El Barón Bermejo [Episodio LXXIV. Quiméricas reminiscencias] – José Biedma López
![El Barón Bermejo [Episodio LXXIV. Quiméricas reminiscencias] – José Biedma López](https://cafemontaigne.com/wp-content/uploads/Delta-unguiculata-800x500_c.jpg)
El Barón Bermejo [Episodio LXXIV. Quiméricas reminiscencias]
***

***
Crecía la sed de nuestra patrulla de paladines justicieros y por eso reticentes aceptaron acercarse a los caños del pilón que custodiaba el príncipe Aspero “encantador y mujeriego” (que no es lo mismo que “encantador mujeriego” (¡Hay que pensar lo mucho que pesa la conjunción copulativa incluso cuando no copula propia mente))… Cada cual tenía sus prevenciones -cada quisque sus prejuicios-, especialmente a causa de aquel mal trago que dieron en la fuente del enanuco bigarista y trasno gamberro (v. LXVIII), cuyas ponzoñas dejaron a Radón confuso y sinestésico. Mas la sed mueve montañas aunque no ahogue malos recuerdos, y bebieron aun temiendo a las reminiscencias escaqueadas de las ciénagas del reino del olvido hondo.
Artemio, para mostrar arrojo a su señor Tordés el Recto, fue el primero que bebió. Luego Ausonia usó su mano a modo de cuenco como aquel chaval que aleccionó a Diógenes el Perro. Después, sorbieron todos. Pronto el angelical rostro de la marciana mostró ligero ensimismamiento. Bajo las cortinas de sus párpados de natural azuladas giraban sus globos oculares en fase REM.
Muchos fueron las vivencias que recordó el Ballestero cuando bebió y se entregó al juego de los escaqueadores olvidos en la fuente de Aspero:
“No soy un ser quimérico, sino quimera caballerosa y ballestero certero”.
Estas fueron las primeras palabras con las que se presentó el pulquérrimo doncel Álex en el Centro de Drones para la Caballería. Sucedió hacia el año 69 de la Era Polinaria.
“Germiné, querido amigo, bajo el signo de la Arañuela, flor andrógina y recurrente en los cuadros de Leonardo”.
Ambos ellos recién salidos del huevo ya alimentaban el espíritu de gesta con ilusiones dudosas, tónicos de la voluntad de zángano del aspirante a caballero de cuerpo entero. Que fuesen dudosas sus avideces lo aprendieron después, cuando se enteraron de que sus empresas y proezas se ligaban a un mercado colosal de apuestas que incluía Marte y satélites terraformados.
– Ni escupo fuego ni mi cola es de serpiente ni soy hijo de Tifón ni temo a un Belerofonte que me someta y destroce… -dijo Álex en la mesa redonda comunitaria-. Como todos nosotros, soy huérfano de padre e hijo de dueña optimata por decisión de la Diosa, ¡bendita sea y Ella nos guarde! –Todos le creyeron. Podía ser brutal, pero sincero.
– ¿Entonces? -le preguntó su compañero en privado.
– Al principio, en el Centro de Edición Transgénica me confundieron con un “mosaico” gusarapo. Sin embargo, ¡no! En los mosaicos los tipos de células genéticamente diferentes surgen de un único cigoto, mientras que en nosotros las quimeras se originan de más de un cigoto. Mi hermafroditismo es verdadero, con ovotestículo sano y cariotipo XX y XY…
– ¡Maravilloso! ¡Original! Diverso funcional.
– Te ruego, caballero Bisejo, que guardes está información con la discreción que acredita al verdadero y gentil amigo. La gente dice una cosa y piensa otra.
Álex estaba orgulloso de su condición, aceptaba su quididad. Siempre sintió que el insólito cuerpo que habitaba era suyo y de nadie más. Eufórico mejor que disfórico, aceptaba con garbo y gallardía sus genitales ambiguos, la copresencia y compatibilidad en ellos de tejido ovárico y testicular. Nada tenía contra su extraña y singular gracia de íbice nubio. Su idiosincrasia le habría permitido funcionar como optimate estéril sin someterse a medicación ni cirugía (¡nada de gonadectomía!). Álex prefirió la carrera de zángano (o dron) y el Mester de caballería.
Ya lo dijo maese Rosario, Papa gayo del Gay saber: “El sexo es flor o monstruo”. Y Álex optó por erguir capullo en lugar de esconder monstruo encanallado.
