koŷâst? / ¿Dónde está la casa de mi amigo? [Abbas Kiarostami, 1987]

*

5) El cine como amistad. Con amistad, por tanto, no nos referimos a lo que usualmente nos referimos al emplear este término, sino a un sentimiento y una consecuente forma de estar y ser en el mundo más amplia. Un sentimiento que abre y une en lugar de separar y excluir, como hacen las fronteras. Hasta donde sabemos, no se ha hablado apenas del cine –o del arte en general– como impulsor de amistad en este sentido.

Gracias a este sentimiento de amistad podríamos liberarnos, al menos parcialmente, de algunas fronteras culturales, simbólicas, lingüísticas, morales, ideológicas y políticas en las que comúnmente andamos enredados. Sería conveniente recuperarla y aplicarla cuanto antes al cine en particular y a las artes todas con el fin de comprobar y comprender qué puede hacer el cine y las artes por nosotros –y, en un camino de ida y vuelta, nosotros por ellas–.

Desde luego, este cortometraje de Víctor Erice se presta esclarecedoramente a ilustrar tal concepto. No solo por la amistad que ha surgido entre los niños de esa clase de un colegio de Arroyo de la Luz con el niño de la película de Kiarostami. En realidad, si esa amistad se ha podido forjar es gracias, primero, al sentimiento de amistad que debió experimentar Víctor Erice ante el cine de Abbas Kiarostami, y en concreto hacia ¿Dónde está la casa del amigo?

A esto último contribuye el cine: a “buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno”. Y, en este sentido, el cine está más vinculado con el saber práctico que con el saber teórico, con la sabiduría que con el conocimiento, entendida esta como un arte de saber conducir con prudencia la vida.

Por otro lado, es justo insistir en que la mejor crítica de una obra de arte es otra obra de arte. Ningún crítico, por lo que sabemos, ha sabido ver y mostrar como Víctor Erice qué puede hacer ¿Dónde está la casa del amigo? Téngase en cuenta que el cortometraje comienza en forma de correspondencia, una correspondencia que nace del deseo de comunicarle al amigo ausente y, sin embargo, presente, Abbas Kiarostami, el ilusionante proyecto que están llevando a cabo unos profesores y alumnos de un pueblo de Extremadura.

No obstante, la primera carta la lanza Abbas al realizar el largometraje ¿Dónde está la casa de mi amigo?, empleando el lenguaje en el que tal vez mejor se sepa comunicar, el cinematográfico, de manera que había que responderle con otra carta escrita en su mismo lenguaje. Esa carta es Arroyo de la Luz.

En principio, ciertamente, la carta de Kiarostami era una botella arrojada al mar, es decir, no iba dirigida a nadie en particular, si bien potencialmente sus efectos podían ser múltiples, como acabó sucediendo, especialmente entre aquellos que se sintieron alcanzados por su mensaje. Algunos de ellos fueron los niños de este colegio de Arroyo de la Luz, que no se contentaron con haber leído la carta, sino que además procuraron entablar una conversación y una correspondencia, pero a través del lenguaje que les era más cercano, el de los dibujos.

Emocionado ante la inesperada respuesta de esos niños que balbucean con sus dibujos lo que han visto, Víctor Erice decide sumarse a la conversación, filmando cómo observaban y participaban y se comunicaban con la botella-carta de Kiarostami, bajo la tutela del maestro. De esta forma nos ha mostrado, entre tanto, qué puede hacer el cine por nosotros, que, en resumidas cuentas, de modo aproximado no es ni más ni menos que lo que nosotros podemos hacer por él.

Pero el diálogo no termina ahí: este sentimiento de amistad que abre y une se extiende por analogía y reciprocidad a los espectadores-receptores de cine, que participan de la narración audiovisual reconstruyendo los pasos andados por el cineasta, viendo lo que este vio o quiso mostrar. Si los espectadores-receptores saben ver y escuchar no pueden permanecer indiferentes, han de alterarse y transformarse en lo más íntimo de sí durante la experiencia estética, e incluso tras esta, mientras la continúan rumiando después de su representación; de lo contrario no cuenta como experiencia, es una recepción fallida o nula en tanto que no deja huella.

Los días sin huella son como si no hubieran tenido lugar ¿Se entiende ahora más claramente por qué ese pueblo que no existía en el mapa del mundo –en el mapa de nuestro mundo, claro, siempre tan estrecho– antes del cortometraje de Víctor Erice, Arroyo de la Luz, ocupa un pequeño rincón de nuestro corazón? Y por encima del pueblo, ese maestro y esos niños, alterados y transformados por la gracia del cine.

*

Fotograma de la película خانه دوست کجاست؟‎ / Jâne-ye dust koŷâst? / ¿Dónde está la casa de mi amigo? [Abbas Kiarostami, 1987]

*

***

Sebastián Gámez Millán

__________________________

Notas

About Author