Corazón Mosqueado
De los archivos de Claudia Prócula:
Estimada doctora:
Cuando yo nací –fíjese si soy añosa- todavía me nombraron con el nombre bizantino de mi abuela Sebastiana, pero luego hice que me llamaran Paloma. Fui educada en el cristianismo, y cumplo: acudo al culto cada fiesta de guardar y espero de Cristo un cuerpo nuevo, sin artrosis ni sobrepeso. Sin embargo, hace años que las dudas me carcomen el espíritu y me asalta la desconfianza. Aun así, confío a usted mis vacilaciones, querida Claudia, dando por segura su discreción.
El principal de mis recelos: si Dios creó el mundo con suprema sabiduría, ordenándolo todo según la conveniencia del hombre, ¿para qué inventó las moscas?
Mire usted, señora doctora, ¡no soporto ni a los moscones ni a las moscas! Me da igual que sean negras, verdes o azules. Fastidian cualquier picnic, van de la caca a la comida y de la comida a la cara, sucias, asquerosas, transmitiendo enfermedades… ¿Se emborrachó Dios con néctar o se colocó de ambrosía el quinto día de su creación? ¿Se distrajo y dejó que el diablo metiera mano en la historia? Ya sé que esos bichos y sus asquerosas larvas descomponen lo muerto o lo moribundo, esos gusanos transparentes y voraces que se agitan en mis trampas y en mis peores pesadillas, que proliferan al menor descuido en las heridas de los perros… No obstante, el digno oficio de basurero lo podrían haber desempeñado también criaturas menos empachosas, tranquilos escarabajos que no molestan a nadie ni se las dan de ágiles.
¿No dice el Génesis que Dios bendijo al hombre y que lo creó a su imagen y semejanza para que domine sobre peces, ganados, fieras, reptiles…? ¡Pues vaya bendición, si ni siquiera puede precavernos de las moscas! En fin, ya ve cómo este asunto de los dípteros socava mi fe. Lo peor es que cuando acudo al culto acecho moscones por todas partes y, en los momentos más emocionantes, de intensa comunión fraternal, en lugar de oír el aleteo de divinos querubines disolviendo caos y soledad, no oigo más que el zumbido de pertinaces golosos.
No me explico por qué Antonio Machado pudo considerarlas divertidas. Desde luego, no las persigo por celos de lo que vuela, sino porque prefieren los párpados yertos de los muertos a los juguetes encantados y las cartas de amor. ¡Por algo será! En algo tuvo el gran poeta razón: ni laboran como abejas, ni brillan cual mariposas, ¡pero sí resultan idóneas para estropear la entrevista más decisiva, esa de la que pende el futuro profesional o sentimental de una!
Y es aquí donde mi fe más acendrada se estremece y tiembla como michelín de señora oronda: si el diablo ha sido reconocido como Señor de las moscas, no prueba esto que el ángel caído es también co-creador del universo; y si esto es así, ¿no limita con su poder el otro benevolente del Altísimo? Por lo tanto, la prueba de San Anselmo se deshace como un azucarillo en el agua y las Vías de Santo Tomás no apuntan a un Ser Perfecto, Señor del Universo, sino a un simple caudillo que le disputa el Reino a otro desalmado que apuesta por armas más chicas pero más eficaces: ¡bacterias, hongos vaginales, chinches de las camas, ladillas de los pubis, virus parásitos de las células y todos esos microbios que perturban la vida propiamente humana distrayendo o aburriendo al espíritu. Y de este modo, ¿quién se podrá sentir protegida por un Líder tan imperfecto?
Ya ve con qué facilidad incurro en blasfemia, aturdida por tanta mosca y tanto moscón. ¡Que Dios me perdone! En fin, querida Claudia, no sé cómo aclarar mi razón, aquietar estas entrañas tan revueltas y aliviar este corazón tan mosqueado.
Respuesta
Querida Paloma:
Para empezar y parafraseando a San Agustín, le diré que el Génesis no nos enseña cómo son la tierra y el cielo, sino cómo se va desde la Tierra al Cielo, aunque desde luego, ya estaríamos más cerca de la Gloria si no nos mortificaran las moscas.
