El Barón Bermejo [Jornada XXV. Fía y el Preste Juan]
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Los caballeros acamparon entre la maleza y trabaron sus caballerías. Mientras Bermejo y Álex hacían fuego, Radón recolectaba raíces comestibles que añadieron a una ración de las viandas que portaban. Las tragaron con un moscatel de Siracusa que también aportó Radón, ponderando que era el mismo que inspiró a Arquímedes la invención de sus máquinas y a Teócrito la composición de sus famosos Idilios.
Tras el berrinche con la planta carnívora, a don Giován no le costó perder la conciencia. Mientras roncaba, Álex preguntó a Bermejo qué pensaba del mozo mujeriego. “Que es como el imperio portugués de la antigüedad –dijo el Barón en voz baja-, pura talasocracia. Establece fortines, emporios y factorías en lo húmedo, pero carece de tesón y valor para conquistar el sólido interior de las almas mujeriles, que siguen para él desconocidas. Salta de corola en corola sin penetrar por el pistilo hasta el ovario, sin echar raíces para que ahonden en otro espíritu. Sus amoríos no recogen fruto alguno; si engendran, no crían… No me extraña que aquella monstruosa planta le comiese los pies; es como la estatua de Nabucodonosor, un ídolo con pies de barro.”.
‒ Pero atrae y derrite damas. Yo reconozco en su irreflexión y arrojo un conatus tan primitivo como fascinante –respondió Álex.
‒ No a todas –remató Bermejo, tal vez con una precognición de lo que les esperaba.
Durmieron como pudieron hasta que el canto de los pájaros les llamó a la acción. Álex se prestó a llevar a don Giován en su alazán de cola blanca. A mediodía y a no muchas leguas del campamento hallaron un caserío descuidado. Se elevaba en un promontorio natural. Un perro encadenado a una lobera les dio perezosamente la bienvenida al patio del cortijo con un ladrido perezoso y ronco, en el centro de aquel espacio delimitado por construcciones bajas sobrevivía a duras penas un viejo olmo. “¡Hola!, ¡holita!”, gritó Radón. “¿Quién vive?, preguntó Álex. Nadie contestaba, las puertas y ventanas cerradas a cal y canto. En su extremo se abría el patio a un jardín asilvestrado y, más allá, por unos rústicos escalones bajos descendieron caballos y caballeros hasta el frescor de una fuente, cuya agua era conducida por una acequia hasta un abrevadero y una alberca, todo ello al amparo de un inmenso nogal, al otro lado del cual se extendían dos terrazas de huerta amplia con algunos frutales en sus linderos.
En la fuente jugaba un chaval moreno. Botaba las semiesferas de las cáscaras de nuez en el pilón de la fuente y las seguía y veía bajar por la acequia, arrastradas por la corriente de agua hasta el abrevadero y de allí, por el rebose, hasta la alberca. Así una y otra vez. No contestó al saludo, tal vez fuera sordo. Mientras bestias y personas se refrescaban, don Giován se puso a jugar con el niño, ambos competían por ver cuál de sus barquitos de cáscara de nuez llegarían antes a la alberca, como bajeles por el Tajo o por el Betis camino del reino de los atlantes.
A don Giován le dolían los pies y casi se arrastraba detrás del niño ayudándose de una estaca.
‒ ¿Y tus padres? –le preguntaron al niño.
‒ Mi madre duerme la siesta –contestó por fin.
‒ ¿Y tu padre?
‒ De viaje.
‒ ¿Cómo te llamas?
‒ Me dicen Leporello.
El alazán de Álex relinchó. Una enorme matrona de edad indefinida bajaba a la fuente a grandes pasos. Se dirigió hacia don Giován, que seguía ensimismado jugando con Leporello. La matrona le cogió una oreja, tiró de ella y con la otra mano le soltó al mujeriego un cogotazo que resonó bajo el tambor del inmenso nogal creando una ola en la alberca.
‒ ¡Las cabras dispersas por el monte, los cerdos fastidiando lo que queda de huerta, Lepo más aburrido que la verga de un cura, como piojo en peluca! ¡Y tú, pedazo mierda, haciendo manitas con optimates, de payaso en un velorio!… ¡Y qué coño te ha comido los pies! ¡Ahora me vuelves inútil e impedido, cuando más te necesito! ¡Otra carga, y son pocas!
