El Barón Bermejo [Jornada XLVII. Mirlona y Churrete]
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La intrépida reportera Mirlona de Guarrizas entrevistaba a don Guevara Treceño, caballero teutón de iris heterocromáticos, en el programa de máxima audiencia de Telemunda.
– En otro orden de cosas… -principiaba Mirlona sin que nadie supiese bien a qué otro orden refería, y preguntaba al teutón-: ¿qué opina del rumor según el cual ni Misolinda ni Lynette han sido raptadas por la comandita de Salmanto el Quejumbroso?
– Desde luego, mi querida señora, no creo que mi amigo Salman haya usado la fuerza. No es su estilo. No hace ni seis meses que volé con él a remotos países, al parque Korea de Corea. Libraba yo allí un torneo de airsoft y Salman quiso acompañarme porque se le abre la inspiración al sentirse desarraigado. Salman es también poeta cariñoso, adora la nova trova norcoreana.
– ¿Qué le parece la crónica que publica Churrete de Murmilandia en la cadena Telecruda? En ella se pinta a su amigo el Quejumbroso como dron protervo y artero cortesano.
– Para empezar, permítame Mirlona que como crítico literario amateur denuncie las continuas digresiones y perissologías de las que sin duda abusa el cronista al que cita Churrete, añadiendo detalles inútiles con fines cómicos. Además, el relator de la crónica del Barón Bermejo da por sentado que al protagonista le zurraron la badana y le robaron el cuatro-por-cuatro unos sicarios de Salmanto en la Aldea del Godo, todo eso sin pruebas, repito, ¡sin pruebas! En tercer lugar, también da por hecho, sin duda exagerando, que Bermejo descabezó al Paladín Soberbio, hermano de matraz del Quejumbroso, pero bien pudo suceder que el tal Paladín fuese un sicario disfrazado de Soberbio, ¡pues no es Soberbio nadie! El barón descabezó un simulacro. Salmán estaría más que quejumbroso si hubiera perdido a su hermano. Además, el hermano de Salman nunca hubiera revelado el paradero de una dama sin el permiso de la dueña, ¡ni bajo la más atroz de las torturas! ítem más…, hay rumores de que Bermejo no cumplía el débito conyugal con su legítima señora Misolinda y se oye que Lynette fingió interés por el barón, pues es notorio que tiene gustos y deseos de dama más que de galán, ya sabe: “donde las ve usted tan bellas/ se le van ojos tras ellas”. Y luego, querida Mirlona, Churrete…, quiero decir “el negro” (con perdón) que le escribe la crónica al Churrete para Telecruda, escamotea detalles importantes y decisivos. Por ejemplo: ¿qué hizo Ausonia durante el asalto de las mazodronas y por qué sabe tanto de su biología una marciana?, ¿por qué Bermejo se distrae de su obligación principal de buscar a Misolinda y a Lynette para cumplir el compromiso contraído por Radón a causa del lance carnal de este con la alertona?… A todo esto, en Telecruda se hicieron eco del rumor de que la princesa Gallardona entretenía a posta la misión de los caballeros y que empañaba su belleza y gallardía con ruines jactancias. ¡Qué vergüenza para la Isla de las Maravillas, que tanto se cotiza como escenario global de diversión!
– Desde luego, señor Guevara, esas son también cuestiones que interesan a nuestra audiencia. Pero no nos alejemos del tema. Desacredita usted la crónica de Telecruda, pero ¿no le resultó entrañable la historia de Viernes y Robinsón?, ¿no le pareció delicado y a la vez estimulante el relato de los sublimes amores del pirata y el jesuita?
– ¡Bah!, ¡una historia tan manida! Es inverosímil además que el jesuita optase por ahorcarse con el collar de mascota del inglés, aunque a cambio lo haya devuelto al catolicismo. Admito, eso sí, volviendo al tema de la rivalidad entre Bermejo y Salmanto, que el discurso femenino y feminista emerge alguna vez como isla gratuita y piadosa en el océano en que naufraga el alma del dron, graciosamente insisto, y así puede darse el amor de una dama por un caballero sucio, herido, vencido, fracasado…, pero no es este el caso de nuestro amigo Salmán, dron sin tacha, hidalgo vencedor en mil combates… A Bermejo le va peor.
Las hermosas palabras de Treceño sobre el Logos femenino no parecieron hacer mella en el corazón de Mirlona, a juzgar por su visaje imperturbable, insensible al halago, entre virago y hombruna… Continuó el caballero:
– Esa isla acogedora que el perdedor o el fracasado puedan habitar tranquilamente no existe, créame, incluso si allí encuentra el náufrago a su Viernes. La derrota sólo es dulce para el vencedor y el alma femenina nunca será tan miserable ni caerá tan baja y estéril que no prefiera al triunfador …
Mirlona interrumpió la entrevista para dar paso a un consejo publicitario. Lynette apretó el botón de cierre del mando a distancia y miró a su amiga. ¿Qué opinas?
