Una llamada surrealista durante la pandemia
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—El otro día me llamé a mí mismo. Había vuelto a la oficina después de dos meses de teletrabajo y sentí la necesidad de hacerlo.
— ¿Y eso? ¿Hablaste contigo?
—Marqué el número de mi móvil desde el teléfono de mi despacho.
— ¿El motivo?
—No sé, se me ocurrió.
— ¿Y?
—Pensé que igual contestaría otra persona diferente. O quizá lo haría otro yo. Todos tenemos distintas personalidades.
—Obvio.
—Pues bien, supuse que igual me respondía otro Antonio.
— ¿Lo hizo?
—No, no contestó nadie. Oí sonar el móvil hasta que colgué desde el fijo.
—Te sentirías aliviado, ¿no?
— ¿Por?
—Imagínate que hubiera respondido otro tú.
—Sin problemas. Hubiera hablado con él y le hubiera preguntado si estaba siguiendo los avances de la epidemia. Le hubiera aconsejado que no se olvidara la mascarilla si planeaba pasear por las tardes porque al dar las ocho la mitad del pueblo sale a caminar. Pero no, no respondió nadie, ni siquiera el contestador.
— Igual no lo tiene activado.
— Pues ahora que lo dices: ¡tienes razón!
— ¿Sabes una cosa, Antonio?
— ¿Qué?
— ¿Conoces al que está hablando ahora mismo contigo?
— ¿No estaré charlando con el yo escritor?
—Lo clavaste, amigo.
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Antonio Villalba Moreno