Así aquella giganta se llevaba arrastrando al garzón barbilindo, tirándole de la oreja. Don Giován se quejaba: “¡Qué culpa tengo yo si las daifas se precipitan en mi espiral como el agua en sumidero! Sumidero de fantasías, eso fui, eso soy… O eso quería seguir siendo hasta que me tragó esa flor que era toda ojos antes de ser pétalos y ahora es hojas; que era todo perfume, y ahora hedor a muerto; ayer todo color y fosforescencia, y ahora herrumbre y ácido en el que me ardían los pies y por poco muero!”.
La giganta le soltó otro sopapo. El alazán relinchó. Leporello pasó por delante de Álex que lo abrazó y le acarició el pelo notando que el chico carecía de pabellones auriculares (o los tenía muy recortados, como los de los perros pastores, que así evitan el mordisco fácil de los lobos). El chaval se libró de Álex y corrió hasta agarrar la falda de su madre. Los caballeros quedaron sorprendidos y mudos. Desde lo alto de las escaleras, la matrona se revolvió y les dijo: Me llamo Fía. ¡Gracias, señores, por devolverme a este botarate! No tengo qué serviros, así que adiós, que el Pozo del Rayo os sea propicio.
Parecía que “el burlador” se quedaba sin burladero. Tal vez la matrona le tomaba por otro, un hijo, un compañero sentimental, un esposo huido… Si estaba o no confundida, sin don Giován era quien la matrona Fía creía, no es incógnita que tuviesen los caballeros que despejar en aquel momento. Otras empresas más honrosas los urgían.
Refrescados atravesaron la huerta poniendo en fuga a una piara de guarros que hozaban bajo unos alfóncigos. Radón manejaba hábil a su caballo con los pies, mientras miraba en su comunicador las noticias personalizadas en el canal Nuevas de Caballerosidades. Al rato levantó la mirada hacia el Barón…
– ¿Te lo crees Bermejo? Dicen que dentro del Naturalismo han restaurado el cristianismo difisita o nestoriano, resucitando al Preste Juan para ponerlo a la cabeza de un reino teocrático.
– ¡Pinta de fake! –contestó Bermejo.
– No creo, Mirlona de Guarrizas es cronista seria.
– ¿Y donde han colocado el ingenio?
– En el centro del parque asiático, donde Zeus encadenó a Prometeo, y más allá del Cáucaso.
–De Oriente a Occidente y otra vez a Oriente –dijo Bermejo haciendo a burlaveras con su mano diestra el Shuni mudra, signo de la paciencia o de la ciencia de la paz. Y contestó:
– Ya Otón de Frisinga en el siglo XII, siete siglos antes que Hegel, logomáquico de las ideas, observó que el espíritu cambiaba localmente el escenario de su tragedia histórica, que Otón interpretaba como redención del hombre. El espíritu viajaba encarnado en el Volkgeist por distintas culturas, peregrinando desde Oriente hacia Occidente. Primero los sumerios, luego los pueblos del Creciente Fértil, Egipto, Jonia, Atenas, Roma, Toledo, París… Hace unos siglos el espíritu saltó el Atlántico persiguiendo quimeras, lució y resplandeció en Usamérica, se atascó en sendas guerras mundiales, luego buscó a los cuatro dragones más allá del Pacífico y recaló por fin en China.
“Otón –siguió Bermejo- predijo ese itinerario solar de la civilización y conoció al Preste Juan o por lo menos supo de él por quienes conocieron y trataron directamente al nestoriano”.
– El presbítero Khan. Según algunos historiadores rigurosos, El Preste fue un khan mongol que adoptó el cristianismo –soltó Radón.
– Otros le confundieron con el Negus negusti, rey de reyes etíope (Bermejo).
– Fue Temujin, mejor conocido por Gengis Khan, quien acabó con aquel reino cristiano rodeado de bárbaros en el centro de Asia (Radón).
– Contaba Valera que setenta y dos reyes rendían homenaje, fuero, obediencia y tributo al Preste Juan… heredero de la Iglesia de Tomás y descendiente de Gaspar, el rey mago que regala ilusiones. Quizá fuese una dama de su corte la que mató a Gengis Khan al introducirse en la vagina algo punzante y venenoso antes de que el mongol la violara, en venganza por haber asesinado a su dron, pues dicen que el conquistador murió de una infección de pene (Bermejo).
– ¡A saber! También dicen que fue enterrado con grandes tesoros, con cuarenta vírgenes y cuarenta caballos, pero nadie ha encontrado su tumba… Cuenta Mirlona que el reconstruido Preste Juan es un ciborg, un transhumano, y posee en su palacio-atalaya una sala repleta de monitores con los que controla todas sus provincias…
Continuará…
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José Biedma López
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