Una sonrisa desconcertante – [El habitante del Otoño – Segunda antología de cuentos y relatos breves – X] – Antonio Villaba Moreno

Una sonrisa desconcertante – [El habitante del Otoño – Segunda antología de cuentos y relatos breves – X] – Antonio Villaba Moreno

Una sonrisa desconcertante – [El habitante del Otoño – Segunda antología de cuentos y relatos breves – X]

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Se conocen. Poco a poco van intimando.

Resulta que ella está casada, pero a punto de separarse. Él está muy bien con su mujer, hace diez años que contrajeron matrimonio, tienen una hija y acaba de quedarse embarazada del segundo, esperan que sea un niño, la parejita, aunque les de igual, que venga bien, lo típico.

Él trabaja como conserje del colegio, aunque es licenciado en Filología Hispánica. Ella es profesora de Geografía e Historia aunque acabó Derecho, incluso llegó a ejercer de abogada durante unos años, pocos.

Unos perros ladran en el patio contiguo. Un labrador blanco y un braco húngaro marrón. Piensa en la nobleza de estos animales mientras observa cómo llega el repartidor de butano. Ella ha visto varias películas en las que el chico entra en la casa y, una vez deja las bombonas, comienza un encuentro sexual con la dueña. Son escenas que veía con su marido, ahora apenas comparten nada juntos. Ella tiene una fantasía desde el primer día que habló con el conserje. Un hombre culto, nada pedante y contento con su trabajo a pesar de que puede aspirar a mucho más, aunque dejó de presentarse a las oposiciones, las aprobaba todas las veces pero sin plaza y “eso es como tener un tío en Graná: ni tienes tío ni tienes na” decía siempre.

La vecina hace callar a los perros, obedecen al instante. Se asoma intentando ver a alguien vestido de naranja con un cuerpo musculoso, con una bombona al hombro, pero sólo alcanza a distinguir a un hombre pequeño con una carretilla en la que transporta dos envases de aluminio no muy grandes. Lentamente van desapareciendo las de color naranja. Una mujer con rulos en la cabeza, una bata y unas zapatillas desgastadas está pagando al vendedor. Su visión se ha derrumbado.

Él, habla con casi todos los profesores, pero desde que ella llegó no le quita ojo, cada vez le gusta más. Se ha convertido en una buena amiga, o quizás ¿algo más? Poco a poco van teniendo más confianza. Un día ella se le insinúa, así lo entiende él. Le dice el piso donde vive y el número de móvil. Durante el fin de semana lo piensa, no sabe si llegarse, se ha visto en esa misma situación antes, se le han insinuado otras veces pero jamás hasta ese punto, no había prestado atención porque no estaba acostumbrado a ese tipo de juegos. Nunca le ha gustado tontear pero se da cuenta que ella le encanta. Igual no es eso, pero sí, tiene que serlo. Nota que a ella le gusta, pero hasta llegar a algo más íntimo… Las noches se le alargan. A veces no concilia el sueño. Piensa en ella continuamente.

Mira por la ventana, la vecina está hablando por teléfono, ya no lleva una bata, ahora está preciosa. Antes no se había fijado en lo bonita que era, con apenas unos retoques y una vestimenta informal ha cambiado por completo. Ahora sí podría esperar al butanero, o al fontanero, a quién ella quisiera. Sigue hablando, pasea, ríe. Al otro lado ¿quién estará?

No sabe si ha hecho bien en darle su dirección al conserje, ¿qué habrá pensado? Solo quería enseñarle su biblioteca, pero al fin y al cabo todas son iguales. Seguro que él tiene una mejor y si quería dejarle la última novela que le había enganchado sólo tenía que acercársela al instituto. “Aun así, no hay nada malo en ello”.

Tras muchas deliberaciones decide acercarse en bicicleta hacia la dirección que había anotado. Se dirige por calles de casas de estilo modernista, hileras de arbustos. Al llegar a un cruce es atropellado por un coche que se salta un semáforo en rojo. Cae violentamente, se rompe el tobillo y se le disloca un hombro, la rodilla también está contusionada. Tiene todo el cuerpo dolorido pero sonríe, suspira aliviado mientras espera la llegada de la ambulancia.

El conductor del coche pide perdón continuamente pero, sobre todo, se asombra de la sonrisa del ciclista. Cree que también se habrá golpeado la cabeza. Llama al 061.

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Antonio Villalba Moreno

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