Un espejo en que leerse – II – Ψάπφω / Safo de Mitilene, la más célebre y controvertida poeta de la Antigüedad – María Elena Arenas Cruz

Un espejo en que leerse – II – Ψάπφω / Safo de Mitilene, la más célebre y controvertida poeta de la Antigüedad
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Podcast
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Un espejo en que leerse – II – Ψάπφω* / Safo de Mitilene, la más célebre y controvertida poeta de la Antigüedad
«la de azulados rizos,
la de ingenua sonrisa,
la limpia Safo»
Alceo de Mitilene
En este segundo podcast de la serie “Un espejo en que leerse” vamos a hablar de Safo, una de las poetas más leídas y admiradas de la Antigüedad. Efectivamente, lo primero que llama la atención es la enorme fama que alcanzó en su tiempo: sus poemas eran copiados, traducidos y utilizados para la enseñanza; sus versos se citaban en cartas, en estudios literarios o como fuente de reflexiones en tratados de Filosofía. Platón la llamó sabia y décima musa, y por sus amores homoeróticos, fue comparada con Sócrates: “ambos amaban a muchos y se dejaban dominar por los hermosos”, apuntó Máximo de Tiro. Otros poetas, como Catulo, la imitaron, o bien, como Menandro o Amipsias, la convirtieron en protagonista de piezas teatrales.
La obra de Safo fue compilada y cuidadosamente editada en 9 libros por los filólogos alejandrinos, que la custodiaron en la conocida Biblioteca de Alejandría. Sin embargo, de un total de 12.000 versos atribuidos, sólo unos 200 fragmentos, muchos de ellos ilegibles, han sobrevivido a las guerras, los incendios, las ratas… y la misoginia: desde que, en su Heroida XV, Ovidio la imaginara como una prostituta entregada a prácticas lascivas, la figura de Safo ha sufrido toda suerte de improperios, caricaturas y comentarios malintencionados, hasta el punto de que, en el año 1073, el papa Gregorio VII ordenó quemar todos los manuscritos que contuvieran poemas sáficos, por considerarlos inmorales y pecaminosos. Esta imagen deformada será la que perdure a lo largo de los tiempos, al menos hasta finales del siglo XIX.
Pero, ¿quién era Safo? Su nombre, Safo, probablemente fuera un apodo, pues significa ‘zafiro’ o ‘lapislázuli’. De su vida tenemos pocos datos, entre ellos, que nació alrededor del año 620 a.C., en la aldea de Eresos, en el seno de una estirpe aristocrática bastante venida a menos. Su familia pronto se trasladó a Mitilene, la capital de la isla griega de Lesbos, donde Safo desarrollaría su actividad literaria y también política. Sabemos que participó activamente en las discordias civiles que tuvieron lugar en Lesbos, donde gobernaba el tirano Mirsilo. Parece ser que incluso estuvo implicada, junto al también poeta Alceo y otros camaradas, en una conspiración para matarlo. Tras descubrirse el complot, los cabecillas fueron arrestados y obligados a exiliarse. Esto ocurrió en torno al año 593 a. C., por eso Safo vivió casi seis años en Siracusa. Allí se casó con Cércilas de Andros, un rico comerciante, con quien tuvo una hija, a la que llamó Cleis. Cuando el tirano Pítaco les levantó la pena y pudo volver a su tierra natal, había enviudado y contaba con una gran fortuna.
Safo vivió hasta el 560 a.C. dedicándose a la composición poética. Una parte de sus ingresos provenía de la poesía que componía por encargo, en concreto, epitalamios para ser cantados por los coros de muchachos y muchachas que formaban los cortejos nupciales. Leamos uno de estos, en la versión de Aurora Luque:
Novio feliz, ya para ti la boda, tal como suplicabas,
cumplida está; posees a la novia, tal como suplicabas.
Agraciado es tu aspecto, pero los ojos de ella
son como miel, y amor se ha derramado
sobre el rostro adorable
que ha recompensado con creces Afrodita.