«¡Oh canaille, beau Canaille!», exclamó Larisa arrancándose dos pestañas cuando Álex ensayaba golosas plesanterías y pícaras insinuaciones con optimatas halderas. Se perfumaba delicadamente y poco, con aromas de sándalo y otras maderas nobles, con esencias resinosas, a veces con olores frescos y ácidos, intensos, repulsivos pero atrayentes como los de la ruda. Hay olores que asquean y aromas que asustan, otros marean y florean. Los hay que fascinan. Feromonas monas. Por eso «me huele bien» es más decisivo que «me mola cantidá», aunque mole “cantidubi dubi dá”. Nos perdemos mucho por no contar con olfato lobuno, aunque por supuesto se pierden más los perros si no se les mejora. Un perro elemental, puro por incapaz de retener información o formular ideas, es caro y muy difícil de comprar y mantener, chucho castrado. Hace siglos que se diseñaron mascotas impolutas que apenas defecan ni orinan, canes que cagan bolitas duras y ladran dulce de día; de noche, no; gatas sin celo, mininas que lamen incansables a sus dueñas con largas lenguas de terciopelo y al relamer relamiendo curan estigmas sensibles y heridas purulentas…
Álex manuscribía a sus amigos con tinta aromática y adoptó una abeja enorme bien corbiculada a la que adiestró para enviar mensajes que gravaba en granos de arroz. El “transecto” o “apichina” –así llamaba a su avispón- valía para pasar breves notas a corresponsales prójimas, a las que dejaba atónitas con su vuelo y con su carga.
Todavía no había ganado el doncel alias de Ballestero Certero, mas ya formaba corros alrededor de sí de cobistas y lisonjeros, de admiradoras de su empaque y donosura.
Bermejo no le rindió pleitesía, sino aficionada atención y benevolente intención. De igual a igual; y él le eligió como camarada confidente. No sabía el barón qué había mirado Álex en él, ni qué estimó de lo que vio.
Por eso rogó su auxilio cuando sufrieron el secuestro de Mika, dueña fertilísima que Samael el Obscuro tuvo encerrada en la Torre Truculenta de la región de Galar por no quererse autodeterminar dama de La Pérfida Albión. La engatusó con la mentira de enseñarle las famosas reliquias de los príncipes santos, la embaucó con la falsa promesa de dejarle probar las legendarias joyas de la reina. Y claro, ¡no hay haldera que no ambicione agradar!
De su prisión la sacaron los caballeros burlada, abotargada, oronda e inflamada, ahíta de comida basura, mientras Samael el Obscuro huía o pretendía escabullirse, escurriendo la giba de sus imperdonables culpas… No le sirvió de nada. Encaramado a un adarve, Álex con su ballesta atravesó las sienes del malvado Samael el Siniestro, que se apretó contra el tronco de un tejo y allí quedó de pie, allí descansó muerto, pues la punta de la flecha de Álex le atravesaba cráneo y sesera hasta hundirse en la madera del tejo. Y allí ensuciaron sus restos de dron renegado, al albur de aves rapaces, parásitos biónicos y alimañas feroces.
¡Ninguna madre lloró diez lágrimas por Samael, raptor de Mika la Rubia, virgen optimata, guardiana de frutas de bosque!
Tras aquel esforzado y afortunado episodio, Mirlona de Guarrizas entrevistó a Álex para Telecruda, cadena global. De sus labios supo la famosa influencera que Álex no tuvo necesidad de implantes retinales para ser certero, pero que sus aptitudes para el disparo mejoraron mucho gracias a una microprótesis neuronal que le permitía oír los colores. Disponía también de un implante estándar de memoria eidética. Mirlona quiso saber si el apego de aquel tándem liberador (Bisejo-Álex) era impronta de moluscos o celo reptiliano. No la complacieron los caballeros respondiendo a esa pregunta morbosa con sesgo especista. Sentían que su entrelazamiento se forjaba en el auxilio mutuo definitivo e inespacial.
Estos y otros recuerdos que regalaremos al lector tenaz en el próximo episodio le acudieron a Álex el ballestero como quiméricos intrusos, pues los tenía olvidados. Le acuciaron por beber de uno de los caños de la fuente custodiada por Aspero (Ludus scacchorum).
Continuará…
***
José Biedma López