– Me pregunto por las verdaderas intenciones de Salmanto (Misolinda).
– Pero la intención, querida amiga (lo dejó escrito la maestra Gertruda Anscombe), asigna una dirección y una previsión al deseo. Es futuriza. Uno actúa intencionalmente si sabe lo que hace. En realidad, no pueden existir “malas intenciones”, lo que hay cuando hablamos de malas intenciones, esas que alfombran el infierno, es un hacer lo que a uno le da la gana sin saber lo que se hace, sin intención ni dirección consciente, como el deambular de un pollo sin cabeza (Lynette).
– Me pregunto si hay conciencia en el comportamiento de nuestro hospedante Salmanto. ¿Es humano? ¿Te has preguntado si no será un sintético? (Misolinda)
– Los sintéticos no entran en el juego. Los tenemos muy ocupados en labores y trabajos. Es posible que Salmán sepa lo que hace según una descripción, por ejemplo: «estoy guardando a Misolinda» y que no lo sepa según otras descripciones, por ejemplo: “tengo a Misolinda encerrada con Lynette, presas en un torreón”. Los mismos escuderos y barrotes que nos protegen, los mismos nos aprisionan. ¡Es tan incómoda la libertad! Al fin, estamos obligadas por contrato y durante seis meses con la Casa de Juegos mayor del sistema solar. ¿Qué diferencia hay entre vivir apresadas o fingiendo que estamos presas? (Lynette)…
– Edipo sabía que se acostaba con la reina, pero no sabía que la reina era su madre… ¡No puede haber ni buena ni mala intención si no sabes lo que haces! (Misolinda)
– Lo primero que tendríamos que preguntarle a Salmanto es si nos trajo al Cerro de la Horca voluntariamente. He oído que el PFS decide las posiciones iniciales de los trebejos en el tablero, aunque no sus movimientos. Si obedece órdenes o actúa bajo contrato, si por interés erótico o crematístico, si de acuerdo a un software del que no sabemos nada… Se rumorea que está sin crédito con el feudo hipotecado (Lynette).
– ¿Un cálculo racional o un impulso sentimental? Se trata de una causalidad mental que no es discernible sólo por la observación de los hechos (Misolinda).
– ¿Te corteja? –pregunta Lynette.
– Me halaga con palabras, me abruma con regalos. Viene y se va a Corea, a Singapur, a los concursos abiertos por los dragones asiáticos. Desaparece durante semanas enteras. ¿Conoces a una doncella o a una dama que sea inmune al halago? No sé, hace poco y habla demasiado, sin profundidad. Los drones en general, aún educados como caballeros para el amor fino, son animales pobres de discurso, ya sabes, quiero decir superficiales, más músculo y corazón que cerebro. No me encama; me escama. No se acerca a mí como lo hacía Bermejo, que por pura ansiedad se pisaba el alma. Este no es tonto, pero sí es pobre de imaginación. Y temo que me sea infiel por esta causa, por debilidad de sus facultades representativas. No me ve…, ¡y ya de mí no se acuerda! El corazón que a muchas ama es como un espejo que no retiene figura ni forma ni alma de las personas que en él se miran.
– ¿Te miras tú mucho en Salmanto?
– Aquí no hay otro. Allí, contaba con varios espejos en casa y fuera de casa.
– ¿También echas de menos al Tremolante, verdad cariño?
Misolinda sonrió. Después, rieron juntas y se abrazaron y besaron.
A muchos kilómetros del Cerro de la Horca y de la Floresta Triste en el que departían las amigas, los caballeros y sus escuderos (Ausonia y Artemio) llegaron guiados por Gallardona a lo alto de un alcor desde el cual se podían ver las almenas del palacio de Crapulón el Mansino, sobre una villa de casitas con jardín. Aquel alcázar ofrecía una imagen de alto rango dinámico mientras el sol se derretía como una bola de helado de limón entre dos de sus almenas.
Se oían cohetes con sones y ritmos de otro festejo. Por lo visto, en la Isla de las Maravillas la diversión y el espectáculo no cesaban. Un extenso lago de aguas quietas y negras les separaba de aquella fiesta. Bermejo discutió con Gallardona si aquellas ferias no serían una estrategia política del granuja, del valido y traidor Brocadán, para congraciarse con el pueblo llano.
– Pan y circo –respondió lacónica y abatida la alertona, que no parecía cansada.
Continuará…
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José Biedma López