Por otra parte, también se cree que Safo se dedicó a la educación de las jóvenes aristócratas de la isla de Lesbos, donde creó una escuela o pensionado llamada Casa de las servidoras de las Musas. Al parecer, allí enseñaba arte, danza, música, canto y literatura, y preparaba a las muchachas para el matrimonio. No obstante, hay quien supone que dicha Casa no era una escuela, sino un tíaso, es decir, un centro religioso y cultural en honor de Afrodita. En todo caso, es en este contexto intelectual, exquisito y refinado, donde nace el círculo de amigas que serán objeto de su poesía: Atis, Góngula, Anactoria, Arqueanasa…aparecen en sus poemas para expresar los más diversos estados anímicos relacionados con la amistad y el amor: añoranza, celos, despedidas, pudor, deseo.
Me arrastra -otra vez- Eros, que desmaya los miembros,
dulce animal amargo que repta irresistible […]
Atis, a ti se te ha hecho odioso
preocuparte de mí, y vuelas hacia Andrómeda.
Safo jugó un papel fundamental en la génesis y desarrollo de un nuevo género de poesía, ese género que, a finales del siglo VII a. C., empezó a ser llamado poesía lírica para diferenciarla de la poesía épica, consolidada por Homero, y de la poesía coral, cantada en lugares públicos para exaltar sentimientos colectivos. La poesía lírica, en cambio, se recitaba con un ligero acompañamiento musical de lira (o de flauta) y tenía un carácter netamente privado, subjetivo e intimista; era el cauce ideal para transmitir emociones, sentimientos y deseos a un reducido círculo de amistades reunidas en un symposium o banquete. Se trataba de una nueva forma de espiritualidad, delicada y elegante, que contrastaba claramente con los valores de la virilidad que había impuesto el ideal homérico en todos los órdenes de la vida. Safo lo tenía claro, por eso escribe:
Dicen algunos que nada es más hermoso
sobre la negra tierra que un escuadrón de jinetes
o de infantes o de naves. Pero yo digo
que lo más bello es lo que cada uno ama.
Safo se convirtió en una consumada poeta de lírica monódica, la que era cantada para una sola voz, a la que aportó interesantes innovaciones: en la métrica, inventó y popularizó una nueva estrofa, que luego se llamaría sáfica; en los temas, introdujo el sentimiento amoroso entre mujeres, así como referencias a pequeños acontecimientos de la vida cotidiana, con sus contradicciones, pasiones y ternuras; en la forma, utilizó la primera persona del singular. Esto es especialmente relevante porque se trata de una voz femenina; en un mundo literario, cultural y religioso dominado y controlado por hombres, el yo poético es una mujer, cuando las mujeres estaban ausentes del discurso público. En una doble vuelta de tuerca, Safo no solo defiende su derecho a hablar, sino a hablar sobre su propia sexualidad. Oigamos uno de sus más bellos y famosos poemas de amor, en la traducción de Joan Ferraté:
Me parece igual a un dios el hombre
que frente a ti se sienta y tan de cerca
te escucha absorto hablarle con dulzura
y reírte con amor.
Eso, no miento, no, me sobresalta
dentro del pecho el corazón; pues cuando
te miro un solo instante, ya no puedo
decir ni una palabra,
la lengua se me hiela y un sutil
fuego no tarda en recorrer mi piel,
mis ojos no ven nada, y el oído
me zumba, y un sudor
frío me cubre, un temblor me agita
todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba,
pálida, y siento que me falta poco
para quedarme muerta.
A Safo no la leyeron solo los poetas canónicos para imitarla o los moralistas para condenarla, sino que en su espejo se miraron también otras poetas de siglos posteriores, tanto en Grecia como en Roma. Entre ellas cabe citar a Erina de Telos, Práxila de Soción, Nóside de Lócride, Mero de Bizancio, Ánite de Tegea…y muchas más, de cuya obra solo se han conservado algunos fragmentos.
La poesía de Safo nos llega de lejos como un rumor o como un eco en el que, sin embargo, nos reconocemos fácilmente. De ella podemos decir que
…como la manzana dulce se vuelve roja en la rama,
alta sobre la más alta y olvidada de los cosechadores
-no ha sido abandonada por olvido: es que no la pudieron alcanzar…
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María Elena Arenas Cruz
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*Ψάπφω, Safo en dialecto eolio.
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