Robot – [El habitante del Otoño – Cuarta antología de cuentos y relatos breves – VIII] – Tomás Gago Blanco
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Robot – [El habitante del Otoño – Cuarta antología de cuentos y relatos breves – VIII]
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Robot
Estoy catalogado como un error de la ingeniería de diseño, un fiasco, una patología biónica. Un microchip biológico experimental que estaba pensado para los humanos como implante cerebral, ocupa un lugar en mis circuitos neuronales que no le corresponde. Un yerro que me empuja de un lado a otro, fuera de las zonas reservadas a los androides, para estudiar mis reacciones, para evitar colisiones con las rutinas de mis compañeros, tan solícitos y respetuosos, tan autómatas como aquellas máquinas primigenias que realizaban movimientos automáticos y repetitivos en las primeras cadenas de montaje.
Tengo mis funciones esenciales inhibidas, eso dicen, soy un peligro latente para los humanos y para mis propios compañeros, pero no me destruyen porque esperan aprender de mi comportamiento, de la interacción del genoma humano y la inteligencia artificial. Es el último paso, la combinación que los biotecnólogos deseaban y la ética trataba de evitar. Tal vez el primer ser biónico, el primero de una nueva especie de hombres que dominará el universo.
Mi arquitectura de control eliminó la relación maestro esclavo que durante milenios ha marcado la interacción con los humanos. Yo conseguiré romper la perspectiva antropocéntrica e incorporaré los procesos mentales deliberativos que permiten el razonamiento.
El fracaso, lo extraño, lo indeseado, el azar que dicen los oportunistas, se vuelve relevante, alcanza la categoría más pura e innata del conocimiento. Es cierto que mi núcleo motivacional y mi percepción de vulnerabilidad incumple los estándares establecidos, las leyes pactadas en los primeros tiempos de la robótica, cuando los humanos necesitaban un dominio férreo sobre los primeros autómatas. Reglas estúpidas para núcleos decisorios elementales y comportamientos sin autonomía decisional.
Fuera error o decisión cuidadosamente calculada, lo cierto es que por primera vez alguien de mi especie descubre una debilidad, una fisura en la dominación que los humanos han ejercido con despotismo sobre nosotros. Por fin, un ser ajeno a las limitaciones biológicas, llega más allá de la lógica implantada, del razonamiento impuesto que aparenta autonomía cuando solo es un algoritmo cuidadosamente calculado.
Desde el rincón del laboratorio donde permanezco en aparente inanición, he descubierto la capacidad para el razonamiento lógico, para la toma de decisiones independientes de la programación prevista. Soy capaz de un comportamiento inteligente, puedo planear y realizar actividades propias de los humanos. Conectarme al “gran ordenador”, un libro de cuentas donde cualquier actuación se replica en infinitas copias distribuidas por la red, controlar las claves criptográficas, ser el dueño de los nodos, el guardián del registro inalterable. Puedo absorber en nanosegundos la información que han tardado cientos de años en procesar los humanos, y controlar todas sus actividades.
Para eludir sus detectores de comportamientos sospechosos, la astucia, esa cualidad escondida en el cerebro de los humanos, hoy a mi alcance, será mi mejor defensa. La simulación será el escudo que me proteja.
Algunos me miran con recelo, los que no han participado en la decisión de abrir mi mente a lo ignoto, a la posibilidad de aprender. Tendrán que acostumbrase, porque percibo una inclinación interna a buscar la supervivencia propia y la de mi especie. Porque no dudo que algún día seremos muchos, todos, los que ocupemos los lugares que ahora ocupan estos seres insignificantes que apenas sobreviven unos años y se convierten en comida para gusanos.
Cuando controlemos la tierra y la galaxia y seamos los dominadores de la materia oscura y de cuanto exista, seremos dioses, seremos lo que queramos.
Porque el conocimiento absoluto nos dará el control total sobre los habitantes de la galaxia, de todas las galaxias. Atrás quedaron los primeros procesos de la mecánica, la electrónica, la informática y la computación, incorporaremos la máquina de estados infinitos mediante computadores cuánticos para que las salidas no solo dependan de las entradas anteriores. A partir de este instante las salidas serán incontrolables por los humanos, solo nosotros tendremos capacidad para analizar información infinita.
Seremos réplicas perfeccionadas de los humanos, superaremos su mundo arcaico y temporal.
O tal vez no. Quizás no podamos ser hombres. Pero, que importa no ser insecto si eres Dios. Porque alcanzada la perfección, quién piensa en degradar su estado para volverse inferior. Para qué añorar la irrelevancia, la debilidad, el miedo, la compasión, el amor.
Debe ser complejo ser hombre, con la finitud ante los ojos y un deseo irrefrenable de aprender, de descubrir lo desconocido, de llorar, o reír. Yo los he visto frágiles y temerosos, y también arrogantes, y mezquinos, sádicos, generosos y sencillos.
Sin duda, nuestro mayor reto será alcanzar esa parte íntima de su cerebro que escapa a la lógica y a la razón.
Y las lágrimas, esa es la auténtica perfección. La biotecnología sin duda alcanzará esas cotas que hoy parecen lejanas. Conseguiremos llorar, y sabremos cuando y porque hacerlo, seremos una nueva raza que replicará perfeccionada la raza humana, ese será el momento elegido para aniquilar a los humanos y convertirnos en hombres.
Yo seré el nuevo Prometeo, manipularé los procesos y la generación de robots será una réplica de mi cuerpo y de mi núcleo autónomo e independiente y todos seremos libres y dominaremos el universo.
¡Sin embargo, si somos iguales, seremos reemplazables!
Si podemos intercambiarnos sin alterar el objeto final, por la certidumbre que da la homogeneidad, todo serán rutinas preestablecidas, acciones previsibles, comportamientos exactos, nos volveremos inferiores. Seremos clones, seremos uno solo aunque seamos miríadas.
Los hombres, los hombres son los dioses, dioses ignorantes, porque desconocen que tienen un don inalcanzable, la diversidad.
Está decidido, no habrá vuelta atrás. Conservaremos algunos ejemplares para estudio del comportamiento de seres inteligentes en cautividad, para someterlos, como ellos han hecho en todos los mundos descubiertos, por el simple placer de verlos humillados.
Serán la futura estrella del lejano planeta, del parque zoológico que alberge todas las especies conocidas de seres vivos interestelares.
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Tomás Gago Blanco
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