Hágase en mí según tu palabra – [El habitante del Otoño – Segunda antología de cuentos y relatos breves – II] – Rosa María Reina Pérez

Hágase en mí según tu palabra – [El habitante del Otoño – Segunda antología de cuentos y relatos breves – II] – Rosa María Reina Pérez

Hágase en mí según tu palabra – [El habitante del Otoño – Segunda antología de cuentos y relatos breves – II]

*

*

Lo había leído y escuchado desde niña así que, cuando llegó el día, se limitó a obrar según el mandato que había aprendido. Y Andrés, haciendo gala de su nombre y su educación castiza, cumplió con su labor.

A partir de entonces se vistió de azul y blanco. “De los colores del cielo”, decía a las vecinas curiosas que preguntaban por el repentino cambio cromático de su vestimenta.

La misma tarde que lo supo, porque el médico del pueblo así se lo desveló, tomó el primer coche de línea que salía para la ciudad para ir a comprar su ropa nueva, no la que había elegido sino la que le correspondía. A la vuelta, cambió sus gastadas ropas por las recién compradas y, antes de que Andrés llegara de la labranza, se encerró en el dormitorio, lejos de la mirada examinadora de su madre viuda, para contemplarse de perfil en el espejo interior de su armario ropero. Mientras tocaba delicadamente su vientre repetía cual mantra hipnotizante: “vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús” (Lucas 1, 30-32, 38).

Andrés llegó tarde, como era habitual en días de siembra, y apenas se percató de la luz que irradiaba su mujer con el nuevo hábito azul y blanco, quizás porque coincidía con el de la talla que presidía su dormitorio de casado. Tampoco se dio cuenta de sus mejillas sonrosadas y su sonrisa atolondrada. Los indicios le pasaron desapercibidos así que la noticia de que iba a ser padre cayó de golpe sobre su cuerpo cansado y se mezcló levemente y sin mucho ruido con la preocupación propia del labrador pobre cuyo futuro se reduce al del ciclo de la cosecha.

Poco a poco, la euforia de ella, que se sentía perfecta por haber sido elegida para la concepción de aquel hijo, se fue mezclando con la de él que veía en su paternidad la oportunidad de medrar en su fortuna una vez su hijo fuera capaz de acompañarlo al campo. La espera fue el tiempo más feliz de la pareja y a su felicidad se sumó la de quien no habiendo podido concebir varón iba a tener la oportunidad de ser abuela de uno.

El gran día llegó y ante la mirada expectante de Andrés y de su madre, María alumbró a su primogénita: María Inmaculada.

***

Rosa María Reina Pérez

About Author