Roma maldita [Poema]
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No paseé por Roma encadenada.
No la cubrí con mis pasos,
ni fijé en la memoria su silueta.
No atendí su música,
ni aprendí a manejarme con sus palabras.
No visité diligente las iglesias,
ni crucé el río que todo lo lleva
hasta el Trastevere, altar
de católica vida en la tierra.
No ascendí rendida
al homenaje a un rey
y a otra patria inventada
con bandera, himno coral
y emociones de quimera.
No rodeé la Fontana
como una mujer hermosa
abocada al goce en religiosa pureza.
No hubo placer que me abordara.
No encontré el Coliseo sin tramoya
y sin murallas disciplinadas y mudas
a la espera del fúnebre cortejo.
No hubo milagro del bien y la verdad
en la Sixtina. Ni Pietà que me salvara
del hurto de la fe en San Pedro.
Extinguido el sol
sentí resquebrajarse
hasta la última de las esferas.
Hacia el Castello miré
cuando Tosca cantaba.
Escuché su voz preguntar
por qué, por qué a ella,
por qué a mí, por qué a todas
nos encuentra un Scarpia.
Sumisión, muerte o rebeldía
gritaban los estorninos sobre el Tíber.
Roma maldita era una tumba abierta
para enterrar el amor sin ceremonia
en la sinagoga de los expulsados.
Oficié con sangre y sal
ante el cadáver descubierto.
Cubierta de cenizas y vergüenza
abrí la puerta de nuestra casa.
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Dolores Alcántara Madrid