Los caminos de Dios son inescrutables. ¿Qué lugar ocupan las moscas y los moscones en el Plan general de la Creación? No lo sabemos. Ignoramos e ignoraremos. La ciencia nos dice que hasta las negras y repugnantes cucarachas son parientes nuestras. Para eso está la piedad, para tratar con las sabandijas que, sin dejar de ser nosotros, son sin duda otras. Para salir de la tragedia, solicitamos caridad.
Imagínese del todo sola en una prisión infranqueable. Días y semanas sin oír más murmullo que el latido de su corazón, ¿no agradecería entonces, como don de la divina providencia, la muda compañía de uno de estos insectos voladores? Puede incluso que, aburrida de sí, acabara hablando con él. Y ese otro acabaría siendo un semejante. Realidad es ese lazo que une un Yo a un Tú. Por consiguiente, sin el otro perdemos realidad o acabamos en la locura, verdadero destino de Robinson, despojado de Viernes.
Aún el maligno merece compasión, Paloma. El diablo lleva todas las de perder, porque no hay mal que por bien no venga, ni moscón invulnerable. En algunos pueblos del África, las moscas sirven de símbolo de solidaridad. Aunque los tábanos de irisados ojos te roben unas gotas de sangre, la mayoría de las moscas no muerden. Sócrates estimuló con su irónica picadura de tábano la conciencia de sus conciudadanos; al conseguir que se examinaran, los hizo mejores. ¿Ve como no hay mal que por bien no venga?
Y, ¿no son graciosos esos halterios o balancines que estabilizan sus desplazamientos volátiles? Contémplelas sine ira: sus complejos ojos facetados, que asean continuamente… El Creador no estaba borracho aquel día, sólo un poco caprichoso. En realidad, derrochaba ingenio, antes que mala sombra. Y eso de que las moscas sirvan al diablo es mera superstición. Si sirvieran al diablo, volarían en todas las estaciones.
Estos seres diminutos pueden saborear, oler, sentir, recordar…, saborean con sólo pisar y, no contentas con ello, poseen unas almohadillas adherentes que les permiten caminar sobre el hielo de un cristal o boca abajo, colgando del techo… Ni el diablo, que es un soberbio estirado, tiene tantos poderes. Y si infectan, también curan. Los galenos introducían larvas de mosca esterilizadas en úlceras para limpiar tejidos emponzoñados o necrosados y promover sanado y cicatrización. Y ya sabe cómo las moscas del vinagre han resultado utilísimas en la investigación genética. Algún día se les dedicará un monumento.
Le diré más. Acreditados científicos han probado que hasta en las moscas hallamos un germen de albedrío; por lo tanto, Descartes erraba: los animales toman decisiones, y ni siquiera las moscas deben ser menospreciadas como autómatas predecibles. Erica McAlister, curadora de dípteros [1], lo ha dicho: “Las moscas me encantan. Llegan a todos los lugares, son ruidosas y adoran tener sexo”. Lea, querida amiga, su libro Secret Life of Flies, tan informativo como humorístico. Ahí prueba Erica Moscófila que sin ellas ni siquiera existiría el chocolate. ¿No le gusta a usted el chocolate?
Sí, es cierto, la naturaleza evidencia un lado oscuro. Pero nosotras –reconózcase-, también. Dignidad, sí, pero también un poco de humildad. ¿Quiénes somos nosotras para exigir valores humanos a un moscón peludo? Recuerde: son los árboles más cimeros los castigados por el rayo. ¿Qué sería de cualquier ente si otros entes no frenaran, restringieran o estimularan su crecimiento? ¿Qué pasa con los pueblos cuando falta el aguijón de la competencia? Pues que se vuelven incompetentes. Mas no olvide tampoco: sólo los cuerpos iluminados dan sombra, más negra cuanto más intensa es la luz.
Suya, Claudia Prócula.
José Biedma López
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Nota
- https://www.nytimes.com/es/2017/11/16/moscas-funciones-beneficios/